Películas, bandas, tecnología, y emprendimientos. Prácticamente todo puede financiarse mediante el crowdfunding, un método que lleva un par de años operando en Estados Unidos y Europa y que permite la fundación y el desarrollo de proyectos gracias a los pequeños aportes de miles de personas, que con apenas un par de dólares, pueden ser parte de ideas que en otras épocas difícilmente obtendrían recursos.
En la antigüedad los artistas y científicos que necesitaran capital para desarrollar sus proyectos tenían mínimas opciones. Si no provenían de una familia acomodada o contaban con una fuente de ingreso permanente, la miseria o la incapacidad material eran muy frecuentemente el verdugo de sus aspiraciones. Sin embargo, el Renacimiento surgió con una figura cuasi divina para este sector: los mecenas, familias adineradas que solventaban estas propuestas y que permitieron a artistas como Donatello y Miguel Ángel, entre otros, aportar con sus obras para lograr el fin del oscurantismo.
La situación para los emprendedores de los tiempos actuales no es tan distinta a lo que era antes, aunque los mecenas son más una figura burocrática y regida por la oferta y la demanda y no por el altruismo. Eso por lo menos hasta que comenzó a tomar forma la figura de crowdfunding, un método de financiamiento que viene a revivir instancias como las recaudaciones colectivas que han existido lárgamente en la historia humana.
El crowdfunding es, someramente, un sistema de financiación colectiva basada en pequeños aportes monetarios, realizados por una comunidad muchas veces anónima que se moviliza en función de su interés por el buen término del proyecto más que en la ganancia que de él pudiera obtener. Aún así, muchas veces se ofrecen recompensas como ediciones especiales del producto, invitaciones a participar de su realización, o incluso la aparición en los créditos.
Internet, como en casi todos los fenómenos sociales de los últimos tiempos, se ha vuelto un caldo de cultivo para este tipo de iniciativas y ya existen varias estrategias y sitios que sirven como intermediarios para lograrlas. Entre ellos, Kickstarter, IndieGoGo, RocketHub y Flattr.
Uno de los primeros ejemplos conocidos del crowdfunding fue la banda británica Marillion, cuyos fans financiaron, en 1997, completamente un gira por Estados Unidos con donaciones realizadas a través de una campaña en línea, logrando obtener U$60.000 en tan sólo unas semanas. La banda continuó usando esta estrategia durante mucho tiempo.
Otro de los más conocidos ejemplos es el sitio Million Dolar Homepage, en el que Alex Tew, un estudiante de Wiltshire, Inglaterra, logró pagar su educación universitaria y de paso generar un fenómeno de internet y fundar un nuevo modelo de donaciones. Tew creó un sitio que consistía de una grilla de 1000x1000 que contenía un millón de pixeles, que luego vendió a U$1 cada uno y donde los compradores podían poner una pequeña imagen y un link a sus sitios. La página fue tan exitosa que alcanzó el puesto número 127 en el ránking de los sitios más visitados del mundo.
Pero la introducción de estas tecnologías había sido tímida en Latinoamérica. Los pocos proyectos que utilizaron este método para desarrollar sus proyectos (como el caso de la película boliviano-argentina Durazno) se unieron a sitios internacionales para realizarlo, o simplemente levantaron sus propias colectas en espacios físicos y algunos sitios web.
Esto cobra especial relevancia cuando se toma en cuenta que en los países de esta parte del mundo, las políticas públicas de apoyo a los emprendimientos, tanto científicos como tecnológicos y artísticos, no están demasiado desarrolladas.
"En Latinoamérica hay una inmensa cantidad de gente con ideas, proyectos e iniciativas que, en su mayoría, no pueden llevarse a cabo por falta de financiamiento o restricciones para el acceso al capital", dice Sebastián Uchitel, CEO de Ideame.com, un proyecto de crowdfunding para América Latina emplazado en Argentina. Ideame es una de las primeras iniciativas de este tipo en la región y planea posicionarse como la principal plataforma para los emprendedores latinos.
