El más grande evangelista de Linux, y presidente de Linux International, cuenta su visión con respecto a la influencia del software libre como herramienta política, y de qué forma se está utilizando y se utilizará en Latinoamérica.
“Mirar al software libre como algo comunista o socialista creo que es maravilloso pero es falso: el software libre es algo capitalista”. Frases provocadoras como esta, en contradicción con las corrientes que ven en el software libre una ideología política de inclusión social, le valieron a Jon Hall el apodo de ‘perro rabioso’ (‘Maddog’ en inglés), apodo que lleva desde hace años por todo el mundo mientras pregona sobre las virtudes del software de código abierto.
Además de ser uno de los pioneros de la computación de fines de los ’60 y un gurú de la informática en los años posteriores, el director ejecutivo de Linux Internacional promueve desde esa organización el uso del software libre, actividad que volvió a traerlo a Buenos Aires para participar de la Conferencia Internacional de Software Libre CISL2012, donde dialogó con Télam.
-Si tuviese que elegir sólo uno: ¿Cuál es el objetivo de Linux Internacional?
-Promover Linux. Somos una organización de marketing, no producimos nada, sólo buscamos promover Linux en particular y el software libre en general. Hace unos años nos dedicábamos a hacerle entender a la gente el concepto del software libre, y las compañías nos acusaban de comunistas, decían “con esto no se puede hacer dinero” o “no es buen software”. Ese momento ya lo pasamos, ahora se trata más de informar sobre cómo se hace, cuáles son los pasos, cómo se hace la transición hacia el software libre. La gente necesita ayuda con eso. Hay empresas que vienen y nos dicen: “queremos pasar todo a software libre”. Pero no es esa la forma. Si tienes algo que funciona perfectamente bien y tienes las licencias pagas, con equipamiento relativamente nuevo, el personal capacitado y todo es estable, bueno, no tiene sentido. En cambio si tienes un sistema que está quedando viejo, que a veces se rompe, que hace el trabajo más difícil, si ya es hora de comprar nuevas licencias y más aún, si eso implica renovar los equipos por otros más rápidos y potentes, lo que supone un gran costo en hardware, bueno, ese es el momento de optar por el software libre.
-¿Cree que el concepto del software libre ya está entendido en el mundo?
-Todavía no está realmente entendido, mucha gente se concentra sólo en el bajo costo de esto, en su parte gratuita. Escribí mucho de esto y no sé si no se leyó o no se entendió o qué fue lo que pasó. Para mí esto es obvio… algo que vengo haciendo últimamente es decirle a los que desarrollan software libre, a los que escriben código y hacen cosas fantásticas, que no le pongan a su trabajo el mínimo precio posible porque están devaluando su propio trabajo como programadores. Cuando le pones precio a tu software le estás poniendo precio a tus servicios. Pero hay que pensar en el valor de tus servicios y no tener miedo de poner precios acordes al valor.
-¿Cuál es su opinión de que países como Ecuador y Venezuela hayan adoptado el uso del software libre como políticas de Estado?
-Hay un montón de gente que se confunde y piensa que el software libre es un movimiento político. Pero no, en realidad es un movimiento económico. Tienes el socialismo, el comunismo, marxismo, cooperativismo, el capitalismo, en el que vivimos hoy, democracia, república… esos son aspectos políticos. Por eso, mirar al software libre como algo comunista o socialista creo que es maravilloso pero es falso: el software libre es algo capitalista. Puedes hacer dinero con el software libre, podés utilizar licencias abiertas pero contratar servicios, programación, experiencia. Y de hecho, vas a ahorrar dinero al ahorrarte licencias. El software libre te puede dar excelentes soluciones porque puede ser mejorado por cualquiera, y es tuyo.
-Hablando de licencias, ¿qué piensa de la llamada “guerra de licencias” que está enfrentando a compañías tecnológicas como Samsung contra Apple u Oracle contra Google? ¿Puede ser un freno para la innovación?
