Las variables de la sostenibilidad son el balance ambiental, el progreso social y la innovación institucional, según Roberto Artavia, presidente de Viva Idea.
El concepto de desarrollo sostenible ha pasado por altibajos desde que fue expuesto por primera vez hace más de 30 años en el Informe Nuestro Futuro Común.
El escrito, mejor conocido como Brundtland en honor al apellido de la funcionaria noruega que lo planteó, expone un análisis crítico y el replanteamiento de las políticas de desarrollo económico global.
En él queda manifestado que el avance social ocasiona un costo medioambiental alto. La definición fue lanzada en la Declaración de Río de las Naciones Unidas en 1992.
Este manifiesto hizo énfasis en la reconciliación entre el bienestar económico, los recursos naturales y la sociedad, evitando comprometer la posibilidad de vida en el planeta y la calidad de vida de la especie humana. El movimiento creció hasta la crisis financiera de 1997, cuando colapsó.
No fue hasta en 2006, cuando Al Gore publica Una verdad incómoda, que junto a su posterior documental, educa a los ciudadanos sobre el calentamiento global.
“Vino la crisis de 2007 y el concepto se desinfló nuevamente. Eso demuestra que todavía tenemos mucha más preocupación por el corto plazo y por las variables económicas, que por las variables de la sostenibilidad”, sostiene Roberto Artavia, presidente de Viva Idea.
Esta es una organización que busca forjar una alianza sostenible entre la empresa privada económica, social y ambientalmente exitosa, y organizaciones filantrópicas que promueven el liderazgo y la innovación para impulsar el desarrollo sostenible.
El costarricense estuvo en San Pedro Sula como uno de los expositores invitados en la conferencia magistral: “Lo que todo empresario debe saber ante los grandes retos del siglo XXI”, en la que también participó Jaime García Gómez, metodólogo y cronometrista de la Red de Progreso Social en Mesoamérica.
“Las variables de la sostenibilidad son el balance ambiental, el progreso social y la innovación institucional. Hemos aprendido a competir un poquito mejor y ese es un concepto relativo”, explica Artavia. Ejemplifica del caso de empresas que compiten trayendo sus productos intermedios o terminados de China, manteniendo posiciones en los mercados, no por su competencia, sino porque utilizan la globalización en su favor. “Cuando uno analiza lo que ha pasado en Centroamérica en estos 25 años, la respuesta es: muy poco. Diría que hay un 10% de las empresas que sí se adaptaron al futuro, a nuevas tecnologías, innovación de productos y cambiar sus parámetros de competencia, pero la mayoría sigue en un estado intermedio y son muy vulnerables”, advierte.
Las conferencias de Viva Idea, que ya han desarrollado en Panamá, Costa Rica y El Salvador, presentan todos los marcos conceptuales desarrollados en el último cuarto de siglo, para refrescárselos a las personas, con la idea de luego hacer alianzas con instituciones locales, como por ejemplo con Fundahrse, para dar seguimiento en cada país.
Desafíos. Hace 30 años, la industria centroamericana era meramente textil y exportadores agroindustriales, que significaba mano de obra barata y recursos naturales para generar ingresos.
“Ya eso no se puede. Ahora hay que agregar valor con el conocimiento y un tema central de todo esto es el modelo educativo que existe en los países, y los de Centroamérica están entre los más rezagados en términos de nuestros enfoques educativos”, sostiene Artavia.
Cuestiona que aunque el mundo ha hablado del cambio climático desde los años 80, no hay un código climático para la construcción de hoteles, mejoras en drenajes o infraestructura de ese tipo.
En la conferencia que brindó en San Pedro Sula, el especialista explicó que la violencia y la corrupción son los dos temas que más preocupan a los empresarios en Honduras. En cuanto a sostenibilidad, el problema de fondo es la ruptura total de su contrato social. “Un país donde tanta gente está migrando, donde no hay confianza entre los sectores, adonde las entidades políticas deben recurrir a artilugios para llegar al poder, muestra que el contrato social no está funcionando como debe ser”.
A su criterio, en Panamá hay mayor claridad sobre el contrato social, porque como fue criado como una economía logística y de servicios tienen una identidad más definida que los otros países de Centroamérica y el Caribe.
Sobre Honduras, opina que falta una visión común del futuro, y tanto las instituciones como las empresas no están preparándose para esa visión, porque aún no han logrado articularse de una manera coherente.
Insta a los jóvenes a prepararse para un futuro dinámico, cambiante y exigente para aprender a adaptarse y estar dispuestos a revisar de forma constante sus modelos de éxito porque cambiarán todo el tiempo.
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