La NASA logró revelar una duda que surgió de estas visitas al satélite. ¿De dónde venía la materia orgánica encontrada? He aquí la respuesta, cuarenta años después.
Por Angela Bernardo para ThinkBig. A la famosa frase de Neil Armstrong de “un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”, deberíamos añadir “incluyendo misterio resuelto”. Entre la década de los sesenta y los setenta, la NASA envió diversas naves a la Luna con el objetivo de que una persona pisara algún día la superficie del satélite. En 1969, la misión Apolo 11 lo consiguió.
El logro de Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins cambió para siempre la exploración espacial. La especie humana había sido capaz de salir del planeta y pisar la superficie lunar. Meses después de aquella proeza, la nave Apolo 12 despegó camino al satélite. No iba sola. Como explicaba Alfred López en 20 Minutos, la sonda llevaba en su interior seis pequeñas obras de arte insertadas en un chip de porcelana.
En el viaje de vuelta, sin embargo, la nave tampoco volvía sola. Entre las muestras recogidas en la Luna, los astronautas encontraron -ya en la Tierra- restos de materia orgánica. ¿De dónde procedía? Los aminoácidos descubiertos -pequeños eslabones que forman parte de nuestras proteínas- se convirtieron en un misterio increíble de la misión Apolo. Una incógnita transformada luego en quebradero de cabeza para la NASA, que en aquella época no contaba con tecnología suficientemente sensible como para determinar el origen de los restos.
En esta fotografía, se ve al astronauta Alan L. Bean sujetando uno de los dispositivos empleados para recolectar muestras de suelo lunar. Como el satélite es un hábitat inhóspito para cualquier forma de vida, los investigadores de la NASA habían planteado cuatro posibles hipótesis. Por un lado, las trazas de aminoácidos encontradas podrían ser contaminaciones de origen terrestre, bien que se hubiera llevado a la Luna, bien que se hubiera añadido sin poder evitarlo durante la manipulación de las muestras ya en el planeta.
Por otro lado, las sustancias que expulsa el cohete incluyen compuestos químicos como el cianuro de hidrógeno, considerados como posibles precursores de estas moléculas biológicas. La tercera hipótesis se centraba en el viento solar, que hubiera podido contribuir a la generación de aminoácidos a partir de otras moléculas contaminantes de origen terrestre. La última idea que barajaba la NASA es que reacciones químicas sucedidas en el interior de asteroides hubieran dado lugar a estas biomoléculas, dado que la superficie lunar es bombardeada de forma casi constante por estos objetos rocosos.
Jamie Elsila, investigador del Goddard Space Flight Center, señaló que “los científicos de los setenta conocían las cuestiones correctas que debían preguntarse e intentaron responderlas, pero estaban limitados por las capacidades analíticas de la época”. En la actualidad, sin embargo, la tecnología ha avanzado lo suficiente como para determinar que la mayor parte de aminoácidos procede de contaminación terrestre y que los impactos de meteoritos y asteroides podrían haber contribuido a la existencia de una pequeña fracción de estas moléculas. Misterio resuelto.
Instrumentos altamente sensibles del Goddard han permitido conocer uno de los mayores secretos sobre las misiones Apolo. Además de desvelar la intriga, los científicos han destacado que el trabajo pone de relieve la importancia de vigilar al máximo la contaminación de origen terrestre. A pesar de los esfuerzos realizados, es bastante posible que las muestras extraterrestres puedan verse afectadas por restos orgánicos del planeta, por lo que en el futuro debe controlarse al máximo este problema en la exploración espacial.