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Muchos emprendedores, pocas políticas
Martes, Abril 24, 2012 - 14:58

Por Nunzia Auletta, directora del Centro de Emprendedores de IESA en Venezuela.

Aquellos que nos ocupamos desde hace años del estudio, formación o promoción de emprendedores, estamos siendo particularmente demandados en estos últimos tiempos. Todos quieren hablar de emprendimiento, animar a los jóvenes a comenzar sus negocios, impulsar a los emprendedores de las clases populares o apoyar iniciativas sociales.
El emprendimiento está de moda en Venezuela, sin distinción de clase social o preferencia política, y más del 30% de la población (GEM 2011) realiza alguna actividad emprendedora. Pero es igualmente cierto que la mayoría de ellos- evito aquí abrir la discusión exquisitamente académica sobre las taxonomías- se concentra en actividades comerciales de bajo valor agregado, generan pocos empleos, son poco innovadores, tienen baja aspiración al crecimiento y no poseen una visión internacional de sus negocios. Lo que es aún peor sólo el 10% de todos los emprendimientos superan el fatídico lapso de los 42 meses de subsistencia, para poderse contar como empresas establecidas y generadoras de empleo.
Esto nos hace reflexionar sobre lo que nos está faltando y nos lleva a revisar experiencias como la de Israel, el primer país del mundo en cuanto a número de nuevas iniciativas.

Si pensamos en la ubicación y la dotación de recursos, Venezuela tiene todas las de ganar en la comparación. Israel es un territorio desértico en su mayoría, sin importantes recursos naturales y en un contexto geopolítico que resulta eufemístico definir hostil.

¿Cuál es entonces el secreto? No cabe duda que una de las claves reside en las políticas. 

Israel invierte 4,5% del PIB en investigación y desarrollo, la tasa más elevada del mundo. Además, su Ministerio de Industria, Comercio y Trabajo, a través de la Oficina del Jefe Científico, aplica incentivos de hasta 50% en este tipo de inversión. Ello ha convertido a este país en el lugar de elección de empresas como Apple e Intel, pero más aún en la cuna de competitivas start-ups basadas en el conocimiento, que la han llevado al lugar 14 en el Índice de Innovación Global (GII 2011). 

Sus universidades cultivan la excelencia sin complejos y se alían con instituciones de clase mundial, impulsando las experiencias internacionales de sus estudiantes, tanto en el aula como en el mundo laboral. Al mismo tiempo, el mundo académico y el emprendedor se integran en el desarrollo de investigación aplicada y en la incubación de emprendimientos en el ámbito universitario. 

Existen 24 incubadoras tecnológicas públicas y privadas en las que se despliegan más de 200 proyectos en sectores como electrónica, software, biotecnologías, agricultura y ambiente. A la vez, la inversión de capital de riesgo es 2,5 veces mayor que en EE.UU. y 300 veces más que un gigante emergente como la India. 

Nada de esto es casual, sino el resultados de políticas públicas deliberadas, con la intención y determinación de superar una situación de partida de enorme desventaja, a través del incentivo al espíritu emprendedor. 

Por su parte Venezuela, nuestro país bendecido por la naturaleza, se encuentra en los lugares más bajos de los mayores indicadores mundiales: el 122 de 139 en el Índice Global de Competitividad; el 102 de 121 del GII; y el 175 de 179 en el Índice de Libertad Económica. Todos estos indicadores consideran múltiples variables entre las que se encuentran factores como marco regulatorio, infraestructuras, capital humano y funcionamiento del mercado, entre otros. 

A menos que queramos leer estos números como evidencia de un complot internacional en contra de experimentos económicos tropicales - como el concepto de las actividades productivas socialistas -, todo indica que nos encontramos inexcusablemente en una situación tóxica para los millones de aspirantes emprendedores del país. 

Sin querer aplicar recetas universalmente validas -que no las hay-, queremos seguir esperanzados en un despertar de políticas de desarrollo y progreso que nos permita rescatar ese potencial lastimosamente desperdiciado.

Autores

Nunzia Auletta