Consejos expertos sobre cómo celebridades y políticos se las ingenian para entregar discursos atractivos y que parecen espontáneos.
Aunque entretenidas, las grabaciones del programa del Doctor Oz son todo menos espontáneas. Antes de que empiece el show propiamente tal, el público que asiste el estudio del Centro Rockefeller ve la actuación del comediante residente, Richie Byrne, quien los hace reír – y relaja – por 20 minutos, para luego pasar a una curiosa interacción: las cámaras se acercan a la audiencia mientras él les dice: “ahora rían, ahora asómbrense, ahora pongan cara de asco...”.
Semanas más tarde, cuando el show es emitido, estas reacciones pregrabadas se insertan con la información que el famoso médico dice en momentos clave del programa. Así parece que la reacción del público se da en coordinación con lo que muestra en pantalla el cirujano, pero esto es sólo parte del mito de la espontaneidad de hablar en público.
“La cultura estadounidense da vital importancia a la capacidad de hablar bien en público. Es común que los orientadores y consejeros de carrera aseguren que es una vía para alcanzar el éxito en cualquier profesión: los oradores aventajados pueden alcanzar posiciones de poder y riqueza”, afirma Jesse Scinto, profesor del programa de comunicación estratégica de la universidad de Columbia.
Pero lo que parece espontáneo usualmente está planificado, ensayado y editado. Lectores de noticias y políticos leen desde teleprompters y los productores editan las entrevistas para eliminar palabras o expresiones de relleno y largas pausas que afecten la fluidez del discurso.
La importancia del ensayo
Piense en los “eh” y “pues” por un momento. Los entrenadores de oratoria (speech coaches) instan a sus clientes a eliminar las interjecciones: si ve al presidente Obama dirigirse al país con un discurso planificado, no escuchará una sola interjección, gracias al teleprompter. Pero si lo escucha en una entrevista o conferencia de prensa notará muchas.
Esto no quiere decir que no hay que buscar inspiración en las personalidades de televisión. Al contrario, hay mucho que aprender de los profesionales de los medios de comunicación, especialmente en términos de ensayo.
Los oradores que comienzan a veces evitan los ensayos porque piensan que les va a restar espontaneidad. De la misma manera, ejecutivos y políticos evitan ensayar en frente de su equipo porque no quieren verse ridículos.
Sin embargo, expertos en hablar en público generalmente aconsejan practicar más, y no menos, si desean sonar espontáneos.
Es la preparación lo que permite ser espontáneo. De acuerdo a Nick Morgan, consultor en oratoria y autor del libro Da tu discurso y cambia al mundo, “lo que ocurre cuando no practicas es que muestras una actitud corporal que está en sintonía con tu ánimo. Si ese ánimo es nerviosismo, eso es lo que vas a transmitir a la audiencia. Nuestro lenguaje corporal nos delata". El consultor agrega que: “Revela que lo estamos haciendo por primera vez”.
Jane Praeger, profesora del programa de comunicaciones estratégicas de la Universidad de Columbia, añade que “para poder sonar espontáneo, tienes que estar preparado”. Y lo asemeja a la forma en que los actores ensayan sus libretos para un desempeño más natural. “Es la preparación la que te permite ser espontáneo”, explica Praeger. Esa es la paradoja.
Cuando hablar es vender
También un ejecutivo debe dominar este arte como parte de su experticia en liderar la gestión de una empresa.
Liz Wiseman es una exitosa consultora y oradora profesional. Pero previo a ello, fue por 17 años vicepresidente de la Universidad Oracle y líder global de desarrollo de Recursos Humanos. Con esa experiencia determinó los tres aspectos clave de un buen orador corporativo.
Primero, el valor reside en animar las cosas. “Cuando estaba en la Universidad y tenía como misión convocar a diversos invitados para dar charlas o discursos motivacionales en los programas ejecutivos, buscaba a personas que fueran provocadoras. Descubrí que el mayor valor de los oradores no residía en el contenido mismo de su presentación, sino que estaba dado por la forma en que captaban la atención de la audiencia. Básicamente, su presencia y su deseo de desafiar la lógica dominante de la organización daba 'permiso' para pensar diferente”, explica Wiseman.
