El cuidado del medioambiente está cada vez más presente en la agenda de desarrollo sostenible de los países y las ciudades, especialmente en urbes de gran tamaño, como Lima, Santiago de Chile, Sao Paulo o Bogotá. En este esfuerzo, la eficiencia y sostenibilidad energética tienen un rol clave en la transformación que atraviesa el sector de energía. En el caso de las ciudades se promueve el uso de iluminación pública led más eficiente (incluso con paneles solares y baterías incorporadas) y focos ahorradores en los hogares. Las inmobiliarias construyen ya edificios de residencias y oficinas, con sistemas ecoamigables, sensores de movimiento para el encendido y apagado de luces, grifos automáticos, sistemas de optimización de la climatización y el bombeo de agua, entre otras innovaciones.
Como parte de la búsqueda de este desarrollo sostenible, estamos inmersos en una transformación energética. Este proceso busca sustituir las fuentes de energía convencionales por unas que sean menos contaminantes y permitan su renovación constante, como es el caso de la energía solar y eólica.
Los vehículos que utilizamos para el transporte no pueden ser la excepción a esta transformación. Después de todo, el sector transporte es uno de los principales consumidores de energía a nivel mundial (concentra alrededor del 40%) y es también uno de las que tiene el mayor impacto en el medioambiente, dado que produce más del 20% del total de emisiones de CO2, material particulado y otros gases de efecto invernadero.
Justamente, los vehículos eléctricos son una alternativa para que el transporte del futuro sea más sostenible y ayude a reducir el calentamiento global. Estos, además, tienen un efecto positivo adicional: al no generar emisiones evitan que las personas sufran problemas de salud. Este punto ha cobrado relevancia por la pandemia. De hecho, un reciente estudio de la Oficina de Estadísticas Nacionales del Reino Unido señala que una exposición de largo plazo a aire contaminado incrementaría el riesgo de muerte por COVID-19.
Promover la adopción de los vehículos eléctricos puede parecer retador, pues existe aún desconocimiento y muchos mitos alrededor de este tipo de transporte. No obstante, los números basados en la mayor eficiencia energética y menor costo operativo juegan a favor de la electromovilidad.
Una de las objeciones que existe sobre los vehículos eléctricos es que tienen una autonomía o rango muy limitado, debido a que los primeros modelos eléctricos (hace ya 10 años) no superaban los 150 km por cada recarga. Actualmente, en promedio alcanzan los 300 km y algunos modelos superan los 500. Sin embargo, aunque esta objeción ya está siendo superada, es importante cuestionarnos cuando y para qué tipo de usuarios o aplicaciones realmente se requieren esos rangos de autonomía.
Por otro lado, se afirma que es complicado recargar los vehículos eléctricos debido a que no existen tantos puntos de recarga en la ciudad, como sí sucede con el diésel o la gasolina. Por el contrario, los vehículos eléctricos a diferencia de los de combustión, pueden ser recargados durante la noche en un simple tomacorriente en la cochera de la casa o el edificio donde uno vive o en estaciones de carga pública en edificios, centros comerciales y en las autopistas (en horas o minutos dependiendo de la potencia instalada). Las redes eléctricas tienen igual o mayor cobertura que la logística del combustible y el uso de la electricidad es mucho más eficiente y económico. Como usuario de un auto eléctrico en Lima, todo esto lo sé de primera mano.
Como dato adicional, en Estados Unidos, en pocos años de electromovilidad, existen ya más de 25.000 estaciones de carga pública contra las 115.000 estaciones de servicio que abastecen de combustible, a pesar de que el porcentaje de vehículos eléctricos no llega todavía ni al 1% del parque automotor total. Esto solo es posible gracias a la facilidad de instalación de la infraestructura de carga y la cobertura de las redes eléctricas.
Otra objeción que existe sobre los vehículos eléctricos es que son excesivamente caros. Esto no es exacto. Si bien el costo inicial puede ser superior por ahora en un 20% o 30% respecto a un vehículo similar de combustión, los costos operativos durante su vida útil son mucho menores; por lo que al final resultan más baratos. Esto se debe a que el costo de la electricidad equivalente para el mismo recorrido es aproximadamente la quinta parte comparada con el costo del diésel y una séptima parte en comparación con la gasolina.
Es por esto que los vehículos eléctricos han empezado a utilizarse en el transporte público y en aquellas aplicaciones donde se requiere mayor recorrido diario, como es el caso del sector logístico. El ahorro y el retorno de inversión son mayores y más rápidos de lograr, mientras más distancia se deba recorrer. Esto explica porque empresas como Amazon están invirtiendo agresivamente en electromovilidad y porque países como Chile, Colombia y Brasil ya cuentan con cientos de buses eléctricos incorporados a su transporte público.
En el caso de Perú, el avance ha sido a nivel regulatorio. Recientemente, el Ministerio de Energía y Minas aprobó un decreto que establece disposiciones para implementar la futura infraestructura de carga y abastecimiento de energía para la movilidad eléctrica. En general, es un buen inicio, ya que implementa un marco de adopción para los vehículos eléctricos y el despliegue de su infraestructura de carga. Además, liberaliza el servicio de recarga y establece el concepto y objetivo de interoperabilidad, que son muy importantes para que esta infraestructura se diversifique y esté disponible en oficinas, centros comerciales, estaciones de servicio, etc., pero al mismo tiempo cumpla con normas que permitan que todos los vehículos eléctricos compartan y aprovechen dicha infraestructura.
El 9 de setiembre se celebrará por primera vez el Día Mundial del Vehículo Eléctrico. Considero que es una fecha relevante para poner en agenda los beneficios que traen estos vehículos y aclarar varias de las objeciones y mitos que los rodean. Queda todavía mucho por hacer.