-Los únicos que ganan en esa guerra son los abogados. Las compañías están gastando millones de dólares en honorarios… ¿Para qué? Apple dice: “nosotros tuvimos la idea de una tableta finita y liviana que la gente pueda llevar a todos lados”. Pero el asunto alrededor de las patentes es que se supone que no sean obvias. ¿O acaso todos los demás quisieron hacer una tableta que sea gruesa y pesada? Esto no es así. Hace 20 años, cuando yo trabajaba en Digital, tenía una idea sobre la computadora del futuro, y era una tableta liviana y finita. Además, esto está costando mucho dinero, lo que significa que Apple tiene que aumentar el precio de sus productos para recuperar el dinero, y lo terminan pagando los consumidores.
Lo que verdaderamente odio de las patentes del software lo suelo explicar con este ejemplo: imaginemos a Miguel Ángel pintando la Capilla Sixtina, pasando mucho tiempo acostado pintando y pintando hasta que termina. De repente llega Leonardo Da Vinci y dice: “que hermoso lo que hiciste, pero vas a tener que volver a empezar porque la semana pasada patenté esa pincelada”. ¿Y cómo puedes diferenciar una pincelada de otra? Lo mismo pasa con el software, hay más de 60 mil patentes de software… ¿Cómo puodes escribir un código teniendo en cuenta que hay 60 mil códigos patentados?
-¿Y qué pasa con los intentos de regular la transferencia de archivos que tienen derecho de autor, como SOPA, PIPA, OPEN, ACTA, etc?.
-Hay una serie de problemas asociados a eso. El principal es que están tratando de criminalizar a la gente que traslada información de un lado a otro. Creo que hay sólo dos grupos de gente que podrían ser penalizados. Uno es el de aquellos que suben los archivos protegidos a sus servidores. ¿Pero qué pasa si el servidor está en otro país que no tenga leyes de derecho de autor? En este caso, estas personas no están violando la ley, y por lo tanto es perfectamente legal lo que hacen. El otro grupo está compuesto por los clientes, los que leen, los que miran, los que usan. Si están en un país que no tienen leyes de copyright, entonces es perfectamente legal para ellos también. Pero si están utilizando ilegalmente copias protegidas con copyright, en todo caso se los puede arrestar a ellos. Pero no a los proveedores de internet, estos no son culpables. Estas son las cosas que hacen que estos intentos de legislar sean una locura.
Otra locura es que estén tratando de aplicar medidas estadounidenses en otros países. Las tratan de aplicar a todo el mundo, pero internet no pertenece a los Estados Unidos. No importa lo que se diga ni lo que haya hecho Al Gore, internet pertenece al mundo. Y el hecho de que muchas agencias estadounidenses se encarguen de brindar los nombres y las direcciones, no significa que puedan legislar e imponer su moral al resto del mundo.
-Hace dos años vino a la Argentina a presentar el Proyecto Cauã, que se lleva adelante en Brasil. ¿Cómo marcha ese proyecto?
-El Proyecto Cauã está bien y mal, ambos. Tiene muchos objetivos, uno de ellos es crear trabajo y usar para ello, tanto como sea posible, desarrollos locales. En este punto hay que resolver varios problemas. Los componentes que necesitamos se producen en Brasil pero en cantidades muy pequeñas, y en realidad necesitamos muchos. Ahora estamos en el momento de ver cómo resolvemos esto. Tuvimos que dar un paso atrás. Nos equivocamos no en la tecnología, sino en creer que los “geeks” pueden ser emprendedores.
-¿Sigue circunscripto a Brazil o se expandió a algún otro país?
-El plan siempre fue extenderlo a toda Latinoamérica, pero elegimos empezar en Brasil por un par de razones. En primer lugar, Brasil tiene un montón de gente con experiencia en el software libre. Y en segundo lugar, es un país con 194 millones de personas. Podríamos haber empezado con Costa Rica, que tiene 4 millones, pero la parte dura de hablar con el gobierno, con las asociaciones bancarias, etc., la íbamos a tener que hacer igual, por lo que mejor es hacer el esfuerzo y que se vea beneficiada mucha más gente. Además está el hecho de que muchos países miran a Brasil para ver que está haciendo, y si el plan es exitoso allá, se puede ser en otros países.
-¿En qué otro proyecto está trabajando?
