Conciliar la vida laboral y la privada es la mayor dificultad para el 36,9 por ciento de los extranjeros en Corea del Sur.
Los horarios interminables, vacaciones escasas y borracheras obligadas con el jefe son parte de la extrema cultura laboral de Corea del Sur, lo que supone toda una pesadilla para los extranjeros que trabajan en empresas del país.
"Tengo miedo de pedir mis vacaciones, porque el jefe las puede rechazar o incluso montarme un escándalo", comenta a Efe un ingeniero español de 34 años que trabaja para un filial del Grupo Samsung, el mayor conglomerado empresarial de Corea del Sur.
Al igual que sus compañeros surcoreanos, este español, que no quiso ser identificado, tiene 15 días anuales de vacaciones por contrato, pero "aquí está muy mal visto tomárselos todos porque das la imagen de ser un vago, y hay algunos que llegan a cogerse solo tres en todo el año para no quedar mal", asegura.
Conciliar la vida laboral y la privada es la mayor dificultad para el 36,9 por ciento de los extranjeros en Corea del Sur, incluso mayor que el idioma con el 30,7 por ciento, mientras en tercer lugar se sitúa la cultura corporativa, con un 24,6 por ciento, según un reciente informe del Instituto de Investigación de Hyundai.
Los extranjeros que viven en Corea del Sur suman más de un millón. De ellos, apenas un 2,5 por ciento -unos 25.000- son trabajadores foráneos cualificados empleados en las grandes empresas surcoreanas de sectores como la tecnología y el motor.
La encuesta de Hyundai especifica que muchos de estos últimos se consideran víctimas de "la estricta cultura laboral", además de "las excesivas horas de trabajo y la estructura jerárquica que hace muy difícil expresar opiniones".
Corea del Sur logró progresar en solo seis décadas de la pobreza extrema -su PIB era uno de los más bajos del mundo al final de la Guerra de Corea en 1953- a la decimotercera economía mundial y todo un referente tecnológico, y es el único país que ha pasado de ser receptor a donante de ayuda al desarrollo.
Con una superficie de menos de 100.000 kilómetros cuadrados -una quinta parte de España- y apenas recursos naturales, los surcoreanos encomendaron su futuro a la fuerza de trabajo de sus habitantes, que finalmente lograron levantar el país con océanos de sudor, compromiso y obediencia absoluta al superior.
Así, en el siglo XXI esta cultura todavía está presente. "Si no se va el jefe, tú no te puedes ir de la oficina aunque sean las ocho de la tarde", comenta a Efe otro ingeniero, en este caso un mexicano de 32 años que trabaja para una de las grandes constructoras del país asiático.
Con 50 millones de habitantes Corea del Sur es el segundo país del mundo desarrollado en el que más horas se trabajan, 2.163 anuales, mientras México es el primero con 2.237, según datos de la OCDE.
El empleado mexicano también es muy crítico con la que califica como "extrema competitividad" entre sus compañeros surcoreanos ansiosos por agradar al jefe, al que "hay que tratar con un respeto altísimo, como si fuera el presidente, aunque solo esté un rango por encima de ti".
Otro quebradero de cabeza para algunos -aunque fuente de diversión para otros- es lo que se conoce en Corea del Sur como "hoesik", una cena improvisada después del trabajo que suele acabar en borrachera colectiva por la ingesta masiva de chupitos de "soju", un licor de unos 20 grados.
"Ya sea lunes, martes o viernes, si el jefe decide que esa noche hay hoesik tienes que cancelar todos los planes e ir con el resto del equipo, no hay excusa que valga", asegura el ingeniero español en Samsung.
En la cultura coreana, además, los compañeros se sirven alcohol recíprocamente y es una falta de educación decir que no. "Por eso hay que estar muy atento a dónde sentarse en la mesa, ya que si te sientas junto a alguien muy bebedor la borrachera está asegurada aunque no quieras", explica.