Hoy el país cuenta con la tecnología suficiente del primer mundo para desarrollar estos procedimientos y hacer realidad el sueño de muchas mujeres de ser madres.
Victoria es una joven mujer de 32 años, madre de dos hijos y residente en alguna provincia de Lima. Ella vive en el total anonimato pero hace poco más de tres décadas su nacimiento fue un hecho histórico. Gracias a la fe de su madre y al profesionalismo de los doctores que la atendieron, se convirtió en la primera bebé probeta nacida en el Perú.
Y en verdad su concepción y su nacimiento fueron una verdadera victoria para la ciencia –de allí su nombre– porque su madre añosa con 41 años a cuestas, tenía solo un tercio de útero y sus óvulos eran cuadrados y oscuros en vez de redondos y cristalinos. Y por si eso fuera poco, el esperma de su esposo era medio deficiente.
Todo este panorama no la hacía precisamente la mejor candidata para someterse al procedimiento de fecundación in vitro. Todo estaba en su contra pero su enorme fe y su persistencia hicieron posible su deseo de ser madre, recordó en diálogo con la Agencia Andina el médico Luis Noriega Hoces, director de la clínica Concebir.
“Cuando la mamá de Victoria – una señora muy humilde que traía en sus manos una bolsa de mercado- vino a verme, el proyecto ya había comenzado y el procedimiento costaba US$ 15.000. Vi su historia y no tenía el útero adecuado, le dije que no era posible. Tal vez le hablé de una manera hosca”, rememora.
Habían pasado varias horas de ese diálogo cuando al bajar al primer piso del edificio de la clínica, Noriega se dio cuenta que la mujer seguía esperando. “Doctor, usted no me puede prohibir ingresar (al proyecto)… yo he soñado que voy a tener hijos”, fue la contundente frase con la cual la mujer lo confrontó y lo convenció de no ir en contra del destino.
“El caso de Victoria fue uno muy especial porque marcó la gran diferencia y un cambio en mi vida profesional, porque los profesionales creemos conocer muchas cosas y que tenemos todas las respuestas y solo somos instrumentos del destino”, señala.
Para Noriega Hoces, el caso de Victoria demuestra que se puede tener 41 años, un pedazo de útero, hormonas invertidas y no tener plata “pero sí mucha fe”.
El primer grupo de profesionales de fertilización asistida se formó en el año 1988. Un año después se debutó con esta niña llamada Victoria, es decir 13 años después de la primera experiencia mundial en fecundación in vitro.
Ahora en el Perú ya existe la tecnología suficiente del primer mundo para desarrollar estos procedimientos y hacer realidad el sueño de muchas mujeres de ser madres.
Esa tecnología –según Noriega- permite hacer cualquier tipo de diagnóstico y procedimiento como el llamado bebé probeta, la selección espermática y -lo más novedoso- el diagnóstico de genes, que permite que al quinto día de fecundado se le pueda hacer al embrión una biopsia con láser sin dañarlo y saber si tiene una composición normal o anormal.
“Podemos detectar si tiene alguna falla cromosómica como Síndrome de Down”, explicó
El especialista sostuvo, sin embargo, que no se puede jugar con las expectativas de la gente y hay que decirles la verdad, aunque eso les moleste. Esto pasaría en el caso de una mujer con endometriosis muy severa, o con las Trompas de Falopio obstruidas, o con el esperma deficiente del hombre. "Lo primero que debemos hacer es un diagnóstico de la pareja y en base a eso se arma una estrategia, la que mejor les acomode”.
Noriega Hoces informó que actualmente en el mundo se está haciendo trasplantes de útero y que Concebir ya tiene a un médico capacitándose en Suecia. A su juicio, se trata de una opción válida para aquellas mujeres que nacieron sin úteros o que sufrieron una extirpación, pero también para quienes tienen hipertensión o insuficiencia renal crónica.
“Hay pocos casos en el mundo porque es un tema muy complejo, pero por lo pronto estamos trabajando en fertilidad preventiva, con una tecnología que permite guardar óvulos por años”, comenta.
¿Y cómo lo hacen?
Para iniciar un tratamiento de fertilización asistida, el primer paso es darle a la mujer una dosis de hormonas por 10 o 12 días. Luego de eso, una paciente promedio madurará entre 8 y 10 folículos, los que serán aspirados para obtener en el laboratorio los ovocitos, que son los gametos femeninos, explica el doctor en biología de la Clínica Concebir, Luis Guzmán.
Paralelamente, detalló, el hombre emitirá su muestra de esperma por masturbación. Al tener los dos gametos, en el laboratorio de Andrología se seleccionarán las muestras de esperma. En este caso se aplican los criterios de morfología (forma) y motilidad (capacidad de desplazamiento).
“Los espermatozoides que sean más veloces. Con movimientos rectilíneos y uniformes serán los escogidos”, explica el especialista.
En el laboratorio de Embriología se junta el esperma con los ovocitos y, luego de la fecundación, se forman los embriones que serán cultivados en las incubadoras, equipos que tienen condiciones muy similares al útero femenino, durante cinco o seis días.
Pasado ese periodo, el embrión puede ser transferido a la madre inmediatamente o se congela en tanques de nitrógeno para hacerle estudios adicionales, que pueden ser de genética para detectar alguna enfermedad heredada de los padres.
Si se optara por esto último, se debe esperar 28 días para que la madre vuelva a reglar y luego se le prepara a la madre para la transferencia.