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Así es el trabajo de una enfermera en el Hospital Loayza de Perú
Jueves, Agosto 16, 2018 - 16:00

Angela Roncal destaca la empatía de los enfermeros como la clave para una buena atención.

Es enfermera, educadora en diabetes, tiene especialidad en cuidados quirúrgicos, y en geriatría y gerontología. El próximo año cumplirá una década en el servicio de Endocrinología del Hospital Arzobispo Loayza, lugar en el que atiende y orienta a pacientes diabéticos que necesitan, sobre todo, paciencia y cariño, afirma.

Don Zenón no tiene idea de cuán importante es para Ángela Guillermina Roncal Vergara. Ella es enfermera y lo encuentra cada mañana esperando su turno para que le apliquen su dosis de insulina, pues no tiene quién lo haga en su casa. El señor es un adulto mayor que trabaja como ambulante nocturno vendiendo dulces en la plaza Bolognesi.

“Hacer el bien sin mirar a quien”, es un dicho que Ángela aprendió de su progenitora, cuenta esta profesional de la salud y que guía su labor. 

Roncal Vergara trabaja en el servicio de Endocrinología del hospital Arzobispo Loayza, en donde atiende a un promedio de 25 pacientes diabéticos al día. Los educa en el manejo de insulina y procedimientos, pero también dicta las charlas educativas, a las que asisten 20 personas. Son 45 pacientes que padecen una enfermedad que ya tiene carácter de pandemia, afirma. 

Cumplirá 10 años de servicio y es una de las enfermeras más queridas. Saben de su paciencia y conocimiento, y se van pasando la voz. Para Ángela, el secreto es la empatía. Esa capacidad que solo los seres humanos pueden tener, que es la de colocarse en el lugar del otro.

Pero identificarse con alguien y compartir sus sentimientos, la verdad, no es sencillo. Para Ángela, formada como educadora en diabetes, eso quiere decir entrevistar al paciente con detalle, conocer su historia, gustos y situación familiar para diseñar su plan de tratamiento y acompañarlo en su largo camino de cambio de hábitos y estilo de vida saludable.

“La entrevista es personal y profunda porque tengo que conocer todo lo posible de la persona: los recursos económicos, sociales y emocionales que tiene para enfrentar la diabetes, una de las enfermedades crónicas más costosas. Si el paciente no cuenta con dinero, no le puedo pedir que se mida la glucosa cinco veces al día; y si está deprimido, no lo puedo tratar mal”.

Una gran aliada

Ángela es responsable del programa de diabetes, pie diabético y prevención del servicio en el que ya labora hace nueve años. En el nosocomio acaba de cumplir 35, y sabe del esfuerzo que hacen muchas enfermeras para darles el mejor cuidado a pacientes que llegan de los lugares más alejados y pobres del país.

De ese grupo, los adultos mayores aumentan cada vez con más frecuencia, y esto se observa en Endocrinología, debido a la diabetes. Por ese motivo, decidió estudiar otra especialidad, la de Geriatría y Gerontología, para atenderlos mejor, comenta.

“Llegan tristes, se sienten solos, relegados por la familia. Sienten mucho desamor, y eso los debilita. El abandono es frecuente. A eso se suma que no ven, por su deterioro físico, y por esa causa no pueden medir su glucosa o aplicarse insulina. Tan distinto a lo que les ocurre a jóvenes que se atienden en clínicas que usan tecnología que les permite tener mejor calidad de vida”.

A pesar de las dificultades que enfrenta a diario por trabajar en un hospital público, Ángela continúa allí. Doña Iraida, su madre, una emprendedora costurera, trabajó mucho para que su hija dejara Trujillo y fuera enfermera en el hospital Loayza en la década de 1980. Es una razón que ella valora, tal vez. 

Lo cierto es que Ángela tiene puesta hoy la camiseta por los más pobres, dice, es valiente, y lo que hace, lo hace por amor. “Estoy comprometida con la salud de los más necesitados. Los ayudo a pesar de que no tengo dinero”. Lo afirma una profesional. 

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El Espectador