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Aruba: cautivadora en la superficie, asombrosa en la profundidad
Sábado, Julio 25, 2015 - 10:20

No solo tiene aguas exóticas y grandes extensiones de playa. Esta isla caribeña ofrece una agenda completa de actividades en las que el común denominador es la belleza

Aruba es seductora en la superficie y en la profundidad. Con una careta aficionada, con un casco casi de astronauta para caminar debajo del agua y sumergirse en el colorido universo de los peces, o con un equipo completo de buceo, se ven las mismas maravillas que teniendo la pupila bien alerta y los pies sobre la arena.

El “Antilla” o Barco Fantasma, de origen alemán y que prestaba auxilio a los submarinos en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, es la más exótica compañía para aquellos turistas que desde la comodidad de un catamarán o impulsados por el vértigo de altamar, miran hacia abajo y entablan relación visual con esa imponente estructura, una de las monarcas en las aguas de esta joya colorida en medio del Caribe.

Ese monstruo de acero, profundo y dormido, simboliza la intención de que Holanda no estaba dispuesta a ceder millas terrestres y acuáticas en su principal conquista americana. La imponencia submarina del “Antilla” es comparable únicamente con la particularidad de los parques desérticos de la isla.

Formaciones rocosas, pintadas con el verde de los cactus que las circundan, son testigos de la unión mágica entre los siete colores del mar Caribe y el amarillo encendido de la arena arubiana.

Los deportes acuáticos extremos, actividades de máxima acogida por parte de los turistas que muchas veces duplican y triplican el modesto número de nativos de la isla (alrededor de 105 mil habitantes), tienen su similar en tierra. Se trata de los paseos en jeep por trochas viables solo para camperos conducidos por diestros guías, cuya misión es hacer patinar las llantas en las todas las curvas, dominar profundos huecos y potenciar el vértigo de los visitantes, en su mayoría europeos y norteamericanos.

Durante esos safaris a campo traviesa se pueden observar puentes en roca, algunos de ellos convertidos en reserva después de que su estructura natural sucumbió hace un par de años antes las inclemencias del tiempo y la sal marina.

El panorama azul es virgen y no es apropiado para bañistas porque, según se informa en varios idiomas (inglés, español, holandés, francés y papiamento), son huecos capaces de succionar cualquier cuerpo que se ponga en frente.

El escenario, digno de postales en las que se hace realidad la frase del mar de siete colores, se vuelve accesible gracias a la denominada piscina natural (Natural Pool), una especie de alberca rodeada de rocas inmensas y resbalosas que impiden establecer la procedencia de las olas. Así como pueden aparecer de frente, pueden llegar de cualquier costado y ese atractivo salvaje, indómito, multiplica el encanto de la isla. Sin embargo, la calma está a pocos metros porque hay kilómetros enteros de playas con arena como tapetes en la que los bañistas prometen, enamorados del lugar, un retorno inminente.

En esta porción de tierra es muy popular el dicho: “quien se baña en las aguas marinas de una isla caribeña como Aruba, jamás quiere volver a tener la experiencia de una playa continental”. Las diferencias entre una y otra están en la limpieza tanto de la arena como del mar, en el marco geográfico, en la tranquilidad, y en todas las demás manifestaciones que complementan la vivencia sensible y sensitiva de adentrarse en un centro turístico sin congestiones.

Safaris por parajes inhóspitos se complementan con las visitas a cavernas singulares en las que se mezclan el arte rupestre, formaciones naturales como estalactitas y estalagmitas, y la presencia intimidante de murciélagos que reaccionan al sentirse invadidos. Además, estas extrañas edificaciones con diseños milenarios, son lugares perfectos para las fotografías dado el carácter luminoso otorgado por huecos ubicados de manera estratégica.

Aruba, en mar y en tierra; como escenario paradisiaco o como destino para actividades intrépidas; es una joya invaluable en el Caribe. En esta isla se condensan todos los idiomas para establecer el sinónimo latente de la expresión “belleza”.

Autores

El Espectador / LifeStyle