Diversos reportes demuestran que los laboratorios farmacéuticos ocultaron información sobre los riesgos asociados a estos fármacos.
El Espectador. Los antidepresivos, cuando aparecieron en el horizonte de la medicina, prometían revolucionar la salud mental. Hoy representan una gruesa porción de la prescripción de medicamentos en el mundo, uno de cada 10 norteamericanos los consume, sin embargo, una parte de la historia ha permanecido oculta.
En un artículo titulado El daño oculto de los antidepresivos, publicado en la revista Scientific American, la periodista Diana Kwon, repasa los últimos reportes científicos en los que se ha hecho evidente que las casas farmacéuticas marginaron importantes datos sobre la seguridad de estos fármacos.
El recuento comienza con un amplio análisis publicado la semana pasada en la importante revista médica British Medical Journal en el que investigadores del Cochrane Center (un instituto dedicado a evaluar la calidad de la evidencia médica) demostraron que las compañías farmacéuticas ocultaron riesgos de los antidepresivos cuando solicitaron aprobación para sus fármacos por parte de las autoridades sanitarias de Estados Unidos (FDA) y europea (EMA).
Tras revisar 70 estudios sobre dos de los grupos de antidepresivos más comunes, Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina como la fluoxetina y los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina y noradrenalina como la venlafaxina, encontraron que los pensamientos suicidas y los comportamientos agresivos eran dos veces más altos en niños y adolescentes que tomaron la medicación.
El trabajo del Cochrane Center añade gasolina a un debate que viene de tiempo atrás. Otro trabajo publicado en septiembre de 2015, como lo señala Kwon, y publicado en el Journal of Clinical Epidemiology reveló que una tercera parte de los meta-estudios (estudios que aglomeran otros estudios) sobre antidepresivos habían recibido financiación de la industria farmacéutica. Pero el problema no era del todo la fuente de financiación, sino que los autores demostraron que esos estudios eran 22 veces más proclives a pasar por alto resultados negativos de los antidepresivos.
A la lista hay que añadir una revisión hecha al famoso Estudio 329 de la compañía GlaxoSmithKline sobre uno de sus fármacos estrellas, Paxil, en el que se demostró que los beneficios habían sido exagerados y se ocultó el riesgo de este medicamento para adolescentes.
De acuerdo con los investigadores del Cochrane Center, lo que debía considerarse como intentos suicidas entre los pacientes, en los estudios manipulados fueron clasificados como “labilidad emocional”. Buena parte de esta información, de importancia clínica, fue relegada a los anexos de los estudios y no planteada en el cuerpo principal de los análisis.
“Encontramos que muchos apéndices de los estudios sólo estaban disponibles por solicitud de las autoridades, comentó a la revista Tarang Sharma, coautora del estudio.”
“Este trabajo confirmó que el espectro completo de riesgos asociados a los antidepresivos no se reportó”, comentó Joanna Moncrieff, psiquiatra de University College London.
Los autores del trabajo, encabezados por Peter Gøtzsche, un médico danés que se ha dedicado por años a demostrar las flaquezas de estos trabajos, apuntaron lo difícil que resultó tener acceso a la totalidad de los resultados en manos de las casas farmacéuticas.
“Ellos argumentaron confidencialidad comercial cuando no existe aquí absolutamente nada confidencial”, dijo Gøtzsche en declaraciones a la prensa.
Aunque estas quejas de la comunidad científica han llevado a que se advierta sobre el riesgo de suicidio en pacientes adolescentes consumiendo antidepresivos, aún no se ha hecho explícita la advertencia del posible incremento de conductas agresivas.
“Esto es obviamente importante en el debate sobre tiroteos escolares en Estados Unidos y otros lugares en los que los perpetradores frecuentemente toman antidepresivos”, dijo Moncrieff.