Mientras los grupos empresariales de la región discuten constantemente sobre nuevas tecnologías, los gobiernos de América Latina parecen estar un poco más retrasados en el área.
Por José Luis Carrillo para GE Reports Latam. Recientemente, fui invitado en calidad de Young Global Leader a participar en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza. Fue una gran oportunidad para encontrar a un gran número de líderes reunidos en un solo lugar e identificar los grandes temas que los preocupan: desde el aceleramiento y la inclusión de las tecnologías en las industrias, hasta la crisis del petróleo, el liderazgo industrial de China o las investigaciones científicas de punta.
En este foro global, también pude observar la participación limitada que tuvo América Latina a nivel de gobierno, con excepción de Argentina, cuya delegación marca el regreso del país a las grandes ligas de la economía internacional y su interés en promoverse como una plataforma atractiva para las inversiones extranjeras.
Mientras que los representantes de los gobiernos de Brasil, Colombia, Perú, Chile y México hablaban sobre el manejo de la crisis actual propiciada por los bajos precios de las materias primas y cómo ajustarse a ella; los grupos empresariales latinoamericanos, mucho más nutridos, discutían constantemente sobre la tecnología y su poder para cambiar el futuro de las industrias.
El gran consenso del Foro fue claro: mientras que la última revolución fue la era del internet y las compañías de consumo, la 4ª Revolución Industrial representa la expansión del uso de tecnologías de automación y robótica y su colaboración con las actividades humanas en diversas industrias. De manera que si las empresas no hacen cambios radicales para adaptarse y adoptar este cambio tecnológico rápidamente, podrían estar en riesgo de desaparecer.
La pregunta que nos atañe aquí es: ¿América Latina está preparada para ello?
Hay algunos grupos empresariales que se resisten a esta revolución o que piensan que falta mucho tiempo para que estas tecnologías tengan un carácter disruptivo en sus industrias. Pero somos más los que pensamos que es una cuestión de tiempo, pues esto ya es un hecho. América Latina no es una región uniforme. Hay algunos países que tienen mejor infraestructura o mejores competencias locales o algunas industrias que están más preparadas para el cambio. Pero, a la larga, todos necesitan recorrer el mismo camino.
Muchas empresas ven un futuro en el que la Revolución Industrial ofrece una oportunidad para mejorar la productividad y generar nuevas oportunidades de negocio. En América Latina, su papel ha sido fundamental “para mejorar la operatividad y hacer más eficiente la producción de empresas que van desde la aviación hasta la minería. En el campo de la salud, ha contribuido con software y tecnología para mejorar las imágenes que se usan en los hospitales.
Evidentemente, falta un poco para que un país latinoamericano tenga todas sus plantas de generación de energía eléctrica conectadas y optimizadas, pero hay mucho que se puede hacer (mejorar la eficiencia de las máquinas, evitar fallas, reducir costos) dentro de una sola planta. Y eso es lo que necesitamos aprovechar en América Latina.
Hay una serie de criterios regulatorios todavía necesarios para la expansión de esas tecnologías, y que preocupan tanto a los gobiernos como a los empresarios. Ejemplo de ello son los drones en Estados Unidos, que obligaron al gobierno a establecer normas de uso, casi tan rápido como su misma aparición. Pero aún eso tendrá su propio proceso y su propia resolución en cada uno de los países de la región.
Nuestra propia intuición nos diría que América Latina no está tan lista como Estados Unidos o Europa para adoptar la 4ª Revolución Industrial. Pero parte de la propia belleza del Internet Industrial, es que ofrece la oportunidad a países como los de nuestra región de disminuir la brecha en poco tiempo. Así, muchas empresas latinoamericanas podrán convertirse en compañías de clase mundial si adoptan estas tecnologías.