Desde pequeño Juan Manuel Lopera mostró interés por la programación. Hoy maneja su propia compañía y triunfa con un aparato capaz de convertir una pared en un pantalla táctil inteligente, pese a su dificil niñez en Medellín.
A Juan Manuel Lopera le tocó innovar por necesidad, por huir de la violencia, de las drogas, de la oscuridad que rondaba a Medellín en los años 90, cuando las muertes se contaban por docenas y los adolescentes caminaban por la delgada línea roja que separaba a las pandillas y el narcotráfico de la escuela. Y lo hizo, como un autodidacta, por pasión, por el amor a un computador y a ese mundo que se fue encontrando cada vez que algo llamado programación se le cruzaba por enfrente.
“Yo nací y crecí en un barrio de bajos recursos, vivía en medio de una guerra de drogas, de muertos. Mi mamá para alejarme de eso, con los ahorros de toda la familia compró un computador con el que yo aprendí a programar. Eso pasó a los 12 años, estando en el colegio. Terminé, pero no pude ir a la universidad porque no tenía plata, entonces me dediqué a crear empresa. Hacía software. Y en ese andar me encuentro con que en el sector educativo había tecnología que llegaba de afuera exageradamente costosa, sólo podría ser usada en los colegios de altos recursos”, cuenta.
Entonces, con un compañero del colegio, empezaron a crear tableros digitales y ahora lidera su propia compañía, que tiene 200 empleados, se llama Aulas Amigas, hacen tecnología en Colombia para la educación de América Latina con base en Medellín, producción en Bogotá, en Cali, una planta en Buenos Aires y una más pequeña en Quito. Y ahora, porque no suelta el acelerador, fundó una nueva compañía llamada Qbic, que se dedica sólo al sector corporativo, adaptando productos que tenía dedicados al sector educativo. “TOMiPro es el primero que se lanza para ese nicho”. Entonces, ¿qué es lo que le cambió la vida y está cambiando la educación en la región?
Juan Manuel Lopera, CEO de Aulas Amigas y ahora fundador de Qbic, creó TOMi, algo así como una cámara que se ubica frente a un proyector conectado a un computador. Acto seguido, una vez se proyecta el contenido del portátil o de un televisor, la imagen que llega a la pared o al telón podrá ser manipulada con una lápiz óptico compañero de TOMi. Lo que logra el aparato es convertir a la pared donde está la imagen en un pantalla táctil inteligente, como si fuera un iPad gigante.
“En el computador se instala un software y una vez se activa la proyección, tomo el lápiz y puedo rayar en la pared, como si fuera una inmensa pantalla de trabajo. Puedo escribir sobre ella, corrijo un artículo, le hago modificaciones, cambio las cifras de una tabla de excel, edito una foto, lo que quiera. El programa guarda las modificaciones inmediatamente y yo puedo enviar al correo de las personas que están enfrente el documento o la imagen con los cambios hechos”.
Pero, ¿cómo lograron que una pared se volviera una pantalla inteligente? “El reto comenzó cuando vimos que había productos que requerían superficies especiales. Llegaban tableros digitales de $10 millones, eran muy grandes, no portátiles. Entonces empezamos a trabajar en el procesamiento de imagen. Jugamos con eso. El lápiz es un punto que se mueve y con la cámara lo geolocalizamos, lo posicionamos y lo convertimos en una coordenada que recibe el computador. Eso es programación. Procesamos imágenes que capturamos”.
El primero que lanzaron fue TOMi educativo y hace seis meses crearon TOMiPro, que es compatible con Mac, viene con aplicativos para conectarse mejor con excel y un amplio paquete de usos empresariales. “Hace seis meses hicimos pilotos en empresas y hoy está en 100 salas de juntas y en manos de capacitadores que lo llevan en su bolsillo. Hemos vendido 30.000 TOMi en tres años desde México hasta Chile, le maquilamos a Norma y a Santillana, que salen con variaciones de contenidos que nos piden esas grandes marcas”.
A su primera versión, Accenture la reconoció como uno de los productos más innovadores en 2012. Después, Innova lo premió en 2013 como dispositivo tecnológico aplicable a cualquier sector. Y esa fue, en parte, una de las motivaciones por las cuales convirtieron su producto en una nueva fase. “Empezamos a ver que lo que estábamos desarrollando para el sector educativo era aplicable para el corporativo. Todo lo sorprendente que hicimos para el sector educativo lo vamos a llevar para el corporativo”.
La empresa, precisa Lopera, invierte el 25% de sus ganancias en investigación y desarrollo. Todo se trata de volver la pared interactiva, y si se puede hacer de una manera tan sencilla, por qué seguir con lo mismo de antes, se pregunta. A los maestros que los han comprado les ha cambiado la forma de enseñar por algo más de un millón de pesos, 10 veces menos de lo que cuesta un producto tradicional en el exterior. Esa es la historia de Juan Manuel, quien paradójicamente por falta de recursos no pudo acceder a la alta educación, pero ahora, a su estilo, la está cambiando y, además, haciendo más atractiva la forma en que las empresas se comunican.
* Crédito foto: Gustavo Torrijos para ElEspectador.