Según Uchitel, la clave es lograr que la gente sea parte de la gestación de una idea, así como de su desarrollo y ejecución. "El público, cuando colabore con una iniciativa, recibirá premios, recompensas o experiencias a cambio. Por ejemplo, una banda de rock que financie su videoclip a través de la plataforma podría ofrecer versiones inéditas de canciones, invitaciones a ensayos, participar del backstage de un concierto, aparecer en un videoclip, etcétera. No hay nada más fuerte para un fan que ser parte del proyecto", concluye el ejecutivo.
¿Quién participa de estos proyectos? Básicamente cualquier proyecto innovador puede hacerlo. Un claro ejemplo es la película "Estoy en DICOM", iniciativa chilena que ha recaudado casi US$35.000 en pequeños aportes de casi 2.500 colaboradores distintos, número que podría convertirla en la película con los créditos más largos de la historia, debido a que todos los que hayan aportado serán incluidos en ellos.
"Básicamente partimos con la decisión y ganas de hacer una película que hablara de la realidad social y económica en que vivimos. Sabíamos que por el tema sería muy difícil tomar los caminos tradicionales como postular a fondos", dice Ignacio Reyes, encargado de comunicaciones de Estoy en DICOM. "Es por esto que decidimos adoptar este modelo innovador que combina a personas naturales, marcas colaboradoras, pequeños, medianos y grandes empresario que vean en un proyecto cinematográfico un gran posibilidad de no sólo hacer cultura, sino también hacer negocios potenciando sus marcas en esta gran vitrina que es el cine".
Esta película es un ejemplo de los proyectos autogestionados sin ningún tipo de intermediario, como sitios especializados o métodos similares. El equipo de Estoy en DICOM comenzó a juntar aportes en algunos locales comerciales de la ciudad de Santiago y luego a recibirlos en su propio sitio web. Ignacio justifica este comportamiento en que "el concepto de la película y su estrategia de marketing están diseñados para que todo sea todo consecuente, cercano, transparente y sin intermediarios, con su propio discurso (...) hoy ya existen 5 películas que se intentan financiar de la misma manera".
Claro que en Bananacash.com, la primera plataforma de crowdfunding que se instaló en Latinoamérica, el tema de la consecuencia y la cercanía no es algo que debiera considerarse como negativo para los sitios que facilitan el proceso. "Bananacash es un sitio que permite hacer más transparente el proceso de obtención de fondos y difundir campañas a través de Internet", dice Juan Ozcodi, CEO de la compañía. "Nuestra relación comercial es con el dueño del proyecto y está basada en el servicio que brindamos mediante nuestro sitio. Más allá de los controles que realizamos para asegurar la buena fe y veracidad de las campañas (todos los proyectos publicados pasan previamente por un proceso de moderación), la relación entre los colaboradores y el dueño del proyecto es directa".
Bananacash, al igual que la mayoría de estos sitios acepta proyectos creativos que tengan un inicio y un final claros. Enmarcados dentro de categorías como Arte, Cine y Video, Cómics, Comida, Danza, Diseño, Fotografía, Juegos, Literatura, Moda, Música, Teatro y Tecnología.
Y aparentemente, este es el momento ideal para desarrollar este tipo de iniciativas, dado que se popularizan principalmente por internet y redes sociales. Frente a la pregunta de ¿por qué ahora?, Uchitel, de Ideame, opina que "Latinoamérica es una de las regiones con mayor penetración de redes sociales del mundo. El tiempo promedio on-line de la región es superior al promedio mundial". Esto sería fundamental a la hora de levantar estos proyectos. Algo con lo que concuerda el ejecutivo de Bananacash, al señalar que "el crowdfunding tiene mucho potencial en la región. Las artes y el Entrepreneurship están muy difundidos, y creciendo en América Latina. Además, las redes sociales, fundamentales en la difusión y viralización de las campañas, tienen una penetración por arriba de la media, inclusive mayor que en los países desarrollados", concluye.
"El desafío está en dar a conocer el concepto, absolutamente nuevo en la región, y que artistas, creativos y emprendedores noten sus ventajas más allá de verlo como un mecanismo de financiación", dice Ozcodi, recalcando que otra de las grandes trabas actuales son las pocas formas de pago alternativos a la tarjeta de crédito que existen en la región.