Las principales consultoras ya proyectan entre 20.800 millones y 38.500 millones de dispositivos IoT conectados para el año 2020. ¿Cómo responderá nuestra región a este desafío?
Durante los últimos años hemos escuchado una y otra vez de la llegada de Internet de las Cosas, una red que promete unir objetos físicos, máquinas, personas y dispositivos por medio de aplicaciones, datos y servicios inteligentes. Esta tendencia definitivamente suena como un realidad completamente futurista, especialmente si tenemos en cuenta el estado de desarrollo de nuestra región, donde aún nos encontramos en el boom de teléfonos inteligentes.
Ante este escenario, ¿qué le espera realmente a Latinoamérica con Internet de las cosas? Según indica el reciente reporte "Internet de las Cosas en América Latina" de 5G Americas, diversas consultoras proyectan entre 20.800 millones y 38.500 millones de dispositivos IoT conectados para el año 2020.
Solamente con este escenario, uno de las principales áreas que podría verse afectada son las telecomunicaciones. El avance de IoT requerirá que cada usuario y dispositivo esté identificado sin importar la tecnología de acceso. Así, se deberá poder gestionar el tráfico que crecerá de forma muy importante, proveer rutas robustas, asegurar la confidencialidad, permitir la autoconfiguración de los dispositivos y permitir la priorización selectiva del tráfico.
Si tenemos en cuenta que América Latina ha tenido falencias en la entrega de espectro radioeléctrico, esto obviamente podría ser un problema. De acuerdo a este informe, en promedio, los gobiernos latinoamericanos han entregado 330 MHz para servicios móviles, es decir, el 25,38% de los 1300 MHz recomendados por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) para el año 2015. Una cifra que cae al 19,19% si se toman en cuenta los 1720 MHz recomendados por el organismo internacional para el año 2020.
Y esto es solo un punto, a la necesidad de contar con una infraestructura potente, se suma la necesidad de crear una nueva regulación. Este punto podría ser la principal piedra de tope al momento de utilizar esta tecnología en nuestra región.
"El mundo está cambiando rápidamente hacia un ambiente en el que un número creciente de máquinas, como cámaras de vigilancia, redes de suministro eléctrico, automóviles, sensores hogareños e industriales, entre otros, estará conectado sin necesidad de la mediación de las personas. Esta transición afectará no sólo a las telecomunicaciones en sí, sino que a un gran número de diferentes mercados verticales, economías y esferas de la vida humana. Existe el riesgo de que una regulación excesiva, o pobremente diseñada, podría desacelerar las enormes oportunidades de crecimiento de IoT en la región. Por ese motivo, es necesario que todo el ecosistema de actores dialogue y colabore con los reguladores acerca de este importante avance tecnológico", indicó José Otero, Director de 5G Americas para América Latina y el Caribe.
En este contexto, existen distintas posiciones a nivel regional e incluso nacional. Algunos sectores sostienen que la intervención del Estado no es recomendable para una industria que está comenzando a desarrollarse, mientras que otras voces señalan que la regulación es importante para generar confianza pública y garantizar competencia de mercado.
Existe el riesgo de que una regulación excesiva, o pobremente diseñada, podría desacelerar las enormes oportunidades de crecimiento de IoT en la región.
Pero, ¿qué deberíamos hacer en Latinoamérica? De acuerdo al informe, es aconsejable que los mercados latinoamericanos comiencen a dar sus primeros pasos en la Internet de las Cosas sin una regulación específica. Adicionalmente, es muy posible que la IoT fuerce la revisión de algunas regulaciones actuales en países de la región, como la neutralidad de red y la administración propietaria de la información que puede ser requerida por aplicaciones relacionadas con la salud y los autos conectados.
“La fragmentación y complejidad del ecosistema IoT y sus muchos acercamientos tecnológicos hace que sea un desafío, sino un poco peligroso, que los reguladores sean prohibitivos en sus mandatos o favorezcan tecnologías específicas. Además, las consideraciones clave de las políticas públicas deben ser hechas para la soberanía y privacidad de la información y para la seguridad. Para apoyar el crecimiento progresivo de IoT, los gobiernos deben también considerar un enfoque impositivo balanceado en elementos cruciales del universo IoT, como módulos de acceso de red, importación de componentes y dispositivos, software y torres de comunicaciones”, señala Andy Castonguay, analista principal de Machina Research.
