Durante años, China sirvió al mundo como fábrica para abaratar costos de producción. De paso, aprovechó de echarle una miradita a la tecnología extranjera y tratar de ponerse a la vanguardia de la innovación.
Las marcas chinas todavía no están muy presentes en Alemania. Huawei es una excepción. Cada vez convence a más personas que buscan un Smartphone, primero por el precio y luego por su calidad. Pero Huawei es más que una variante más barata de Apple. La empresa, fundada a fines de la década del 80 en la zona económica especial de Shenzen, se ha convertido desde hace tiempo en un consorcio tecnológico. Al igual que el otro consorcio chino de telecomunicaciones, ZTE, Huawei se cuenta también entre los líderes mundiales en cuanto a la propiedad de patentes.
En 2010, China rebasó a Alemania en lo tocante al número de solicitudes de patentes. Solo en Estados Unidos y Japón se registraron ese año más patentes. De las 650.000 presentadas en China, el 60% era de origen empresarial. “Esto nos indica que la transformación del sistema chino de innovación se ha consumado”, afirmó Philipp Böing, del Centro de Investigación Económica Europea, en un foro celebrado recientemente en Mannheim. Se refería con ello a la transformación de un sistema marcado por la economía planificada -donde la investigación se llevaba a cabo en institutos y estaba desvinculada de la producción- en uno con cuño de mercado, donde las empresas son los motores de la innovación.
Potencia tecnológica
“China tiene grandes ambiciones de convertirse en una nación tecnológica y actualmente va camino de lograrlo”, señaló Böing a DW, en el marco del foro de Mannheim. China dedica un 2% de su Producto Interno Bruto a la investigación y desarrollo, cifra superior al promedio de la Unión Europea. Claro que “el valor económico de las patentes no es parejo”, indica el analista, señalando que el de las patentes chinas es comparativamente inferior en promedio. De todos modos, Böing cuenta con que China alcance la cúspide mundial en un lapso de entre cinco y diez años.
Andrew Tylecote, de la Universidad de Sheffield, se muestra más escéptico. Reconoce que hay algunas firmas dinámicas, pero en general no considera que las empresas chinas sean innovadoras. Argumenta que una de las razones radica en que los mejores cerebros del país prefieren irse a trabajar al extranjero.
Albert Heuser, jefe de la región Asia-Pacífico de BASF, lo rebate, afirmando que eso ya no es así. Este consorcio químico alemán ha invertido 55 millones de euros en un centro de investigación y desarrollo de productos en Shanghai. Se espera que hasta 2020, una cuarta parte de los investigadores de BASF trabajen en la región del Asia-Pacífico, la mayoría de ellos en China.
Georg Schütte aboga por la cooperación
Georg Schütte, subsecretario del Ministerio alemán de Educación e Investigación, habla de una tendencia hacia la globalización de la investigación y el desarrollo de productos. Como respuesta, Alemania se propone emprender una cooperación con China en la materia. La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente chino, Xi Jinping, acordaron durante la primavera proclamar un año de innovación conjunta para el 2015. “En ese año queremos abordar especialmente temas como la urbanización, es decir, el desarrollo de grandes ciudades, y centrarnos en el medio ambiente, la producción de energía y la movilidad moderna”, indica Schütte a DW.
Estos son campos en los que Alemania exporta tecnología a China, pero en los que este país podría volverse pronto un competidor. No obstante, Schütte considera que es mala idea cerrar las compuertas por miedo a la competencia. Y cita un ejemplo: recientemente se detectó un problema de seguridad en el router WLAN Fritzbox, que solo pudo ser subsanado reemplazando una pieza defectuosa alemana por una de Huawei.