Crecen profesionalmente a costa de sus subordinados y tienen excusas de sobra para sus equivocaciones. Así son los líderes narcisistas, aquellos individuos que precisan ser admirados y reconocidos por los demás. Aquí algunos consejos para aprender a soportarlos y no morir en el intento.
Egocéntricos, arrogantes, calculadores. Estas son sólo algunas de las características que definen a los llamados “narcisistas”, aquellos seres -únicos y especiales- con una excesiva carga de autoestima, pero con bajos niveles de ética y empatía.
Narcisos hay miles. Los hay en la familia, en el colegio, en la universidad y, por supuesto también, en la vida laboral. Es probable que muchos profesionales hayan tenido que lidiar, en más de una oportunidad, con compañeros autoreferentes y con un egoísmo exacerbado. Pero también con jefes que precisan ser admirados y reconocidos por los demás, que nunca aceptan sus errores y siempre -siempre- creen tener la razón.
Trabajar con un líder narcisista no es una tarea fácil. Crecen profesionalmente a costa de sus subordinados y tienen excusas de sobra para sus equivocaciones. Su temor al fracaso es tan grande que, constantemente, denigran a los demás para que no romper la cadena jerárquica, quedando siempre en el primer lugar. Las críticas los enfurecen y la falta de reconocimiento los desespera.
“Los líderes narcisistas tienen resultados que para la organización son exitosos. Al centrarse en ellos mismos y tener elevadas ambiciones para satisfacer su falsa identidad de perfección, este tipo de jefes no experimenta la necesidad de satisfacer las necesidades afectivas de familiares, ni de amigos, por ende, disponen de todo su tiempo para triunfar en el mundo organizacional”, dice Ana Cristina Evans, psicóloga laboral de la Universidad del Aconcagua.
José Enebral, consultor de Recursos Humanos de la Universidad Politécnica de Madrid, sostiene que la actitud narcisista es probablemente consecuencia de las distancias exageradas entre niveles jerárquicos, pero también de la mezquindad y el egoísmo del ser humano. Sin embargo, aclara que esta actitud tiene que ver, muchas veces, con la formación que los ejecutivos han recibido en las universidades o escuelas de negocios, donde son calificados de indispensables para el funcionamiento de una empresa.
“En las escuelas suelen adular a los jóvenes directivos, elegidos como individuos especiales, con potencial, con talento y si a esto sumamos algún éxito temprano y la tendencia de todos a creernos magníficos, el resultado puede ser un cuadro narcisista. Habría que conocerse bien a sí mismo para poder evitarlo”, explica el especialista español.
El gran problema, afirma el experto, es que la presencia de un líder narcisista, de una u otra forma, vuelve insostenible el ambiente de trabajo, conduciendo las relaciones con los colaboradores hacia la angustia y el estrés. “No importaría mucho que un directivo fuera narcisista si también fuera eficaz (…) pero el narcisismo resta eficacia a corto y a largo plazo, y erosiona la calidad de vida en la empresa”, dice.
Ni adular ni ignorar. Nadie sabe realmente cómo lidiar con un jefe narcisista. Sin embargo, los expertos entregan algunas recomendaciones para que la relación con ellos no sea un calvario, ni termine afectando la autoestima de los subordinados.
Ana Cristina Evans dice que aquellos profesionales con personalidad retraída y sumisa, son quienes más sufren con las reacciones del narcisista. Sin embargo, quienes tienen un cáracter más fuerte, tampoco sortean íntegramente a un jefe de este tipo, ya que también pueden ser vencidos por los abusos. Por ello, aconseja cultivar la autoestima y tener la paciencia y fortaleza suficiente para hacerle frente.
“Mientras exista mayor fortaleza del sentido de identidad y del sentimiento de autoestima, mayor probabilidad se tiene de resistir, aunque a la larga se producen necesariamente sentimientos de inferioridad y de fracaso que pueden conducir a una depresión. Además se intensifican los miedos al error y la autoridad”, afirma.
No se trata, entonces, de adular ni tampoco de ignorar al líder, sino de establecer una relación que no perjudique a ninguna de las partes. Asentir, disimular e ironizar sútilmente parece ser, según los expertos, la mejor solución para no alterar el estado anímico del jefe.
“Hay que mentalizarse con que este tipo de personas no puede estimar con afecto a quienes son sus colaboradores, tan sólo puede aparentar que lo hace frente a otros, en la medida en que los necesita. Los subordinados no son amigos ni enemigos, sólo son un recurso para progresar”, señala Evans.
Asimismo, es preferible evitar situaciones de conflicto y actuar de acuerdo a lo que dicte el momento. Los arranques del narcisista serán variados y arremeterá su ira contra el personal si algo sale mal, o sentirá tanta presión por su autoexigencia y su propia sobrevaloración, que de seguro se mostrará frustrado y deprimido. "No aconsejo a ningún subordinado que se proponga curar a su jefe", dice Enebral. Por ello, la mejor manera será no caer en el juego y adoptar una actitud indiferente y racional.
Es aconsejable, además, no entrometerse en los dominios del jefe narcisista. Este tipo de líder nunca delegará poder ni reconocerá el crédito en otros, por lo tanto, no es necesario ofrecer más ayuda en tareas que no fueron designadas.
Finalmente, aseguran los expertos, será necesario respirar hondo y resignarse. Todas las situaciones tienen un lado positivo y ésta no es la excepción. Pese a lo agotadoras que puedan ser las actitudes de un líder de estas características, lo cierto es que trabajar para uno de ellos puede transformarse en una gran experiencia de crecimiento personal. Verse enfrentado a abusos, faltas a la ética profesional y a las malas relaciones, entregará una visión de lo importante que es la tolerancia, la humildad y la paciencia. Y el desapego a las ansias de poder será -quizá- la mejor lección que pueda entregar un jefe narcisista.