-Cauã es el proyecto más grande en el que he trabajado… también estoy con unos cuantos proyectos pequeños. Justo ahora estoy con uno en el que le trato de mostrar a la gente cómo pueden tener una educación universitaria completamente libre, que más que un proyecto es una serie de charlas que estoy dando y artículos que estoy escribiendo. Sé que en Argentina no tienes que pagar para ir a la universidad, pero eso no significa que la universidad sea libre. Hay muchas alternativas, y para eso hay que separar el aprendizaje en dos partes: por un lado el aprendizaje en sí, durante el cual adquieres el conocimiento. Y por otro lado la certificación, el momento en que la organización universitaria te evalúa y determina si sabes lo que sabes. Si separás las dos partes, es fácil aprender la educación porque hay tanta información disponible en Internet, libre…. Varias universidades como el MIT y Stanford publican sus cursos. Y hay muchos proyectos académicos y otros como Project Gutenberg, que pone a disposición un número enorme de libros online. Y esto continúa creciendo día a día. Así, la persona que quiere aprender puede ir a la universidad y pedir la currícula, y ahí le informan que para tal carrera debe cursar tales materias en tal orden y leer tales libros. Y así se puede obtener la información.
Cuando yo estudié Ciencias de la Computación, en 1969, la computadora más barata que podías comprar salía US$2.500.000. Hoy tengo esto, una Raspberry Pi, que es una computadora de US$34 desarrollada en la Universidad de Cambridge. (Saca de su bolso una placa del tamaño de un celular, delgada, con distintos puertos). Tiene USB, HDMI, la puedes conectar a la televisión o al equipo de música. En internet, por ejemplo, está lleno de artículos que te explican cómo construir esto.
-¿Sabe cuánta gente en el mundo usa Linux?
-Es muy difícil de saber. ¿Qué consideramos como Linux? ¿Android, por ejemplo? Estamos viviendo algo así como la tormenta perfecta. En octubre de 1991 hubo una tormenta en el noreste de los Estados Unidos en la que se juntaron dos huracanes y fue una de esas tan potentes que sólo se ven una vez cada 100 años, y se llamó la “tormenta perfecta”. Bueno, creo que hay ahora una de esas en la computación, y una de las causas es que la gente ya no piensa que el Windows de Microsoft es la única interface que se puede usar. Navegadores Web, distintos tipos de iOS, Android… para la gente se están volviendo familiares, al igual que nuevas formas de relacionarse con las computadoras. Todo esto va a romper el monopolio de Microsoft.
El segundo aspecto es que esto (señala la Raspberry Pi) me costó US$34. ¡No voy a pagar US$400 por Microsoft Office ni voy a pagar US$80 por un sistema operativo para meterle! Lo puedo conectar a la televisión y tener un TV inteligente, así que no se la voy a comprar a Samsung o a LG, no tengo que estar encerrado en el código que ellos ponen ahí, ni pagar sus servicios ni subir sus actualizaciones. Puedo ser independiente de ellos.
-¿Después de esta gran tormenta va a cambiar la forma en que la gente interactúa con la tecnología?
-No creo que vaya a haber un cambio sino que mucha más gente se va a conectar a Internet usando software libre. La gente que hoy usa Microsoft quizás lo siga usando. Pero hoy en día hay en el mundo hay mil quinientos millones de computadoras de escritorio y hay 7 mil 300 millones de personas, lo que significa que quedan 5 mil 800 millones de personas, muchas de las cuales no hablan ninguna de las 5 lenguas principales del mundo, no hacen negocios en la forma en que se hacen en Occidente y no conforman individualmente grandes mercados como para atraer la atención de Microsoft. Esta gente va a usar software libre… 5 mil 800 millones de personas.
-Si lo tuviese que resumir en una sola frase: ¿por qué optar por el software libre?
-Te lo puedo decir en una sola palabra: control. Lo opuesto a la libertad es la esclavitud. Cuando eres esclavo no puedes decidir qué hacer, dónde ir, con quién casarte… no eres tu dueño.
Cuando eres un esclavo del software, no eres dueño del software, el dueño es otro: te dicen cuándo actualizar, dónde comprarlo, cuánta gente lo puede usar, cómo usarlo. La libertad del software te permite tener el control.