Convertir cada móvil en una sucursal bancaria parece ser una de las vías más fáciles para bancarizar a los países en desarrollo, tal y como ha sucedido en Kenia o en Filipinas. En América Latina estos sistemas están recién en estudio.
El archipiélago filipino tiene más de 94 millones de habitantes y está compuesto por 7.107 islas. Muchos trámites, como pagar el teléfono, la luz o enviar dinero a la familia, implican viajar toda la noche en una barcaza para llegar a alguna de las islas donde hay una sucursal bancaria. La otra solución son los colectores, unos personajes singulares que van de isla en isla recogiendo facturas y dinero para llevarlos hasta los bancos. Pero desde 2006 se ha producido un cambio importante, y que podría representar el fin de los colectores como ocupación remunerada: la empresa de telefonía móvil dominante del país transformó los celulares en plataformas de pago, al costo de un mensaje de texto y sin necesidad de abrir una cuenta bancaria.
Hoy se realizan en Filipinas, el 12º país más poblado del mundo, más de 150 millones de transacciones móviles por año, incluyendo transferencias bancarias, pagos de servicios y entrega de subsidios a la población de escasos recursos. Al otro lado del Pacífico, México está explorando hacer algo similar, dado que con frecuencia los beneficiarios o los pagadores son asaltados por el crimen organizado, pero sobre todo porque se abaratan los costos del pago de subsidios.
“El dinero electrónico es una oportunidad de incluir financieramente a ese porcentaje de la población de una manera costo-efectiva”, explica Néstor Espenilla, gobernador adjunto del Banco Central de Filipinas. El reto actual para el país asiático, uno de los pioneros en este sistema, es aumentar la penetración a las zonas rurales. Y es que cerca del 40% de los 1.510 municipios del país no cuentan con una sucursal bancaria. Casi todos los filipinos, en cambio, tienen un celular.
Una de las recetas para que este sistema sea tan exitoso es que, lejos de lo que se pudiera pensar, no es complicado ni “riesgoso”, según explican sus impulsores. Cargar dinero es tan fácil como comprar saldo en una tarjeta de prepago; las transferencias se hacen a través de un mensaje de texto (SMS) y no es necesario contar con una cuenta en un banco. De hecho los depósitos se realizan a un número telefónico, lo que reduce la posibilidad de enviarle por error dinero a un desconocido. Esto es posible gracias a que, hoy en día, los chips de los teléfonos celulares son idénticos a los de las tarjetas de crédito: se les incluye una clave y todo resuelto.
“Se tiene una cuenta con el operador móvil (telefónico), pero todo el dinero que está en esas cuentas, a su vez, está depositado en una cuenta bancaria”, explica el consultor español Ignacio Mas, uno de los impulsores de la banca móvil a nivel mundial. “El banco emite una sola cuenta y el operador móvil lo reparte en 15 millones de cuentas; al final tienes la protección bancaria, porque la inversión de esos recursos la realiza un banco con todas las regulaciones del caso”, dice. Para Mas, la banca móvil funciona como un fondo de inversión.
África también. El PIB Per Cápita (PPP) de Kenia es de apenas de US$1.600, uno de los 40 más bajos del planeta. Dos terceras partes de su territorio son áridas, el desempleo ronda el 40% y la mitad de su población se encuentra por debajo de la línea de la pobreza. De bancarización en términos tradicionales (con sucursales y cajeros), ni hablar. Y por eso mismo es un terreno ideal para la banca móvil: casi la mitad de la población cuenta con un teléfono celular. De hecho, en agosto pasado 16 millones de móviles realizaron pagos de servicios públicos. Unos US$ 1.200 millones, explica el profesor Njuguna Ndung’u, gobernador del Banco Central de Kenia.
“La banca móvil nos permite generar un ahorro de US$ 3 por operación y, si tomamos en cuenta que nosotros tenemos millones de operaciones mensuales, el ahorro es impresionante para la gente pobre”, explica Stephen Mwaura, director del Sistema Nacional de Pagos del Banco Central de Kenia. “Pero no sólo se trata del ahorro monetario, sino también de tiempo y calidad de vida”.
Tal como en el caso filipino, los campesinos de Kenia ya no tienen que viajar largas distancias a través del desierto para realizar transacciones, ni para recibir donaciones o apoyos monetarios de la comunidad internacional, algo crítico en un país expuesto a sequías y otro tipo de desastres climáticos. Sin embargo, pese al crecimiento de este tipo de transacciones en los países emergentes y en vías de desarrollo, todavía queda un espacio enorme que suplir. “La ventaja del dinero electrónico es que cuesta lo mismo transferir uno que mil”, dice Mas.
América llama. El punto débil de la banca móvil radica en la interoperabilidad de las redes celulares (interconexión y portabilidad). Muchos países de América Latina han decidido adoptar políticas públicas para establecer, por un lado, un reglamento claro que vuelva costo-efectivo el sistema, y, por el otro, que sean los bancos y no sólo las telefónicas las que encabecen el esfuerzo.
“En Guatemala los bancos y las compañías de telecomunicaciones no han querido lanzar sus productos hasta que exista una normativa”, explica Ricardo Estrada, especialista en regulación de la superintendencia de bancos en Guatemala. Para ello, el funcionario contó con el apoyo de la Alliance for Financial Inclusion (AFI), una red de policymakers de países emergentes y en desarrollo, con sede en Tailandia, cuyo objetivo es compartir experiencias y desarrollar iniciativas que promuevan la inclusión financiera. La nueva normativa guatemalteca entró en vigencia en noviembre y no incluyó el tema de la interoperabilidad, dado que los propios actores del mercado “ya se estaban poniendo de acuerdo al respecto”, según Estrada.
En el caso de México se decidió empezar con la creación de corresponsales bancarios. “Lo principal no es tanto el móvil, sino el canal de tiendas; si no tengo manera de convertir el efectivo en dinero electrónico, no me sirve de nada”, explica Mas. “Se necesitan establecimientos con alto flujo de dinero donde la gente se sienta bienvenida, cosa que no siempre sucede en los bancos”. Según el experto español, es una de las razones por las que las empresas de telecomunicaciones han avanzado más en el tema: entienden el modelo de distribución detallista mejor que los bancos.
En México precisamente la idea es que la banca participe activamente en la expansión de las plataformas móviles. Por ello la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) ha comenzado a promover la apertura simplificada de cuentas, según explica Guillermo Babatz, presidente de la CNBV. Otro requisito que impusieron a las empresas para lanzar estos servicios fue precisamente el de la interconexión: “Este sistema sólo funciona si es masivo y de redes”, explica Babatz, cuyo país fue el anfitrión de la más reciente reunión anual de la AFI.
En la conclusión de Alfred Hannig, director ejecutivo del organismo, cada región ha creado su modelo de inclusión propio y adecuado a su realidad. “Sudamérica con el desarrollo de corresponsales bancarios, Asia con los esquemas de pagos móviles y África con las microfinancieras”, dice. “Aunque ahora América Latina está dando pasos importantes para incluir en carteras la banca móvil”.