Saskia Sassen, socióloga y Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales (2013), habló con AETecno sobre el papel de las tecnologías y las redes sociales en la vida de las personas más vulnerables de nuestra sociedad.
La tecnología es un área que afecta a la economía, el mercado y las finanzas de los países. Sin embargo, también tiene un fuerte poder en la sociedad y especialmente, podría tener un impacto muy importante en las clases sociales más desplazadas.
Esto es lo que plantea Saskia Sassen, socióloga holandesa, académica de la Universidad de Columbia y Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales de 2013. La autora de "La Ciudad Global" (1991), libro con el que se hizo conocida globalmente, y “Expulsiones”, asistió esta semana al "Congreso del futuro" en Santiago de Chile, donde habló con AETecno. Una instancia en la que conversó el valor que tiene la tecnología, el código abierto y la programación en la vida de los expulsados. Es decir, los migrantes, los pobres, los desplazados y las minorías que son ignoradas en nuestra sociedad.
-¿Qué papel juegan las herramientas tecnológicas para la ayuda de quienes tú defines como “expulsados”? ¿Qué rol tienen en un contexto donde cada vez más gente es abiertamente anti migrante, pobre, desempleado, etc…?
Hay dos comienzos en este uso de la tecnología. El primero es hace 30-40 años. En ese minuto mi investigación se enfocaba en cómo las finanzas y cómo los activistas de los derechos humanos y ambientalistas con muchos menos recursos económicos, empezaron a usar estas herramientas. Los primeros podían ampliarse, extraer más capital y concentrarse. En tanto, en el caso de los activistas, se desarrollaron diferentes tecnologías muy interesantes de parte de las grandes organizaciones como Human Rights. Estas plataformas lograban comunicar, por ejemplo, la existencia de un cuerpo torturado en Guatemala, o lo que fuere, y convertir estos temas en un interés global. Pero no iba más allá que de un tema de difusión.
Solamente esta experiencia me llevó a interesarme en cómo estas tecnologías podían ayudar a los que no tienen poder. Esta idea la pude desarrollar posteriormente en un trabajo que hice con Open Society, donde analicé las apps que existen con este objetivo. Es decir, para que gente pobre o de barrios en riesgo social puedan usarlas para la particularidad de su vida.
- ¿Pudiste encontrar aplicaciones de este tipo?
La verdad es que hoy en día no existen muchos de estos programas. Así que tiene que impulsarse el desarrollo de apps para estos grupos ya que, simples como son, pueden hacer una gran diferencia en dos sentidos: una, la función que tiene el app directamente, con un objetivo específico, y por otro lado, el valor que tienen para facilitar que el vecindario empiece a trabajar junto, que se conecte. Son tanto una ayudita que resuelve un pequeño problema, como también un espacio para conectar personas de una manera muy práctica. No es conocer a tu vecino, sino que un espacio para resolver los problemas que tienen.
- ¿Qué piensas del código abierto? Esta es una herramienta tecnológica que se caracteriza precisamente por ser colaborativa
Cada gobierno de ciudad debería facilitar código abierto en vecindarios pobres. A mí los vecindarios ricos no me interesan, sino los pobres. En estos lugares, esta tecnología tiene otra función de movilizar a la gente, aunque sea incluso en términos de cambiar su forma de pensamiento. Por ejemplo, es un espacio para compartir lo que sabe la abuela; el que trabaja cada día fuera del barrio desconoce. Los barrios italianos pobres de Nueva York eran muy buenos en eso, siempre tenían a las abuelas sentadas en la ventana controlando todo. Esa es una función a imitar.
Por otro lado, esta tecnología podría permitir que cada barrio sepa los conocimientos, no necesariamente los puestos de trabajo de sus integrantes. Este es el caso de los inmigrantes que no están totalmente documentados, pero que pueden ser doctores o abogados. Eso significa que tu barrio tiene un doctor que quizás no puede trabajar formalmente, pero que te puede ayudar.
Así, esta tecnología permite crear un tejido muy simple, elemental, pero que funciona como una red no romántica, utilitaria y práctica. Además, es un espacio que permite construir. Por eso yo creo que estas herramientas son como trayectorias. En el caso de las finanzas y los activistas, empezaban con el mismo objetivo: somos abiertos y buscamos información o capital. Es luego de eso que sus rumbos cambian drásticamente y en direcciones opuestas, a pesar de tener ese punto en común inicial.
- ¿Cómo vez el trabajo de las grandes empresas de tecnología con respecto a los "expulsados"?
Las compañías como Google o Facebook tienen un carácter extractivo. Porque en realidad, lo que hicieron es tomar información que ya existía sobre todos nosotros y se la vendieron a empresas. El caso de Facebook es aún más interesante, porque la red social busca que tú mismo te hagas miembro, porque quiere tus datos para agregarlos a bases globales y después venderlos por muchísimo dinero. Es como la minería, tiene capacidades impresionantes, pero simplemente es con un fin económico.
- ¿Depende entonces de la misma red social o del uso que se le da?
En realidad, es un instrumento que se podría usar de muchas maneras. Podría ser un punto de contacto en barrios o podrías lanzar un proyecto de resistencia globalmente. Pero ahí también entra la importancia de la plataforma misma. Sí, hay gente que usa Facebook con una buena finalidad, pero se hace dentro de un sistema creado por Mark Zuckerberg, que es extractivo.
Este joven parece alguien normal, no es un monstruo, pero ha generado una red que también tiene un uso extremo y dominante.
- ¿Qué opinas de las iniciativas de programación pensadas especialmente a quienes entran en tu concepto de “expulsados”? ¿Son útiles?
Yo creo que sí, porque permite ir construyendo. Estos proyectos funcionan como un ancla que junta a diferentes personas para ver sus problemas y elaborar soluciones. Pero lo que me pregunto hoy en día es si esta tecnología que en sus comienzos era muy abierta y permitía un alto nivel de creación, no se ha vuelto mucho más estrecha.
¿De qué se habla realmente cuando se entregan estas herramientas? ¿Cómo benefician a las personas pobres -mayores o menores- que aprenden programación? Por ejemplo, en el caso de las finanzas la tecnología les permitió maximizar su funcionamiento. Pero hoy en día son instrumentos que han provocado increíbles concentraciones de poder y valor monetario.
Con la programación, lo que no sé, es si realmente hablamos de algo vital que puede permitir oportunidades y diferentes resultados; o ya estamos hablando de iniciativas donde simplemente se envían chicos pobres a escuelas ricas, para cumplir sus objetivos.