En segundo lugar el ejecutivo-orador debe entender las necesidades del cliente. “Los oradores a veces se olvidan del riesgo que están tomando los inversionistas o clientes respecto de una compañía. Si se equivocan, ya sea por ser inexactos o por ser irrespetuosos podrían dañar seriamente la credibilidad de la firma y de sus ejecutivos. Al revés, si el orador puede equilibrar el reforzamiento de las ideas clave que los ejecutivos quieren hacer llegar junto con provocar nuevas líneas de pensamiento, la compañía habrá alcanzado su objetivo y probado su valor”, precisa.
El foco debe estar en el resultado, no en las tarifas. Wiseman jamás llevó a sus programas a oradores que se ofrecieran a ir. Al revés, siempre optaba por alguno que les permitiera resolver un problema puntual. Y los oradores expertos suelen tener altos honorarios. A pesar de las quejas del gerente de Finanzas, Wiseman los convencía al explicar el valor que aportarían. "Los mejores oradores no solamente hablan, cobran y se van”, complementa la ejecutiva, "también permiten resolver un tema específico – y urgente – de la empresa”. Es la razón de por qué, en su trabajo, Wiseman se enfoca en enseñar y entregar a las opersonas herramientas para resolver los problemas subyacentes que atacan la empresa.
Recuperando la expresividad natural
En nuestra conversación diaria alteramos expresiones faciales, gestos con las manos, entonación y ritmo. Todo para hacer valer nuestros puntos de vista. Estas variaciones nos hacen interesantes y humanos. Pero el pánico escénico nos vuelve inexpresivos, creando una distancia entre el orador y la audiencia. Nuestra voz se vuelve monótona y nuestra postura rígida.
Con la adecuada práctica, sin embargo, los oradores pueden recuperar su expresividad natural y acortar esa brecha. Los actores lo saben y por eso ensayan aspectos técnicos por semanas, de modo de parecer espontáneos.
“Idealmente los ensayos liberan tu mente para ser tan improvisacional en el momento como sea posible,” indica James Vincent Meredith, un actor de reparto del teatro Steppenwolf de Chicago. “Los actores exitosos son capaces de vaciar sus mentes de todo excepto el momento inmediato y aún tener la memoria para recordar los textos”.
Para oradores y conferencistas, es el contenido y lenguaje corporal lo que debe estar “memorizado”. Conectarse con una audiencia significa sentirse lo suficientemente cómodo como para ser expresivo.“Solo obtienes esa fuerza – la habilidad de salirte del camino – cuando lo conoces bien”, añade Meredith.
De acuerdo a Robert Lehrman, quien fuera autor de discursos para Al Gore y del libro El Compañero del Escritor de Discursos Políticos, “si quieres sonar espontáneo, necesitas prepararte mucho. Puede que suene contradictorio: ¿prepararse intensamente para que parezca que no te has preparado?, pero funciona” recalca.
La mayoría de los expertos aconseja una especie de “internalización” del contenido más que memorizar todo el discurso.
Jane Praeger le pide a sus estudiantes que practiquen memorizando solo la apertura y el cierre de un discurso y que escriban las ideas con mayor fuerza en tarjetas. “Ensayen en su cabeza mientras se duchan o van caminando. Piensen en ello como una conversación planificada, porque saben hacia dónde va, pero permiten algo de disgresión mientras avanzan. Preparen el 80%, pero permitan un 20% de espontaneidad”, dice Morgan.
De la misma forma, Lehrman aconseja “no escriban todo el texto, porque eso termina tentando a memorizarlo todo y a emplear un lenguaje que es muy literario”. El profesional sugiere empezar con lineamientos detallados y luego “cambiar a no más de unas pocas líneas, para que puedan ser a la vez coloquiales y formales”. Aquellos que hablan continuamente sobre el mismo tópico pueden crear un discurso a la medida de audiencias específicas.
Con la práctica adecuada, los oradores pueden reducir las interjecciones, mejorar el contacto visual y la variedad tonal, y estar presentes en el momento. “Pueden hacer todas las cosas que Obama hace con el teleprompter con el discurso en el que están trabajando”, dice Lehrman. Esa es la clave del carisma.
De regreso en el estudio 6A de Rockefeler, el Doctor Oz aparece tranquilo y confiado mientras saluda al público. Bien peinado, lee sus líneas del teleprompter con ensayada compostura, haciendo un alto solo para la segunda toma.
El mito de la espontaneidad está en plena acción.