El hombre es pura biología, una amalgama de procesos orgánicos y de actividades neuronales. Y, como tal, debe recuperar energía.
Diariamente tenemos muchas tareas que realizar y nos presionamos a cumplirlas todas, además de esforzarnos por ser buenos trabajadores, estudiantes, parejas, hijos, padres, yernos, nueras o cualquier rol que nos corresponda.
Las actividades y obligaciones no terminan nunca y tampoco la conexión con nuestras redes sociales, porque pareciera que si no estamos con varias cosas a la vez, nos sentimos “flojos” o como si estuviéramos perdiendo el tiempo.
Así es como el ser humano pasa su vida sin darse cuenta de que necesita descansar, que el cansancio y el agotamiento afectan tarde o temprano por un hecho significativo: el hombre es pura biología, una amalgama de procesos orgánicos y de actividades neuronales. Y, como tal, debe descansar para recuperar energía.
Un estudio reciente pone énfasis en la necesidad de vivir concentrados, pero también de reservar un espacio a la desconcentración, a cultivar el noble arte de hacer nada, que también puede ser otra forma de hacer cosas.
El análisis, firmado por el experto en salud y liderazgo, Srini Pillay, publicado en la Harvard Business Review, explica que la concentración excesiva (en tiempo y forma) deja al cerebro exhausto, pudiendo llegar a provocar una pérdida total de control, consigna el sitio informativo El País.
Por eso, defiende la combinación y el equilibrio entre la concentración y la desconexión (o la re-conexión con uno mismo), esa actividad gracias a la que el cerebro puede oxigenarse, recargarse y predisponerse a funcionar de forma óptima.
Pese a que los beneficios de tomarse unos días de descanso son incontables, la competitividad y la dedicación al trabajo parecen pesar más a la hora de tomar decisiones. “En estos contextos, focalizamos tanto al cerebro en el plano laboral que terminamos por olvidar otras parcelas de nuestra vida”, asegura el psicólogo clínico Juan Cruz.
Agrega que los altos niveles de estrés nos obligan a aumentar la producción de cortisol y azúcar en la sangre para que el cuerpo sea capaz de responder, hecho que terminará por dañar la salud más temprano que tarde.
Otros estudios constataron que tanto mujeres como hombres están más propensos a sufrir ataques al corazón y otros problemas cardíacos si no disfrutan de unos días de descanso. La razón: no se permiten activar el circuito DNM (Default Mode Network), aquel que se despliega, según las conclusiones de Srini Pillay, cuando el cerebro no está concentrado.
Cruz explica que no se trata de hacer nada, hecho que tiene connotaciones negativas, sino que de engañar al cerebro, diciéndole que estamos haciendo algo. Que, precisamente, estamos haciendo nada y que es ahí cuando las mejoras ideas surgen, “si no ¿qué hacía Newton cuando formuló la Ley de la gravedad? ¿Acaso no estaba contemplando absorto la naturaleza?”, formula.
Hay que saber o aprender a hacer nada. “Muchas personas no pueden descansar porque no saben cambiar su rol. Es como un coche que frena súbitamente cuando circula a 120 km. Por inercia, se sigue desplazando unos metros, y el frenazo desgasta los neumáticos de forma brusca, dañando el coche”, advierte el psicólogo Juan Cruz.
De ahí que muchos trabajadores lleguen a sufrir, incluso, trastornos adaptativos que desencadenan estados de angustia y ansiedad ante la tesitura de no tener un trabajo por hacer y no se dan cuenta de que descansar es una sensación maravillosa que nos lleva a conectarnos con nuestra propia intuición, alejándonos de los mapas mentales que creamos para cumplir objetivos autoimpuestos.
Pero se puede aprender. Según Pillay, no hay que sentirse culpable por dormir una siesta, dado que esta ayuda, tras disfrutarla, a permanecer más alerta y a afrontar los problemas con mayor clarividencia.
Por su parte, Cruz apuesta también por estas actividades que “permiten prestar atención a la realidad de situaciones cotidianas, desde la ducha hasta un paseo, escuchando, oliendo, saboreando el presente”.
Aconseja, además, desconectarse de la tecnología para conectarse con uno mismo, practicando incluso el nesting, es decir, recuperar el gusto por reservarse un espacio para la soledad y el aislamiento. E invita a aceptar el aburrimiento como algo positivo: “Cuando los niños se aburren despliegan su imaginación, despiertan sus sentidos, investigan. Nosotros podemos hacer lo mismo y entender que el aburrimiento es un motor de actividad”.
Ya habrá tiempo para volver. Para concentrarse en las reuniones, los informes y el trabajo apresurado. Pero, entonces también será bueno reservar pequeños espacios para desconcentrarse, porque, tal y como afirma otro estudio de la Universidad de Radboud, en Holanda, los beneficios de las vacaciones sólo tienen efecto durante dos semanas.