Los puntos en contra
No obstante, antes de llegar a cualquier etapa regulatoria, los países de América Latina deben trabajar en facilitar la llegada de las tecnologías que componen Internet de las Cosas. Actualmente, según el estudio de 5G Americas, varios de los países de la región cuentan con altas cargas tributarias sobre las telecomunicaciones, especialmente las móviles, lo cual afectará la implementación de servicios IoT.
Gran parte de estos impuestos recaen en terminales, con mercados como Brasil, Argentina, República Dominicana, Uruguay, Chile y Bolivia superando el promedio mundial, de alrededor del 22%. A su vez, México, Argentina, Brasil, Panamá y Colombia, por ejemplo, cuentan con tasas impositivas al servicio móvil que van desde un 3% hasta el 10%.
A esto se suma la situación macroeconómica actual de la región, que difiere de la que existió durante la primera década del siglo y que se presenta como un escenario económico restrictivo para gobiernos y empresas, que puede frenar las adopciones tecnológicas.
¿Qué nos juega a favor?
Sin embargo, no todo está perdido. De acuerdo a la consultora Machina Research, se estima que América latina exhibirá una tasa de crecimiento anual compuesto de Internet de las cosas de 26,95% durante el periodo 2014 – 2024. En esta década, el total de líneas pasará de alrededor de 14,6 millones hasta cerca de 160 millones a nivel regional.
Esto se debe a diferentes factores. El primero es el gran crecimiento que sufrirán las redes LTE. Se estima que para fines de 2016, América Latina tendrá un total de 729 millones de líneas móviles, de las cuales 83 millones corresponderán a LTE. En tanto, para 2020 esta tecnología será la de mayor crecimiento en la región con un total de 277 millones de accesos. Una red que, además, será opción más cercana al mercado para ofrecer Internet de las Cosas.
Por otro lado, otro punto que juega a favor en la región es que el consumidor latinoamericano es proclive a adoptar nuevas tecnologías. El avance de LTE y el uso masivo de redes sociales son claros ejemplo de ello.
A esto se suma el desarrollo de ciudades inteligentes en América Latina, como ejemplo es el caso de Medellín (Colombia), Buenos Aires (Argentina), Puebla (México) y Cártago (Costa Rica). Un tipo de desarrollo que implica servicios públicos modernos y conectados (alumbrado público, seguridad, estacionamiento, entre otros), lo cual sienta las bases para la expansión de IoT.
Una tendencia que también se ha visto beneficiada por el impulso a iniciativas de startups tecnológicas. Dentro de la región dada vez más, las autoridades nacionales toman nota de la importancia de la industria de las aplicaciones. Algo que se puede ver con iniciativas como App.co en Colombia, Startup Chile o la recurrente organización de “hackatones” en diferentes ciudades de América Latina.
“Los pronósticos para América Latina reflejan un universo dinámico de soluciones que utilizan un mix de diversas tecnologías de conexión incluyendo opciones fijas, celulares, satelitales e inalámbricas de corto alcance. A pesar de las incertidumbres económicas actuales en mercados clave, nos mantenemos optimistas en la adopción a largo plazo de soluciones IoT en la región, en tanto las compañías continúan reconociendo el valor de los datos IoT en sus organizaciones”, explica Castonguay.
Sí, el mercado IoT en América Latina es incipiente, aunque desde los operadores móviles comienza a vislumbrarse como una nueva fuente de ingresos y oportunidades. Por otro lado, los gobierno comienzan a ver estas tecnologías como una opción para cerrar la brecha digital y ofrecer nuevas oportunidades de desarrollo en áreas como educación, salud, gobierno y transporte. Solamente falta comenzar a trabajar y prepararnos para este escenario futurista, que cada vez parece más una realidad.