Empezó como un buscador y hoy es un gigante omnipresente que lidera el universo de los móviles con Android y se dedica al mismo tiempo a la industria automotriz, robótica y ahora incluso tiene sus propios satélites.
Como muchas historias de empresas tecnológicas, la de Google comenzó con dos jóvenes estudiantes de ingeniería. Era 1995 y un veinteañero Larry Page elegía como tema para su tesis doctoral en Stanford crear un mapa de la creciente World Wide Web, más conocida por su abreviatura “www”.
La idea de su trabajo se basaba en un mecanismo propio del conocimiento científico. Cuando uno publica un estudio, ese paper vale no solo por lo que allí se revela, sino por los trabajos previos en los cuales se fundamenta. De igual forma, el prestigio futuro llegará con las sucesivas menciones que otros investigadores hagan de él. Esta red de citas bibliográficas no es otra cosa que los links que vinculan a las páginas web.
Page creía que saber qué sitios vinculaban a otros convertiría a internet en una herramienta más poderosa. Sergey Brin estuvo de acuerdo. Como compañero de generación, había coqueteado con algunas tesis, pero ninguna le terminaba de convencer. La red de links lo apasionó.
Cuando trabajaban en la tesis, una nueva analogía con las publicaciones científicas terminó de convertir al proyecto estudiantil en una idea millonaria. Page se dio cuenta de que, si bien era importante saber quién vinculaba a quién, lo fundamental era establecer qué tan importante era aquel que linqueaba.
De pronto, su mapa de internet se volvió más complejo. Debían no solo saber las conexiones, sino establecer valores de importancia a las mismas. Este fue el rol fundamental de Brin, quien desde los 6 años era considerado un prodigio de las matemáticas.
El “googol”
El razonamiento parece simple ahora, pero fue revolucionario en su momento. Casi sin quererlo, los jóvenes habían creado una herramienta que permitía buscar en internet y brindar resultados jerarquizados.
Hasta entonces, al buscar “Apple”, una marca cualquiera de jugos de manzana y la compañía de Cupertino podían surgir indistintamente en los primeros puestos. En base a la red de contactos de cada uno, ahora la balanza se decantaría por la empresa de informática.
Por eso no es extraño que Page y Brin hayan relegado a una ínfima porción del mercado (por ejemplo, Yahoo) o incluso fundido a otros buscadores de internet (como Altavista) al poco tiempo de oficialmente lanzar Google, en 1998. El nombre de la empresa es una variación de la palabra “googol”, que designa el número que comienza con el dígito uno seguido de 100 ceros. Pero sus números crecerían mucho más que eso.
Crecer como la red
Pensar en Google como un simple buscador es hoy una idea tan errada como ingenua. La compañía comenzó a crear o comprar empresas que ya estaban trabajando bien en áreas que consideraba estratégicas.
Así desarrolló el servicio de correo electrónico Gmail (2004), el traductor Translate (2007), el navegador Chrome (2008) y el chat Google Talk (2005), hoy videochat Hangouts, por citar algunos de sus servicios online. También compró la plataforma de videos YouTube (2006) y la de blogs Blogger (2003), entre otros.
Pero con la misma rapidez con que se expandió a nuevas áreas, Google también supo identificar cuando retroceder. El máximo ejemplo es Reader, que el año pasado fue clausurado tras casi ocho años de funcionamiento. “Su uso ha bajado y la compañía está concentrando sus energías en menos productos”, fueron los dos motivos brindados por la firma al darle de baja. En este contexto, la apática red social Google+ sería la excepción que confirma la regla.
Google creció de la mano (y el dinero) de sus herramientas de publicidad AdWords y AdSense, donde nada estaba librado al azar. Tal es así que la actual CEO de Yahoo y entonces ejecutiva de Google, Marissa Mayer, llegó a hacer una prueba con 40 tonalidades de azul para saber cuál era el color exacto que llevaba a hacer más clics y, por ende, a producir más ganancias.
Androide invasor
La luz de alerta sobre el plan de Google para conquistar el mundo debió encenderse con el lanzamiento de Android. El sistema operativo móvil planteó la misma estrategia que Microsoft había implementado más de 30 años antes para las computadoras de escritorio: desarrollar un software para todas las marcas de hardware que lo quieran usar.
