El creador de Co-Society declaró a MBA & Educación Ejecutiva que las turbulencias financieras pueden limpiar los malos hábitos y cambiar el modelo económico en la nación ibérica. No es todo. Junto con afirmar que hay “más emprendimiento que nunca” gracias a dichas vicisitudes, también asegura que el mecanismo para estimular las nuevas empresas “no es la subvención, sino la compra de servicios”.
De visita en Chile para participar en el Follow Quinta -evento organizado por el Instituto 3IE de la Universidad Técnica Federico Santa María y que busca el encuentro entre emprendedores-, el destacado empresario español Alfons Cornella conversó con MBA & Educación Ejecutiva sobre Co-Society, una de sus propuestas más recientes y que, fundada en la cooperación de distintas compañías, pretende ser un espacio que dé origen a innovaciones disruptivas y nuevos productos en eventos que se concretan a lo largo del año.
Convencido de que la crisis que afecta al país ibérico ha favorecido el surgimiento de proyectos de negocios, asegura -muy por el contrario de lo que muchos piensan en esta parte del mundo-, que el camino para impulsar el emprendimiento no es la subvención estatal. En esta entrevista también entrega su opinión respecto al contexto latinoamericano: “Sigue habiendo un gran emprendimiento de subsistencia en algunos países”, dice. Sus palabras no dejan indiferente.
¿En qué consiste y qué alcances tiene Co-Society?
Empezó hace dos o tres años. Es un experimento para demostrar que, si creas determinadas condiciones, las empresas colaboran. Muchas cooperaciones de este tipo han resultado de un accidente, pero creemos que, si das lugar a las condiciones, esa acción puede ser más sistemática.
¿La colaboración es entre compañías grandes, consolidadas?
En la etapa en que estamos ahora, son grandes y medianas. Lo que nosotros hacemos es desarrollar métodos, instrumentos y mecanismos para que puedan explorar proyectos conjuntos. En un evento que haremos este verano (boreal) introduciremos startups, porque se viene una ola muy interesante de innovación que surge de la combinación de grandes firmas, que tienen mercados, con pequeñas, que tienen ideas.
Co-Society funciona también en Dinamarca, desde hace un año y medio, y lo estamos presentando en otros lugares. La metodología consiste en que, dos o tres veces al año, hacemos un evento, una reunión (...) para permitir a las empresas participantes explorar qué pueden hacer con las otras.
¿Cuáles son las condiciones a las que se refiere?
Una es que el equipo esté preparado. Nosotros hacemos la invitación de entre las firmas que vamos conociendo. Cuando encontramos un equipo que puede entender la idea, le proponemos que integre Co-Society. Esto lo hace más complejo porque a veces hay que decir que no. Buscamos proactivamente qué equipos pueden intervenir.
Otra condición tiene que ver con lo que se hace en el evento mismo. Tienes que cambiar, en cada reunión, el modelo o instrumento para ir probando maneras en que las firmas se contacten. Hemos desarrollado juegos, softwares, tipos de workshops, siempre pensando en levantar los activos de las empresas. Esto apunta a hacerles pensar no sobre lo que hacen sino en lo que podrían hacer. Si se les ayuda a detectar las capacidades que tienen, es muy posible que puedan aparecer sumas. Por lo tanto, nuestro trabajo se orienta a identificar equipos que quieran colaborar, a ayudarles a descubrir sus activos y en hacer eventos en los que esos activos se puedan cruzar.
La crisis y el emprendimiento en España
Con una España en crisis, ¿cómo evalúa el emprendimiento y las políticas de fomento en su país?
Como siempre, depende de dónde se miran las crisis. La actual es financiera, no es de actividad...
Pero la actividad ha bajado a tal punto que el desempleo supera el 25%.
Sí, pero hay un 25% de economía sumergida. Lo que cambia son los modelos económicos, no la estructura. Lo explico de otra forma: el problema es que en España hubo una burbuja inmobiliaria que llevó a un sobreendeudamiento de las familias y los bancos, a lo que no se ha podido dar respuesta. En el momento en que la banca no tiene dinero para poder responder a sus compromisos internacionales, tienen que reducir el crédito y, cuando eso pasa, las empresas no pueden tener actividad. Así, se produce desempleo. ¿Qué ha ocurrido ahora? Que hay más emprendimiento que nunca. Mucha gente que antes podía encontrar trabajo en una gran compañía, ahora quizás se ve obligado a buscarse la vida. En esa línea, la crisis tiene una lectura muy positiva en la que personas que antes no se habrían planteado lanzar algo adelante, ahora lo está haciendo.
La otra lectura positiva es que el mejor indicador es el de la exportación. Es decir, España tiene una capacidad industrial todavía suficiente con estímulo para innovar y competir en los mercados internacionales. España es barata ahora y empresas industriales, como las de maquinaria intermedia, hoy son mucho más competitivas. He hablado con personas de firmas que han tenido un año récord.
