Un estudio de la Universidad de Oxford muestra que los adultos descuidan sus perfiles, mientras que la mayoría de los menores de edad revisan su privacidad casi a diario.
El creador de Facebook, Mark Zuckerberg, llegó a decir en 2010 que la privacidad había dejado de ser una norma social. Ya fuera por ignorancia, desidia o porque la consideraran un valor trasnochado, los jóvenes la habían enterrado en las redes sociales. Sin embargo, un estudio de la Universidad de Oxford desmonta y le da la vuelta al mito: son los mayores los que menos protegen su intimidad en la red.
En 2006, un ensayo de la investigadora Susan Barnes planteaba la paradoja de la privacidad. Los jóvenes, pioneros en el uso masivo de las redes sociales, estaban compartiendo su vida privada en alguna de ellas poniendo al alcance de empresas y gobiernos grandes cantidades de datos personales, una información por la que sus mayores habían peleado para mantenerla privada. Se decía entonces, y aún ahora, que los chavales no entendían bien la naturaleza pública de internet y sus implicaciones.
Sin embargo, investigadores del Instituto de Internet de Oxford no han encontrado mucha ciencia que respalde aquella idea. Aunque sea ha publicado mucho sobre esta ignorancia o desidia de los jóvenes, la gran mayoría de los estudios no contaban con una muestra representativa de usuarios o se habían hecho con poblaciones universitarias. De hecho, sólo han hallado tres investigaciones revisadas por pares (peer-reviewed) sobre el tema. Así que han querido comprobar cuánto hay de cierto en esta paradoja de la privacidad realizando su propio trabajo, esta vez, respetando las exigencias de la estadística para tener un verdadero muestreo de la población en general.
Para comprobarlo, entrevistaron a una muestra representativa de la población británica de 2.000 personas. Querían saber si revisaban o cambiaban la configuración de privacidad de su cuenta en alguna de las 10 redes sociales más populares en el Reino Unido y con cuanta frecuencia lo hacían. Las entrevistas también les permitieron crear un perfil sociodemográfico y psicológico de cada uno de ellos.
En su estudio (PDF), vieron que el factor que mejor predecía la preocupación por la privacidad era la edad. La mediana (valor central) de los que reconocían que nunca habían comprobado su configuración es muy elevada, de 43 años. Y, al revés, la mediana de los que sí lo hacían baja hasta los 26 años. En el extremo están los más jóvenes: casi el 95% de los chicos de entre 14 y 17 años revisan lo que comparten de su vida social y con quién. De hecho, un alto porcentaje repasa su configuración a diario, algo que, con la edad, se convierte en menos frecuente.
“La primera ley de internet es que todo está relacionado con la edad”, dice un nada sorprendido Grant Blank, investigador del Instituto de Internet de Oxford y coautor del estudio. “La sorpresa está en la relación negativa. Hay una creencia generalizada de que los jóvenes no se preocupan de la privacidad. Esperábamos que los mayores lo hicieran más, pero hemos encontrado lo contrario”, añade.
De hecho, a partir de los 18 años, el porcentaje va cayendo de forma radical. Mientras entre los mayores de 25 aún hay dos tercios que revisan su configuración de privacidad, la cifra baja hasta la mitad en los 40 y sólo el 32% de los jubilados reconocen haberlo hecho.
Ni el sexo (aunque las chicas tienden a ser más cuidadosas), ni los estudios ni los ingresos predicen de forma tan destacada si uno cambia la configuración de privacidad de sus redes sociales. El estudio revela sin embargo algunos detalles como que los solteros revisan su perfil más a menudo y los que viven en la ciudad lo hacen menos que los usuarios rurales.
Se podría pensar que los jóvenes son más conscientes por el hecho de ser estudiantes, estar más familiarizados con la tecnología o incluso por su soltería que por la edad en sí. Pero, tras ensayar varios modelos multivariable, los investigadores volvieron a ver que era ésta la variable que más influye.
Pero, ¿por qué? Blank no tiene una respuesta definitiva. “Los jóvenes se esmeran mucho en su imagen online en las redes sociales. Son muy conscientes de las formas en las que presentarse a sí mismos. Podría pensarse que esto incluye quién accede a sus perfiles, lo que implica que la privacidad les importa. Los mayores, en cambio, parecen pensar que sólo basta con crear su perfil, sin ser conscientes de las implicaciones para su imagen”, sostiene.
Erving Goffman, uno de los padres de la moderna psicología social, planteaba en su obra La presentación de la persona en la vida cotidiana que las personas eran como actores en sociedad. Con la metáfora del teatro, con su escenario y backstage, o la del restaurante, con el comedor y la cocina, mostraba que el comportamiento era diferente en función de cada esfera y las normas sobre lo que es aceptado en una o en otra también. El problema es que las redes sociales han destrozado los límites.
Una nueva paradoja de la privacidad
Sobre esa base, los autores del estudio plantean una nueva teoría sociológica de la privacidad que se ajusta bien al comportamiento observado en los jóvenes. A diferencia de los mayores, que en su mayoría entraron en sitios como Facebook o Twitter con sus círculos sociales ya bien establecidos, los chicos no tienen más allá de tres redes offline: la familia, los amigos y la escuela y no suelen mezclarlos. Están en el momento de dejar la familia, de tomar su propio camino y no quieren compartir lo que hacen con sus amigos con los padres o sus posibles empleadores.
Sin embargo, los creadores de las redes sociales no se lo ponen fácil. Que su negocio vaya bien depende de que se comparta la mayor cantidad de datos posibles. Salvo Google+, con sus Círculos, la mayoría de las redes y en especial Facebook, están diseñadas para compartir todo con todos. O lo estaban. La semana pasada Facebook anunció una remodelación de su configuración de privacidad copiando la idea de los círculos de Google.
Como concluyen los investigadores de Oxford, “la verdadera paradoja es que las redes sociales se han integrado tanto en la vida social de las personas que para mantener esta vida social deben revelar información personal sobre ellos a pesar del hecho de que existe un riesgo cierto para su privacidad”.
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