Pero Google también supo darle un giro diferente, pues creó un sistema operativo de código abierto. Si bien tiene ciertas restricciones, en general permite a los desarrolladores hacer cambios en el software original para mejorarlo o personalizarlo.
La estrategia resultó ser un éxito. El año pasado, la cuota de mercado de Android alcanzó 78,6%, contra 15,2% de iOS, el sistema operativo móvil de Apple, según la firma de análisis IDC. De igual forma, su tienda de aplicaciones, Google Play, se puso a tiro rápido con la de la manzana y ambas hoy declaran tener 1,2 millones de apps.
La popularidad de Android, encarnada en el éxito de Samsung, también líder mundial en ventas de smartphones, llevó a la compañía a querer incursionar en el hardware. Tanto en smartphones como tabletas, Google siempre se ha asociado a otras firmas reconocidas, como el propio Samsung, LG, HTC y Acer. Incluso compró Motorola en 2011, lanzó un par de celulares y luego la vendió a Lenovo. Algo similar ha hecho en el ámbito de las laptops.
Por lo pronto, son otros los aparatos donde Google ha demostrado innovar y liderar.
Futurismo real
A menos de un kilómetro de las oficinas centrales de Google, en Mountain View, California, existe un laboratorio de acceso restringido. Se llama Google X y es el área de mayor innovación y secretismo de la empresa. Allí se trabaja coqueteando con la ciencia ficción para obtener resultados realidades.
De Google X surgieron dos proyectos que todavía están lejos de masificarse, pero que podrían transformar por completo la vida cotidiana.
Uno de ellos son los Glass. Los lentes inteligentes de Google son el símbolo de la tecnología para vestir o wearable. Gracias a su conexión a internet y su funcionamiento a través de comando de voz, uno puede decirle a estos aparatos que hagan actividades tales como googlear, sacar una foto (de 5 MP), grabar un video (de 720 p), dar direcciones para ir a un lugar (por GPS), enviar un SMS o correo electrónico (vía wifi o Bluetooth).
Los Glass todavía no están en el mercado, pero cuando la compañía los puso a la venta en Estados Unidos solo por 24 horas y a un precio de US$ 1.500, se agotaron. La promesa de Google es lanzarlos este año.
El otro proyecto futurista es el auto que se conduce solo. Como pionero en una área en la que hoy trabajan compañías como Ford, Volvo o BMW, Google presentó en mayo el primer prototipo de un modelo comercial de este vehículo autónomo. Su pequeño tamaño (tiene dos asientos) y lenta circulación (no supera los 40 km/h) no debe engañar a los amantes de las máquinas. La clave de este vehículo autónomo es nada menos que prevenir los accidentes de tránsito por errores humanos.
Este proyecto explica en parte la última y más ambiciosa adquisición de Google: la compañía de satélites Skybox Imaging.
Al infinito y más allá
Google ha comprado numerosas compañías que han sorprendido. Por ejemplo, en 2013, en menos de seis meses, adquirió ocho empresas de robótica y a principios de este año compró la empresa de domótica Nest por la elevada suma de US$ 3.200 millones. Pero Skybox es diferente.
Oficialmente, hace dos semanas Google pagó US$ 500 millones por la startup californiana porque sus satélites proporcionarán imágenes para el servicio Maps, ayudarán a predecir desastres naturales y brindar acceso a internet.
Esto último es una preocupación real de la compañía. No en vano otro de sus proyectos X son globos estratosféricos que lleven internet a zonas sin conexión. También es este el motivo de la compra de la firma Titan Aerospace, cuyos drones son capaces de volar a grandes alturas utilizando energía solar.
Sin embargo, Skybox es mucho más que una simple herramienta de bien social. Sus satélites pequeños, ligeros y baratos, darían a Google el poder de poner en órbita una cantidad de cámaras que filmen en tiempo real lo que sucede en el mundo, como un reality show de la Tierra. Esto incluye la detección temprana de la deforestación de un área prohibida, por supuesto, pero también permite calcular la cantidad de autos estacionados en el parking de un shopping. Y ganar dinero con esa información.
Con Skybox, Google pasa a tener un poder que ni las agencias de seguridad estadounidenses tienen (o al menos, eso declaran). En tiempos donde la información es poder, la compañía no se conformó con ser la dueña del buscador líder, encargado de jerarquizar el conocimiento del mundo. Ahora también lo vigila desde el espacio.