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Germán Coloma: “La forma de hablar tiene valor económico”
Martes, Septiembre 28, 2010 - 11:27

Este economista argentino identificó correlaciones entre características regionales del español hablado e ingresos. La clave: el prestigio de ciertas formas de habla de cada país.

En las oficinas de las grandes compañías de América Latina cada vez es más frecuente la presencia de ejecutivos extranjeros, por lo que las tonalidades y giros lingüísticos son más variopintos y entretenidos.

Sin embargo, a juicio de Germán Coloma, profesor de economía de la argentina Universidad CEMA, cada una de esas diferencias tiene un valor económico distinto, pues –según investigó– existe una clara correlación entre el uso de algunas características fonéticas del español y los ingresos de esos hablantes.

En concreto, Coloma tomó cinco características fonéticas: seseo (la no distinción entre “z” y “s”), yeísmo (la no distinción entre la “ll” y la “y”), aspiración de la “s”, rehilamiento de la “y” (la característica forma bonaerense de pronunciar esa letra) y la aspiración de la “j” (“caha” en vez de “caja”, tal como diría un caribeño) y las puso en relación con las 10 variedades fonéticas del español, distribuidas geográficamente como: peninsular estándar (parte de España), mexicano-centroamericano (México, Guatemala, El Salvador, Honduras y Costa Rica), andino tradicional, andino moderno (estos dos últimos presentes en parte de Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia), chileno, paraguayo (Paraguay y parte de Argentina), rioplatense (Uruguay y parte de Argentina), caribeño y andaluz-canario (parte de España), obteniendo que cada característica fonética tiene un valor, que se expresa en el PIB per cápita de las regiones de América Latina y España donde se usan o no.

En simple: la forma de hablar de usted, tiene valor.

¿Cuál es la causalidad entre los usos fonéticos de cada país e ingreso?

Si bien mi investigación se limitó a establecer que existen correlaciones, sin establecer causas fehacientes, la sociolingüistica puede aportar una hipótesis en relación al prestigio que cada forma de habla tiene. Así, los lingüistas lo han trabajado con el habla de clases al interior de las sociedades.

Desde la economía, mi aporte tiene que ver con lo que llamamos “precios hedónicos”, que es la manera mediante la cual establecemos cuánto más estamos dispuestos a pagar por una característica no fundamental –por ejemplo– el aire acondicionado de un auto. O sea, establecer el valor adicional por característica.

Con esto, no quiero decir que si un ejecutivo latinoamericano empieza a marcar las zetas, va a tener más ingresos, pues no me he sumergido en el nivel micro, pero lo que sí sabemos es que esa característica lingüística está asociada a más ingresos y –por lo tanto– es más prestigiosa y tiene un valor.

¿Es posible asociar esto al sentido común, que indica que si uno proviene de países más ricos y prestigiosos, tiene ventajas sobre un postulante de un país menos rico y prestigioso?

De alguna manera sí. Comprendo que esto puede generar estigmas, pero creo que el valor económico de ciertas características de habla está estrictamente asociado al ingreso. Esto se puede ver con los inmigrantes españoles que llegaron a Argentina en la primera mitad del siglo XX, cuyo acento era despreciado por la sociedad porteña, que hasta inventó los chistes de gallegos. En cambio, ahora, con la superioridad económica de España, esas mismas características lingüísticas son apreciadas.

Es frecuente ver que hay personas de ciertas nacionalidades que pierden más rápido el acento que otras de otros países, que se esfuerzan por conservar sus modos de habla

¿Es posible que esto esté asociado a una intuición en torno al valor que tienen las distintas formas nacionales de hablar?

Sí es posible que haya estímulos así. Uno lo puede ver en algunos argentinos que viven fuera del país que no sólo mantienen su acento pese a los años, sino que lo exacerban, pues están en el entendido de que esa forma de hablar es más prestigiosa. Aunque no sé cuánto va a durar eso, pues es posible que en algún momento sea mejor visto hablar como chileno y sean éstos a futuro quienes más se resistan a cambiar su acento en el extranjero.

En todo caso, el análisis que hago tiene que ser complementado con otros estudios. Por ejemplo, una de las críticas que me hicieron fue en relación al valor distinto de una misma forma de habla en Colombia y Venezuela. Mientras que las características caribeñas son menos prestigiosas en Colombia, pues esas partes del país son menos ricas, en Venezuela es al revés, y las formas andinas, son consideradas en menos, pues corresponde a las zonas más pobres de ese país.

Autores

Andrés Almeida