Pionero chileno de la materia, Azúa tiene varios proyectos con NASA y sus símiles europeos. AméricaEconomía conversó con el científico en el marco de la conferencia TED que dio en el hotel Marriott de Medellín.
Por Gwendolyn Ledger, Medellín. Se ha hecho famoso por estudiar las bacterias que se adaptan a la ausencia de agua en el desierto de Atacama, para así entender cómo encontrar vida en Marte. Pionero chileno de la astrobiología, Azúa tiene varios proyectos en la misma línea con NASA y sus símiles europeos. AméricaEconomía conversó con el científico en el marco de la conferencia TED que dio en el hotel Marriott de Medellín.
-¿Cómo se llega a colaborar con la NASA?
-Era el 2003 y salió en CNN una noticia sobre un equipo de investigadores que, liderados por el doctor Chris McKay, del Centro de Investigación AMES de NASA, estaba investigando el desierto de Atacama por su parecido con Marte. Yo le escribí porque tenía una idea para hacer algo que ellos no habían podido realizar. Y fue sin mucha esperanza, porque yo era un estudiante de doctorado, en tanto que este era un hombre muy famoso, que veías en NatGeo y Discovery Channel. Recuerdo que le escribí un viernes en la tarde y para ese domingo ya habíamos intercambiado siete correos electrónicos.
-¿Por qué en Atacama?
-El desierto de Atacama es el lugar más árido del planeta y también el más antiguo: se estima que ha sido hiper-árido por los últimos 15 millones de años y árido por los últimos 150 millones de años. Entonces, hace sentido buscar qué formas de vida son las que se han adaptado a vivir ahí.
-¿Cuál es el interés de la NASA por sus investigaciones?
-Ellos buscan entender si en Marte podría existir vida o podría haber existido vida. Dado lo difícil que es viajar hasta allá para comprobarlo, lo lógico era valerse de un modelo análogo, como el desierto. Cuando la NASA destacó a la zona de Yungay como la más seca del desierto de Atacama, yo sabía que eso no era así, porque yo me había criado allí y sabía que en esa zona las neblinas eran un fenómeno frecuente. En ese tiempo trabajaba con otros investigadores para determinar biodiversidad bacteriana usando sondas específicas para DNA, y le propuse a NASA usar esta técnica. Poco tiempo después me di cuenta de que además conocía muy bien el desierto y tenía bastante que aportar. Fue así como empecé a re-explorar los lugares que visitaba cuando joven con otros ojos. Desde entonces hemos colaborado en otras iniciativas, por ejemplo, en diseñar un pequeño invernadero para llevar a la luna y a Marte, con la idea fi nal de proveer de comida a los astronautas llevando semillas y plantándolas fuera de la gravedad terrestre.
-Como Matt Damon en la película El Marciano, justamente.
-Algo como eso, pero con bases científicas. Queremos ser los primeros en germinar semillas con radiación, temperaturas y parámetros diferentes a como es en la Tierra. Ellos (NASA) están a cargo de la parte ingenieril y yo de la biológica, evaluando qué tipo de semillas debiéramos enviar. La NASA propuso medir el CO2 que genera Arabidopsis, una semilla no comestible muy común en el hemisferio norte, de la familia de plantas a las que pertenecen los rábanos. Yo sugerí medir oxígeno en semillas de alfalfa y fue aceptado. Luego fui invitado al centro espacial Kennedy como investigador. Y me propusieron probar con rabanitos, que producen mucho más CO2, y ahora probaré distintas especies para llegar a una semilla que sea comestible idealmente a futuro para los astronautas. En una primera etapa probaremos un compartimento completamente cerrado; en una segunda etapa usaremos la atmósfera marciana, y en la tercera usaremos tanto la atmósfera como suelo marciano. Por otra parte, acabo de ganar un proyecto de US$750 mil por tres años, en conjunto con un investigador de la U. de California, en Riverside, para encontrar microorganismos capaces de usar la radiación UV como fuente de energía. Es un fondo del Human Frontier Science Program, que promueve proyectos en el límite del conocimiento. En paralelo, se dio la oportunidad de irme a trabajar al centro de astrobiología del gobierno español en Madrid. Y además tengo un proyecto con el Instituto Tecnológico de Florida para detectar la vida como no la conocemos, donde yo tengo hasta ahora el único método propuesto, en base a su complejidad estructural asociado al nivel de entropía que se puede medir con matemática fractal.
NO ES SI OCURRE, ES CUÁNDO
-La evolución de su carrera parece la típica “nadie es profeta en su tierra”. ¿Cuál es la lección?
-Antes de irme a Vancouver para asumir como Ted Fellow me tocó repartir volantes del Congreso del Futuro en la Plaza de Armas. Una semana más tarde estaba contándole de mi línea de investigación a Steven Spielberg, a Meg Ryan, a Al Gore y desde entonces he estado difundiendo mi labor con NASA y el Centro de Astrobiología en las charlas que TED, en esta ocasión, organiza junto a Marriott con bastante éxito... Creo que, por alguna razón, el conocimiento en Chile se asignó como privativo de la elite; algo que ya se superó hace mucho tiempo del Ecuador hacia arriba, donde el investigador se ve a sí mismo y a sus pares como un trabajador más, ni más ni menos importante que un piloto de avión o un conductor de camiones. Y es un paradigma que yo busco romper, porque el conocimiento no tiene valor alguno si tú no lo compartes, y por lo tanto un científico debe ser una persona muy humilde respecto del saber y tu primera labor es comentarlo, compartirlo.
-Hay un viejo argumento que denosta el gasto en la exploración espacial en un mundo donde hay tantas carencias…
-Siempre queremos ver qué está al otro lado del mar o de una montaña. Es una necesidad innata que no requiere justificación porque es parte de nosotros. Pero es cierto, además, que a partir de estas exploraciones se generan muchas cosas. La carrera espacial tiene una variable política, de dominación y hegemonía, pero también una serie de ventajas científicas y económicas. Además, hace poco pasó un asteroide muy cerca de la Tierra y nadie supo. Si se hubiera estrellado acá, otro gallo nos cantaría. Colonizar otros planetas es nuestro necesario plan B: al menos hay que tener una forma de escape y es una realidad, porque el asunto no es si va a ocurrir, el asunto es cuándo.
-Entonces, Marte es el destino.
-La astrobiología sostiene que, de encontrar un lugar que permita la vida en nuestro sistema solar, sería en algunas de las lunas de Júpiter, por ejemplo, en Europa, donde hay un mar con más agua que la Tierra. Otro caso es Encelado, una de las lunas de Saturno. Luego sería Titán, también en Saturno, que tiene todos los componentes para encontrar un tipo de vida muy distinto a la Tierra, si es que la hubiera. Bastante más atrás en la escala de probabilidades viene Marte, pero por las distancias es mucho más fácil enviar una nave ahí.
-Después de todos estos años estudiando el planeta rojo, ¿si le dieran la oportunidad, iría?
-¡No, es muy riesgoso! Quizás me atrevería a ir a la estación espacial internacional, porque está probado que ahí se puede vivir. Pero ni siquiera iría a la luna.