Creativos, imaginativos o adelantados a su tiempo. Estos tres autores dibujaron en sus obras cómo la tecnología cambiaría nuestras vidas.
Por Alberto Iglesias Fraga para ThinkBig. Hay muchos tipos de literatura: romántica, erótica, de aventuras, histórica, de misterio o terror… Todos ellos aseguran horas y horas de adentrarnos en nuevas vidas, en mundos desconocidos o en tramas disparatadas que nos hagan plantearnos incluso aspectos de nuestra propia existencia. Sin embargo, sólo algunos escritores han conseguido, a través de sus libros, predecir cómo sería el mundo del mañana. Y es que, ver cómo la tecnología puede cambiar nuestra sociedad solo está al alcance de unos pocos autores que aúnan su destreza con la pluma con su capacidad de adelantarse a ingenieros, informáticos y científicos de toda índole.
Julio Verne es quizás el escritor más reconocido por haber predicho muchos de los avances técnicos de los que hoy disfrutamos, como el submarino, atribuido posteriormente al ingeniero español Isaac Peral. Pero existen muchos otros literatos sin cuyas aportaciones no conoceríamos muchas de las innovaciones de la actualidad:
Michael Crichton: pionero de la investigación genética y la nanotecnología
Este escritor norteamericano, fallecido en 2008, es considerado como el creador del género literario ‘tecno-thriller’, una mezcla de ensayos científicos (basados en datos reales y una amplia labor de documentación) con aventuras y misterios muy sencillos de seguir. Una mezcla muy atractiva que permitía exponer temas muy complejos de forma asequible para un lector medio.
La técnica de Crichton cosechó su cima con ‘Parque Jurásico’, libro que posteriormente fue adaptado al cine por Steven Spielberg, y en el que valoraba la posibilidad de recuperar el genoma completo de un dinosaurio, adelantándose así a muchos de los estudios actuales sobre clonación de animales y humana que se están desarrollando en la actualidad. No en vano, el autor retomó este tema con una de sus últimas novelas en vida, ‘Next’, en la imaginaba un futuro donde el material genético humano se podía comprar y vender cual medicamento se tratara, usándose la genética para fines tan extraños como mascotas modificadas genéticamente para incorporar publicidad en su pelaje o monos habladores. Por toda su aportación en esta área, en 2003 se nombró a una nueva especie de dinosaurio en su honor: Crichtonsaurus bohlini.
Pero Crichton también era uno de los mayores visionarios de las posibilidades de la nanotecnología y los robots a escala microscópica. A través de libros como ‘Presa’ o su novela inacabada ‘Micro’, este genio iluminó el camino hacia una nueva generación de dispositivos minúsculos, que pueden utilizarse con fines militares, médicos o para la investigación científica de la naturaleza más pequeña que nos rodea. Unas aplicaciones que, por el momento, aún están implantándose de forma muy tímida.
Arthur C. Clarke, padre de los satélites
Clarke expuso, por medio de más de 80 libros entre los que destaca ‘2001: Odisea en el Espacio’, las bases teóricas que darían lugar a la creación de la actual red de satélites de telecomunicaciones que permiten las transmisiones de voz y datos en todo el mundo. El espacio era su campo de estudio preferencial, ya que también fue uno de los padres de los vuelos espaciales modernos, los viajes a la estratosfera o el uso de cohetes y misiles de largo alcance.
Pero las invenciones que generaba su mente iban más allá y su obra ‘Perfiles del futuro’ es, quizás, uno de los libros que más genialidades incorpora de la historia. Entre otras muchas innovaciones –la mayoría aún no desarrolladas hoy en día- se puede contar la inteligencia artificial, la energía sin cables o los robots con vida propia al 100%, así como otros conceptos mucho más aspiracionales como la inmortalidad. Quién sabe si estos conceptos alguna vez serán realidad…
J.G. Ballard alertó de los efectos del calentamiento global
Este autor inglés se especializó en temas medioambientales y relacionados con las consecuencias que la oleada industrial de los años 60 podía tener en el ecosistema que nos rodea. En ese sentido, Ballard proponía en ‘El mundo sumergido’ la idea del calentamiento global (tan en boga en nuestros días), con los polos derritiendo su capa de hielo mientras los desiertos recrudecían su dramática situación y se extendían a territorios antes fértiles. Así lo mostraba, por ejemplo, en ‘La sequía’, una obra posterior.
Ballard también dio el salto a la ensayística, con su serie ‘Guía para el usuario del nuevo milenio’, una colección de textos con la que, ya en 1977, alertó de cómo los chips y los modernos sistemas de video acarrearían consigo el fin de la privacidad, el espacio físico o la propia existencia, para dar paso a una sociedad plenamente virtual, basada en la presencia mediante hologramas y donde nos encontraríamos con el resto de personas de nuestro entorno a través de una pantalla de televisor. Un futuro que, a las nuevas generaciones nativas digitales, les suena y mucho a realidad.