Pese a las amenazas de penas legales, la mayoría de la gente aduce que el contenido original es caro y que todavía sigue siendo fácil conseguir libros o películas sin pagar por ellas.
Por qué pagar para ver una película en el cine si podemos verla en casa, en la comodidad del sillón y comiendo o tomando algo rico. Por el solo hecho de que no todos los estrenos del cine están tan al alcance de la mano de un usuario común. Con un poco de paciencia, astucia en la búsqueda y una buena conexión a Internet, el living de casa puede ser una muy buena sala de cine.
Durante la década del ’90 y hasta entrado el 2000, la descarga de contenidos por Internet era tan accesible como la posibilidad de tomar un manojo de caramelos en un kiosco y nadie nos cobre por ello. Cada vez más personas aprendían los trucos necesarios para descargar contenido y poder disfrutar de películas, conciertos de rock, series y libros.
La fiesta del libre alberdío en la web vió su final cuando se intentó poner freno a un frensí totalmente ilegal que pasaba por alto los derechos de propiedad intelectual, la autoría y hasta los costos de distribución. El que quería ver una película debía pagar por ello, al menos pagando una suscripción a un servicio de streaming. Es así como nacieron los sitios como Netflix.
Pero no por imponer la ley se dejó de hacer trampa, ya lo dice el dicho: “Hecha la ley, hecha la trampa”. Al poco tiempo el ritmo de descargas volvió a subir y, como si nada hubiera pasado aquí, los informes emitidos por el Observatorio de Piratería dan cuenta de una práctica que parece hacer oídos sordos a las amenazas legales.
Llaves de acceso
Al parecer, el gran culpable es Google ya que todos cuantos buscan un contenido, lo hacen mayormente por este motor de búsquedas. El acto de googlear “películas gratis”, “juegos gratis” o todo lo gratis, remite a un sin número de sitios en donde el usuario tiene el desafío de hacerse asiduo o sortear una serie de artilugios, publicidades y sistemas de monitoreo virtual.
Pero lo cierto es que Google sólo se convierte en el mediador de aquellos continentes repletos de contenidos que no le son propios y que por tanto son piratas. Según el informe del Observatorio de la Piratería, en el año 2015, los usuarios accedieron a 4.307 millones de contenidos digitales de manera ilegal, esto incluye videojuegos, películas, música, series, libros y fútbol.
Para llegar a ese contenido no hay un sólo camino, sino más bien varios servicios, entre los que el estudio identifica los cyberlocker, espacio de hosting con servidores a los que acceden los usuarios para tomar el contenido (Uptobox y Uploaded.net), también está la modalidad peer-to-peer, en donde una red de computadoras pone a una de ellas como servidor de la otra, compartiendo archivos entre sí (Ares, Pirate Bay, Cuevana y BitTorrent), y el streaming ilegal, es decir, servicios que ofrecen transmisiones en vivo de ciertos eventos, programas o contenidos premium, pero sin la debida autorización para realizarlo (Roja Directa).
Al mercado de contenidos reales le cuesta unos 24.085 millones de euros, y la piratería representa una fuga de 1.669 millones de euros. Pero cómo se distribuye ese dinero según las descargas que se realizan de forma ilegítima. Si bien es prácticamente imposible saber cuánto es el contenido pirata, el estudio citado asegura que la descarga de películas y música llevan la delantera, mientras que también se accede de forma ilegítima a series, fútbol y libros, en este orden.
Ser o no ser consumidor de piratería
Todavía no existe en la sociedad una conciencia ante el consumo responsable en Internet, esto implica que todavía muchos hablan abiertamente de los sitios o las formas de acceder al contenido pirata, incluso varios usuarios se prestan al juego peer-to-peer del que hablamos más arriba.
Aunque hemos dicho en rasgos generales qué es lo que más se descarga, en la región latinoamericana también se ha hecho un estudio de la situación contra la Piratería de la Televisión Paga. El relevamiento realizado por NetNames analizó el consumo en países como Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Paraguay, Uruguay y Venezuela. Una de las conclusiones a las que se llegó es que la velocidad de Internet proporcionada en Uruguay convierte a este país en la mejor puerta de acceso al contenido pirata.
Para Michael Hartman, Vicepresidente Senior y Consejero General de DIRECTV Latin America, “Este es el primer paso necesario para crear conciencia sobre el problema y permitirá a los miembros de la Alianza dar a conocer la problemática y desarrollar estrategias para combatir esta forma de piratería.
El público de Sudamérica merece disfrutar de la gran variedad de contenidos audiovisuales que está disponible para el consumo, tanto en formatos tradicionales como online, pero la protección adecuada de la propiedad intelectual tiene que ser absoluta”.
Mientras esto no suceda, deambular por los diferentes sistemas de consumo de contenido ilegal sigue siendo una acción meramente cercada por las fronteras éticas, en donde será muy difícil sacarle a los usuarios el vicio de tomar un caramelo sin pagarlo cada vez que pasamos por el kiosco.