La película centrada en el corazón del Amazonas, no sólo tiene a Colombia en la carrera por un Oscar. También ha abierto el debate en torno a los desafíos pendientes en la zona.
Colombia quiere hacer historia en los Óscar con un homenaje a las comunidades amazónicas que, más allá de tender un puente entre pasado y presente, espera reconectar la identidad multicultural de una sociedad que las ha olvidado.
Es por esto que a diario Ya-Hi-Allam (Antonio Bolívar Salvador), protagonista del filme “El abrazo de la serpiente”, lucha por mantener vivo el legado de sus ancestros diezmados por la esclavitud en las caucharías de la Caza Arana.
Como gesto de agradecimiento y respeto, la Policía de Amazonas rindió un homenaje al indígena de la etnia okaina, oriundo del corregimiento de la Chorrera – Amazonas, descendiente de las comunidades indígenas que vivieron el holocausto de la esclavitud y los tiempos de la explotación del caucho en las selvas de la Amazonía, causante de que los okaina practicante estén extintos.
A sus 71 años de edad y con la sencillez y humildad propias de su escuela de vida forjada en la sabiduría de la Pacha Mama, el fiel representante aborigen del amazonas no duda en vestir su mejor gala hecha de yanchama y corona de penacho con plumas de las aves sagradas, para recibir de manos del coronel José Joaquín Devia Aguilar, la palca policial representativa de la Policía.
Cine revitalizador
La nominación de "El abrazo de la serpiente", tiene más significados, más allá de que Colombia puede ganar su primer Óscar.
La película narra en paralelo el encuentro de Karamakate con el etnólogo alemán Theodor Koch-Grünberg y el biólogo estadounidense Richard Evans Schultes en la primera mitad del siglo XX, quienes buscan la yakruna, una planta ficticia que hace soñar.
Las conversaciones entre el chamán y los exploradores -la mayoría en lenguas indígenas- ahondan en las tradiciones de las tribus, pero al mismo tiempo ponen de manifiesto cómo esta fuente de sabiduría se está extinguiendo.
A lo largo de la película, los protagonistas van descubriendo el impacto de la llegada del hombre blanco a zonas remotas: explotación de recursos naturales, evangelizaciones masivas e imposición de lenguas dominantes.
Pero Karamakate demuestra que el indígena tiene mucho que enseñar y que el colombiano debe proteger esas tradiciones porque, en el fondo, se trata de su propio conocimiento.