En 2011 el instituto de investigación de la Universidad de Phoenix, en su estudio “Future Work Skills 2020”, ya advertía acerca de 10 habilidades que serían las más demandadas por las organizaciones. Una de ellas, corresponde a la toma de decisiones. Es decir, la capacidad de un tomador de decisión de elegir la alternativa más adecuada entre varias posibilidades con el fin de alcanzar un objetivo deseado.
Un aspecto determinante para el desarrollo de esta habilidad es la información que posee el decisor al momento de inclinarse por una opción, junto con el respectivo ambiente externo en el que se encuentra, el cual, dependiendo de la cantidad de información con la que se cuente, puede ser de certidumbre, riesgo o incertidumbre. Por consiguiente, una de las conclusiones de esta investigación afirmó que: a mayor cantidad de información, mayor será la probabilidad de tomar una decisión exitosa, reduciendo la incertidumbre del ambiente externo.
Pero, ¿de qué forma influyen el contexto, el tipo de sociedad, el momento político, social o económico en la toma de decisiones?, ¿hay un patrón establecido o lineamientos fijos para poder seguir? El complejo momento actual nos ha mostrado la importancia de la toma de decisiones y la fragilidad del paradigma al que el tomador de decisión se enfrenta, unilateralmente, ante la difícil tarea de generar soluciones efectivas a las problemáticas emergentes que trae consigo un periodo de inestabilidad general.
Desde organizaciones públicas y privadas hasta coaliciones políticas han dado cuenta de los impactos negativos que conlleva monopolizar la toma de una decisión, que afecta por igual a todos sus integrantes, prescindiendo de la información que estos puedan aportar a la conversación. ¿Pero esto que implica?, ¿cómo hacer que la mayor información y una mayor colaboración en relación a diversos puntos de vista, se traduzca efectiva y eficazmente en una buena práctica de toma de decisiones?
Ante el escenario de un ambiente donde prima la incertidumbre, nuestra única oportunidad para superar este periodo crítico es orientar los esfuerzos colectivos hacia la inclusión de perspectivas diferentes, que nos permitan abordar desde una mirada más amplia las posibles soluciones a nuestros problemas. Asimismo, gestionar las diferentes experiencias que coexisten en nuestras organizaciones nos brindará una mayor comprensión y entendimiento, por lo tanto, mayores posibilidades de tomar decisiones correctas, cuando somos capaces de incluir nuevas preguntas.
En definitiva, un enfoque diverso en la toma de decisiones es una gran chance para recuperar la autonomía y redistribuir el poder de decidir por nosotros mismos y que la pandemia nos arrebató. Hoy existe una gran cantidad de información, muchas voces dispuestas a aportar, cientos de puntos de vista con una visión de país particular que en la suma, pueden marcar la diferencia. Hoy, emerge la motivación, la intención, la necesidad de participar. Hoy, hay una diversidad deseosa y con intención de formar parte, de construir una sociedad mejor. Sólo hay que reconocerla e incluirla sin miedo.