Una simple investigación que logró transformar un huevo duro a su estado natural podría ser la clave de este proceso.
Por Angela Bernardo para ThinkBig. Cuando se adjudicaron los primeros Premios Ig Nobel (la "otra versión" de los Premios Nobel) en 1991, buena parte de los galardonados eran reconocidos por su aspecto humorístico o inesperado. El año pasado, por ejemplo, una investigación destinada a saber qué ocurría en el cerebro de los que veían a Jesús en una tostada mereció el Ig Nobel en la categoría de neurociencia.
Hay descubrimientos científicos que rayan lo inverosímil. Algunos hallazgos nos despiertan una sonrisa, y sirven para preguntarnos: ¿por qué se ha investigado este trabajo? Un buen ejemplo sería el proyecto de la Universidad de California (Irvine), que ha logrado por primera vez transformar un huevo duro a su estado natural.
Podríamos pensar que su resultado es fruto de la mera curiosidad científica. Sin embargo, su trabajo va un paso más allá. Conseguir que un huevo duro vuelva a su estado inicial es, en realidad, un gran hallazgo para la biología. Y es que el huevo está compuesto de múltiples proteínas, que pierden su forma al someterlas a elevadas temperaturas durante la cocción. He aquí donde viene la parte más curiosa: si logramos que estas moléculas biológicas recuperen su estructura original, podríamos abaratar costes en la producción de diversas terapias contra el cáncer.
¿Qué tiene que ver un huevo duro con los tratamientos antitumorales? Buena parte de la investigación e innovación en biotecnología trata de reducir los costes de fabricación de los anticuerpos monoclonales. Estas terapias biológicas, muy utilizadas para combatir el cáncer de mama o el glioblastoma, son tremendamente caras y sensibles al proceso de producción.
Los anticuerpos no son más que proteínas, cuya estructura química se parece mucho a las moléculas que podemos hallar en los huevos. Si parte de la fabricación de estos tratamientos se altera, por ejemplo, por un exceso de temperatura, su manufactura debe ser interrumpida. "No es que estemos realmente interesados en el procesamiento de los huevos", explica el científico Gregory Weiss, "sino que existen problemas reales en los que proteínas se vuelven pegajosas en los tubos de ensayo y buscamos formas de recuperar ese material".
Aunque ya existían algunas técnicas antiguas que nos permitían devolver a las proteínas a su estado natural, resultaban demasiado caras y largas como para ser aplicadas a escala industrial. Necesitábamos metodologías más rápidas y baratas que nos permitieran reducir el coste en la producción de muchos tratamientos contra el cáncer.
Y entonces aparecieron los huevos. La idea de los científicos era recuperar la lisozima del huevo, una proteína que se encuentra en la clara con una estructura más o menos helicoidal, al estar formada por varias hélices alfa y una lámina beta extendida. Para hacerlo, añadieron urea a la mezcla con el objetivo de licuar el material sólido.
La parte visible había conseguido volver a una estructura bastante similar a la original. Sin embargo, a nivel molecular tuvieron que emplear una máquina diseñada en la universidad australiana de Flinders para que pudiera "desenredarse". Esta sencilla receta permitió deshervir el huevo, o al menos, una parte tan importante de este alimento como es la lisozima.
Su trabajo ha sido publicado en la revista ChemBioChem. Por increíble que parezca, deshervir un huevo (o revertir la lisozima a su estado natural) podría ayudar a ahorrar parte de los 160.000 millones de dólares que invierten industrias como la farmacéutica o la agrícola. Abaratar la lucha contra el cáncer parece un objetivo difícil. Pero cada vez está más cerca gracias a esta curiosa investigación con huevos.
Crédito imagen: Steve Zylius / UC Irvine