Un software en Japón ha sido capaz de escribir, con cierta ayuda humana, un texto que ha podido competir en un premio.
Por Antonio Sabán para Think Big. Las afirmaciones sobre cómo funcionarán las sociedades automatizadas y controladas en su mayoría, por robots, no son nuevas. Desde hace muchos años, forman parte de la literatura de ciencia ficción y del análisis de expertos cuando hablan de realidades futuras. Se suele partir de que, tal y como ya pasó con la mecanización, se irán sustituyendo primero empleos sencillos en los que el pensamiento humano no es fundamental, para, más tarde, con un gran desarrollo de inteligencia artificial (IA), dar paso hacia otros donde sí aportamos valor añadido. Sin embargo, un programa de IA japonés ha escrito una novela, lo que da muestra del desarrollo que ya existe a día de hoy.La novela se titula “El día en que un ordenador escribe una novela”, y según el equipo de Hitoshi Matsubara, la parte humana del trabajo fue seleccionar palabras y frases, además de determinar unos parámetros sobre la narrativa y la trama antes de que el programa comenzara la producción literaria. Se presentaron dos obras escritas con IA, y una de ellas consiguió pasar a la siguiente ronda en un concurso literario, sin que el jurado supiera que había sido escrita prácticamente entera por una máquina.En otras ediciones del consurso ya se aceptaban obras escritas con inteligencia artificial, pero no ha sido hasta este año cuando los participantes han creído que el software estaba listo para competir de tú a tú con humanos. Según Satoshi Hase, un novelista que formó parte del jurado, fue una sorpresa saber cómo se había escrito, dada la buena estructura de la novela. Aunque, eso sí, en las descripciones de personajes, por ejemplo, sí se dan algunos problemas. Para el equipo, lo más difícil es dotar al software de sensibilidad humana, y que esta sea percibida en la trama por parte de los lectores.No resulta fácil, según ellos, que la creación de una máquina tenga coherencia y sea capaz de generar historias con las que seamos capaces de empatizar, como lectores que no saben de qué “manos” procede esa obra.