Entonces, la respuesta es que, justamente por la crisis, hay más razones para emprender. Y hay también otras formas, quizás más duras y no recurriendo a fondos públicos, sino teniendo que demostrar a inversionistas privados que aquello que se propone tiene sentido. Yo, por tanto, estoy encantado con la crisis; creo que limpia los malos hábitos y un modelo económico que estaba basado en el crecimiento en servicios, en turismo, etcétera.
Ese emprendimiento que está en su peak, ¿va necesariamente ligado a innovación?
Seguro. No se puede tener éxito hoy si no es innovando; el mercado es muy competitivo (…) Imaginemos que tengo un hotel y, si quiero sobrevivir al momento actual, tengo que ser muy innovador. Mi propuesta tiene que atraer a turistas con dinero donde un caso muy concreto son los rusos o los chinos.
Hay un sector del turismo español que está en alza gracias a ellos. En partes de Barcelona están haciendo el negocio del siglo, porque están atrayendo a chinos que van a buscar arte por ejemplo. Y como tienen bolsillos muy grandes, arrasan con todo cuando pasan por las tiendas de lujo de la ciudad. A lo que voy es a que hay posibilidades si el emprendimiento es innovador. Un emprendimiento convencional, como un bar en la esquina, no va a prosperar.
¿Los recortes han afectado a los programas públicos de apoyo al emprendimiento?
Algunos sí, otros no. Ciertos instrumentos han incrementado la dotación. De todos modos, creo que lo que estamos aprendiendo es que el mecanismo para estimular el emprendimiento no es la subvención, sino la compra de servicios. La mejor forma de que un emprendimiento pueda mejorar es que se le compre su producto o servicio (por parte del Estado o municipios, por ejemplo). Subvencionar es, de cierta forma, alargar su período de incubación. En cambio, al comprar su oferta significa que lo inyectas directamente en el mercado.
Algo así está ocurriendo en Escandinavia. Una manera de estimular la aparición de emprendedores en Suecia es ésta. Si una ciudad se está planteando cambiar las farolas, pues que (las autoridades) se las compre a un emprendedor que utilice led en vez de bombillas (ampolletas) convencionales.
Hoy vemos mucho movimiento de capital privado que está buscando buenas oportunidades y, si eso sustituye al capital público, me parece fantástico. Mientras más gente de empresas invierte en emprendedores, mejor, porque el criterio que utilizan es más realista. El país cambia cuando eso sucede. Ese es un momento fundamental.
América Latina
En su exposición en el Follow Quinta habló de “actitud emprendedora”. ¿Cuál es la visión que tiene respecto a ese concepto en Latinoamérica, teniendo en cuenta que hasta hace unas décadas el emprendimiento era casi exclusivamente de subsistencia?
Lo que sé es que sigue habiendo mucho emprendimiento de subsistencia en algunos países, como Brasil y Paraguay. Hay un montón de economía sumergida, informal, que no paga impuestos. En Sao Paulo, en determinadas horas, la gente sale con un carretón a vender cualquier cosa. Ese, por cierto, es el mismo modelo de crecimiento en naciones africanas, donde vemos un boom económico tremendo, pero no hay fiscalización, no generan impuestos, y por eso no repercuten.
En segundo lugar, pienso que no tiene sentido hablar de una diferencia cultural en términos de emprendimiento e innovación, porque en todos los lugares encuentras empresas buenas y otras malas. Por eso soy más partidario de hablar de compañías con nombre y apellido que de firmas pertenecientes a un territorio. Si me preguntan cómo le va a la empresa española, no tiene sentido. Hay unas a las que les va mejor que nunca; igualmente, hay otras que tendrán que cerrar porque no son competitivas.
Lo importante es hacer un mapa de aquellas que van bien y entender por qué van bien, sin pensar en un promedio. Si se quiere ayudar a Chile a ser una nación emprendedora e innovadora, lo mejor es hacer ese mapa de las que lo hacen bien y por qué, para aprender por qué les va bien. No creo que haya gran diferencia, a nivel cultural, entre una compañía chilena, una danesa y otra de Singapur.
¿Cómo evalúa las políticas de emprendimiento vistas en las región?
Humilde y sinceramente creo que deberían estudiar los éxitos y fracasos de otros países. Lo que ocurre es que como Latinoamérica está en un momento de crecimiento, en algunas naciones debido a recursos naturales y en otros porque son competitivos en costos, el flujo de dinero puede llevar a repetir esquemas que no son buenos como el de las subvenciones sin control. He visto que hay gobiernos con muchas ganas de promover la innovación, pero no son eficientes haciéndolo.
Estuve en Colombia el lunes (18 de marzo) en una reunión con empresarios. Ellos se quejaban diciendo que, a pesar de que el Estado ponía dinero, les tomaba meses asignar al beneficiario. Si es así, ¿para qué sirve? Veo ganas de generar estímulo, pero creo que deberían hacerlo bien. No vale tener mucho dinero, sino administrarlo bien.