Esta investigación podría dar lugar a equipos de larga duración, con un ciclo de vida cientos de veces más largo que las normales. Y lo más curioso: ha sido gracias a una casualidad.
Por Pablo G. Bejerano para Think Big. A lo largo de la historia existen casos de inventos que han surgido prácticamente de rebote. El del acero inoxidable es un ejemplo que ilustra bien este tipo de accidentes providenciales. Cuando el británico Harry Brearley paseaba a principios del siglo XX por su laboratorio, entre las muestras de aleaciones de metales descartadas a lo largo de meses, encontró una joya en medio de aquel cementerio de experimentos frustrados. Una de las mezclas había resistido el paso del tiempo sin herrumbrarse. Era acero inoxidable. Algo similar ha ocurrido con esta investigación sobre baterías.
Brearley buscaba crear un acero más robusto para el interior de los cañones. El problema que estos tenían era que con el paso del tiempo el material se deterioraba y quedaban inservibles para disparar. El metalúrgico y especialista en la producción del acero pasaba de los 40 años cuando realizaba estos experimentos. En principio había descartado la muestra que finalmente se convertiría en acero inoxidable porque la consideraba demasiado débil. No fue hasta meses después cuando la rescató del trastero para seguir investigando sobre su composición.
En este caso se trata de un equipo de científicos de la Universidad de California en Irvine, que han creado un nuevo sistema llamado a constituir la base de una batería. El objetivo era desarrollar una batería que en lugar de usar líquido empleara un gel como electrolito, de esta forma se reduce significativamente el peligro de que se incendie, como a veces ha pasado con las de ion-litio. Además, se evitaría que se calentara demasiado.
Para esto utilizaron nanocables de oro. Sin embargo, en lugar del objetivo pretendido se dieron cuenta de que el sistema podía cargarse una cantidad prácticamente ilimitada de veces, al menos en comparación a lo que estamos acostumbrados a ver en la tecnología de ion-litio actual. El sistema mantenía su eficiencia después de 200.000 ciclos de carga, una cifra que supera con creces la vida útil de cualquier dispositivo electrónico actual, ya sea un smartphone, ordenador o coche eléctrico.
Batería
En comparación, una batería de ion-litio mantiene su eficiencia hasta los 5.000 ó 6.000 ciclos de vida. Los científicos no pueden explicar por qué su sistema es capaz de aguantar tanto. Cuando probaron su desarrollo se dieron cuenta de que tenía una gran resilencia. Recubierto con una fina capa de un gel podía realizar miles de ciclos de carga y descarga sin perder capacidad.
Los científicos aprecian el valor de este hallazgo, aunque es cierto que aún queda por saber cómo podría escalarse este sistema para que funcionara en una batería real. Aparte de este reto, el desarrollo tiene otro lastre. El oro es un material caro, con lo que alcanzar una producción masiva no sería nada fácil ni, desde luego, barato.
*Crédito imágenes: UC Irvine