En un artículo de noviembre pasado titulado “Cuba, Venezuela y las Sanciones Estadounidenses” decíamos que, si bien esas sanciones explican parte del desempeño de la economía venezolana, no podían ser toda la explicación. Recordábamos entonces que la caída en el PIB venezolano se había iniciado en 2013 y que Venezuela ingresó a la tabla Hanke-Krus (que compila los casos de hiperinflación en el mundo), a fines de 2016. Es decir, ambas cosas ocurrieron antes de que Donald Trump llegara al gobierno y aplicara las sanciones más severas adoptadas hasta ahora contra la economía venezolana.
Desde 2019, en cambio, se inició una liberalización parcial de la economía venezolana, y esta tuvo como consecuencia una recuperación del crecimiento y una reducción de la inflación pese a la continuación de las sanciones. Según el Observatorio Venezolano de Finanzas (una entidad privada independiente del gobierno), la economía venezolana creció un 6,8% en 2021. Y el banco de inversión Credit Suisse estimaba en abril pasado que este año podría crecer en un 20%. Claro que esas cifras deben ser contrastadas con la hecatombe que padeció la economía venezolana entre 2013 y 2020, y las proyecciones de crecimiento se reducirán si, como parece inminente, se agudiza la crisis alimentaria en curso a nivel internacional. El punto, sin embargo, es que la economía no sólo dejó de contraerse, sino que además ha comenzado a crecer. Aunque todavía tiene una de las mayores tasas de inflación a nivel mundial, Venezuela también estaría saliendo de la hiperinflación. La tasa de inflación, que alcanzó un 686% en 2021, en 2022 llevaba acumulado un 22% hasta el 5 de mayo.
Repito, la prueba de que las sanciones no eran la única explicación del mal desempeño de la economía venezolana es que la mejoría descrita se produjo sin que hubiese cambio alguno en materia de sanciones (el levantamiento por parte de la administración Biden de algunas sanciones se produjo recién el 17 de mayo pasado, es decir, mucho después de que se iniciara la recuperación de la economía venezolana). La recuperación también precedió en el tiempo al incremento en el precio del petróleo (prácticamente el único bien que exporta Venezuela), como consecuencia de la guerra en Ucrania.
Es decir, la única variable que puede explicar la mayor parte de esa recuperación es el cambio en la política económica a partir de 2019. Por ejemplo, la dolarización de la economía, la reducción de los controles de precios, y la reducción del déficit fiscal explican la menor inflación. De otro lado, intentos por atraer inversión privada, por ejemplo, a través de la privatización parcial de empresas como CANTV (que había sido expropiada por el gobierno de Hugo Chávez), contribuyen a explicar el crecimiento de la economía. Aunque en menor proporción, también contribuyen a explicar que en 2021 se haya duplicado la producción de petróleo (hasta alcanzar los 800,000 barriles diarios).
Ante los cuestionamientos ideológicos de sus correligionarios por liberalizar la economía como medio para afrontar la crisis, la vicepresidenta y ministra de Economía, Delcy Rodríguez, admite respecto a la política económica chavista lo siguiente: “No puedes decir que en ese momento eso era socialismo […]. Eso iba directo contra el pueblo, contra el poder adquisitivo del pueblo”. Es decir, ahora el gobierno venezolano admite lo que no pocos advirtieron desde el principio: una inflación elevada tiene el mismo efecto que un impuesto regresivo. O, en otras palabras, induce una redistribución del ingreso en favor de los que más tienen y en detrimento de los más pobres. Es decir, exactamente lo contrario de lo que, en teoría, buscaría hacer un gobierno socialista.