Algunos textos son de tono filosófico, otros alegres o románticos. Joachim Römer los ha leído uno por uno y ha decidido mostrar 1001 de sus tesoros en una exposición en el Museum am Strom en Bingen, en el estado de Renania-Palatinado.
Incontables botellas con mensajes en su interior flotan en los ríos y océanos del planeta, esperando que alguien las descubra. El artista Joachim Römer las pesca del río Rin y revela sus secretos en una exposición.
Caminando durante horas por las riberas del Rin, Joachim Römer ha encontrado ya desde botellitas de licor, potes de mermelada y botellas de plástico hasta una calabaza ahuecada. Todos estos recipientes tienen algo en común: en su interior se esconde un mensaje, por lo general escrito a mano o a veces dibujado.
Algunos textos son de tono filosófico, otros alegres o románticos. Römer los ha leído uno por uno y ha decidido mostrar 1001 de sus tesoros en una exposición en el Museum am Strom en Bingen, en el estado de Renania-Palatinado.
El público puede admirar en las vitrinas cientos de "náufragos" rescatados por el artista, pero nadie tiene permitido tocarlos, ya que los mensajes permanecen en las botellas. Römer ha copiado las cartas y los dibujos para el catálogo de la exposición.
El artista de Colonia descubrió su primera botella hace 18 años, mientras buscaba restos de plástico arrastrados por el río para una de sus obras. El mensaje dentro de la botella le fascinó de tal manera que comenzó a buscar recipientes con mensajes con mucha atención. El "colector de historias" recorre a menudo unos cien kilómetros de ribera en busca de mensajes escondidos.
Su colección ya suma 1.400 ejemplares. "Más o menos la mitad de las botellas es de vidrio, el resto de plástico", comenta el artista, quien estima que está retirando del río un 10% de los mensajes flotantes. El resto continúa viaje hacia el mar, en busca de otro destinatario.
A veces Römer también bota una botella con un mensaje al agua. "Cuando encuentro una carta en cadena, la copio y la vuelvo a botar", dice el artista, que no quiere escribir un mensaje propio y esconderlo en una botella por superstición. "Si lo hago, ya no volveré a encontrar ninguna", afirma Römer.
