El título, obviamente, hace alusión a Santiago Zavala, el personaje de Conversación en la Catedral quien se pregunta en qué momento se había jodido Perú. En rigor, la pregunta es aún más relevante para la Argentina. Es decir, un país que comenzó el siglo XX como una de las economías más ricas del mundo, pero que, según el diario Clarín, entre 1900 y 2017 tuvo déficit fiscal en 107 de 117 años, y que en un período de 60 años entró en cesación de pagos de la deuda pública externa en cuatro ocasiones.
Algunas cifras sugieren que, si bien el villano más socorrido según las élites del país (el peronismo), es uno de los responsables, no es el único. Por ejemplo, las cifras ya mencionadas sobre las cuentas fiscales: para cuando el peronismo surgió en la década del 40 del siglo pasado, los déficits crónicos ya eran una práctica habitual. Y si en lugar de considerar sólo los últimos sesenta años comenzamos nuestro recuento en 1824, veríamos que el Estado argentino entró en cesación de pagos del servicio de su deuda externa en ocho ocasiones. Es decir, los problemas estructurales de la economía argentina no comenzaron con el peronismo. Y, en el plano político, el primer golpe de Estado del siglo XX se produjo en 1930: aunque participó del golpe de 1943, Juan Domingo Perón llegó por primera vez a la presidencia en 1946.
Una primera explicación de esos problemas es que a principios del siglo XX Argentina era un país rico por sus exportaciones primarias, pero no un país desarrollado. Por ejemplo, Filipe Campante y Edward Glaeser comparan a Buenos Aires con Chicago (otro gran centro de comercio de carnes y granos), antes de la Primera Guerra Mundial: mientras en 1895 la tasa de alfabetización de Chicago era de un 95%, esa tasa en Buenos Aires no alcanzaba el 75%. Y aunque en los años cuarenta la tasa argentina de matrícula en educación primaria era alta bajo estándares internacionales, la tasa de matrícula era bastante menor en la educación secundaria.
Aún en 1913 (durante el periodo de bonanza), la tasa de ahorro del país era baja, y la mitad del stock de capital era propiedad de inversionistas extranjeros: parte de esos capitales abandonaron la Argentina durante el periodo que media entre la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión. La Gran Depresión además coincide con un retroceso ostensible en la tendencia hacia la liberalización del comercio internacional, de la que dependía la prosperidad argentina.
Es decir, todo ello ocurrió antes de la existencia del peronismo. Y aunque las políticas proteccionistas crecen en forma sensible bajo el gobierno de Perón, tampoco comienzan con él. A partir de los años cuarenta, la prolongada inestabilidad asociada al conflicto entre el peronismo y sus rivales políticos (incluyendo los golpes militares de 1955, 1962, 1966 y 1976), contribuye a explicar el deterioro institucional del Estado argentino.
A su vez, durante el siglo XXI, el nudo gordiano de los déficits fiscales en la Argentina pasa por el conflicto en torno a las tasas impositivas a las que debían gravarse las exportaciones agropecuarias. Por ejemplo, cuando en 2008 el gobierno peronista de Cristina Fernández intentó retomar un sistema móvil para las retenciones impositivas que gravan esas exportaciones (sistema que tiene su primer precedente en una norma aprobada en 1862), se produjo durante 129 días el denominado “paro agropecuario” (que fue más bien un lock out empresarial), el cual bloqueó los suministros de alimentos hacia las ciudades. La norma finalmente no fue aprobada.
Paradójicamente, una norma similar sería aprobada por el gobierno de Mauricio Macri (quien se opuso a ella en 2008). Y quien le recomendó elevar los tributos que paga el sector agropecuario como un medio para lidiar con el déficit fiscal, fue nada menos que el Fondo Monetario Internacional.