Estudio concluye que desalojados atraviesan por una montaña rusa emocional que, en la mayoría de los casos, termina en un colapso.
Los afectados por los desahucios en España viven un duro proceso que les empuja al colapso emocional. Así de rotundo es el resultado de un estudio realizado por la escuela de negocios Esade, Cáritas y la Fundación Innovación, Acción y Conocimiento, que mapea los efectos psicológicos de quienes han sido desalojados de sus hogares.
No sólo eso. La investigación -que además identifica las etapas por las que pasan estas familias, intentando hallar en cada una signos de alerta que ayuden a prevenir el fracaso del proceso-, arrojó también que estas personas no encuentran ningún tipo de apoyo útil más allá del que les ofrecen algunos organismos sociales.
En efecto, esta indagación es la primera en analizar, de forma cualitativa, las emociones y los sentimientos de los afectados por el desahucio en España, país que enfrenta una severa crisis económica y financiera. Asimismo, busca calibrar la influencia y la eficacia de los agentes implicados.
Dirigida por Joan Ramis-Pujol, profesor del departamento de dirección de operaciones e innovación de Esade, el estudio se basa en entrevistas en profundidad a algunos desalojados. “La investigación saca a la luz el impacto brutal y absurdo que se impone a los afectados, y da pistas para que la Administración y los agentes implicados puedan buscar soluciones a tiempo y paliar este drama”, explica el académico.
Montaña rusa emocional
Al identificar las fases emocionales de quienes viven un desahucio, el estudio concluyó que atraviesan una montaña rusa emocional que se inicia, paradójicamente, con la alegría del momento en que la hipoteca es aprobada. Le sigue la preocupación por la pérdida de un empleo, la sorpresa ante las cartas del banco, la rabia ante las primeras amenazas y el pánico al desalojo inminente. Asimismo, se describen sentimientos de vergüenza, culpabilidad y abatimiento en un proceso que, en la mayoría de los casos, acaba en una situación de colapso emocional.
Ramis-Pujol explica que, en las etapas finales del proceso de desahucio, los afectados deben hacer frente a una condición de estrés postraumático semejante al que atraviesan personas que “han sufrido un accidente de tráfico. En esta situación de colapso emocional, son incapaces de tomar decisiones y de encontrar salidas, lo que agrava más la crisis".
Agrega que el impacto es tan profundo que “todos los entrevistados han cambiado su modo de ver la vida y de vivirla, tras la experiencia. Cambian desde sus hábitos alimentarios y rutinas diarias, hasta sus prioridades y objetivos vitales”.
Apoyos y zancadillas
La investigación analiza también el papel de los agentes que influyen y participan en esta dinámica. Así, concluye que los afectados no encuentran apoyo ni ayudas para salir de su situación en casi ninguno de dichos actores.
“Las puertas abiertas de los bancos se cierran y las facilidades ofrecidas se transforman en exigencias. El entorno laboral, e incluso el personal, en muchos casos también dan la espalda al afectado por un desahucio. La Administración, por su parte, carece de recursos y se muestra ineficaz en su apoyo”, declara Ramis-Pujol.
Algunos organismos sociales como Cáritas o la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) son los únicos que sirven de ayuda y dan esperanza, ofreciéndoles información, consejo jurídico, apoyo económico o ayudas alimentarias.
Semáforos de alerta y prevención
La investigación de Esade identifica la situación emocional del afectado en las diferentes fases del proceso, graduándolas en un sistema de semáforos (verde, ámbar, rojo y doble rojo) para poder alertar, prever y actuar antes de llegar al colapso emocional. Ramis-Pujol expone que “si los agentes del entorno y la Administración estuvieran atentos a estos indicadores y ayudaran en los momentos clave, se podría evitar el efecto dominó de este tipo de procesos, que arrastra a todos los implicados a un callejón sin salida”.
En esa línea, el académico advierte un doble fallo del sistema: del mercado y de la Administración pública. “Una posición dominante de la banca y un entorno empresarial hostil se suman a una Administración pública que no corrige estos fallos de mercado, y que se muestra incapaz de paliar sus efectos y de ayudar a los afectados a buscar salidas”.