A pesar de la resistencia, con estos medicamentos en las últimas décadas se ha logrado erradicar la viruela y eliminar la poliomielitis en la mayor parte del planeta.
El tema de antivacunas no es nuevo. Sin embargo, la popularidad de este movimiento ha ido en aumento. En este contexto, Peter Hotez, decano de la Escuela Nacional de Medicina Tropical del Baylor College of Medicine y director del centro de vacunación del hospital de niños de Texas, visitó nuestro país para recordar que las vacunas son una de las estrategias más eficaces para prevenir enfermedades y por ello constituyen un pilar dentro de la salud pública.
Prueba de ello, señaló, es que en las últimas décadas, la vacunación ha permitido erradicar la viruela y eliminar la poliomielitis de la mayoría de las regiones del planeta. “Actualmente, la vacunación es una de las pocas estrategias disponibles para controlar brotes de enfermedades mortales como el ébola en África”.
A invitación de la Fundación Carlos Slim, Hotez dictó una conferencia en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), junto al genetista Eric Lander, pionero del entendimiento del genoma humano, quien por su parte habló de las metas en esta área.
En su oportunidad, Hotez explicó que desde el descubrimiento de la primera vacuna en el siglo XVIII ha existido un movimiento antivacunas, pero éste se ha hecho más fuerte en las últimas décadas, a medida que las enfermedades prevenibles por vacunación han sido poco a poco controladas o eliminadas. “Como consecuencia de este movimiento, cada vez más personas deciden no aplicarse las vacunas, generando riesgos importantes para la aparición de brotes de enfermedades totalmente prevenibles”.
Dijo convencido que los gobiernos y las agencias internacionales parecen no estar haciendo lo suficiente, ni hablando sobre las consecuencias del tema; sin embargo, aseguró que al ser un problema de salud pública, la responsabilidad recae también en la población.
A pesar de esta alerta, marcó una diferencia entre México y lo que pasa en Estados Unidos y países de Europa, donde estos grupos antivacunas están más organizados e incluso obtienen recursos, aunque no se sabe su procedencia, por lo que el efecto es mucho más dañino.
“En México podría ser diferente. aquí hay una buena organización para la aplicación de vacunas y la cobertura es alta, lo que aconsejo y donde se debe tener cuidado es en continuar con la educación sobre todo en las clases medias, que son en las que se está presentando más este fenómeno. Gente con educación que a través de información en páginas web transmite mensajes erróneos, donde se pide que no se vacune a los pequeños. Creo que por ahí tenemos que empezar para parar este fenómeno”.
Agregó que la desinformación es un problema que preocupa en la sociedad en general, pero esto se está traduciendo en poner en riesgo la salud de los niños.
Fue claro, en Estados Unidos estas ideas libertarias de pensar que los médicos no pueden decidir que hacer con sus hijos están pesando, “nosotros sabemos que por supuesto cada quien puede educar a su hijo como quiera, no hablamos de una ley como la que establece que si llevas a tu hijo en el auto, tienes que usar el cinturón de seguridad; nosotros sólo decimos que deberían vacunar a sus hijos y para ello damos herramientas basadas en la ciencia”.
Indicó que hay algo más que le preocupa a la comunidad médica y científica, pues parte de que estos temas estén afectando a la población es “la distancia”.
“No sólo es la falta de confianza en las vacunas, sino en lo que los científicos hacen en general, es por eso que la gente cuestiona también el cambio climático, los alimentos, los temas de genética, entre otros”.
Dijo que los científicos necesitan buscar las formas de hacer llegar mensajes claros, comenzar por las universidades y centros de capacitación, dar peso a la divulgación para que sepan cómo comunicar la ciencia y hacer empatía con el público desde el principio. “Los científicos más jóvenes deben estar en las redes sociales, compartir a través de blogs y tener conversaciones con la gente (...) No es suficiente tener la evidencia científica y publicaciones”. Otra vía, dijo, es apoyando a los periodistas, pues “probablemente no saben cómo tratar el tema y muchos de ellos no tienen formación en ciencia, para ello tenemos que ser más pacientes y dedicar más tiempo a educar periodistas en ciencia”.
También habló de un trabajo personal entre la comunidad científica, “entrenarnos para hablar en público, muchos dicen: ‘no, yo no quiero hablar con los periodistas, ni con el público, las vacunas se promocionan por sí solas’; ésta es una idea absurda, pues el rol del científico también tiene que ver con comunicar la ciencia. Cualquier persona que adquiera un grado como doctor debería también completar su formación con comunicación de la ciencia”.
Mencionó que la ciencia por sí misma no va a resolver el problema de los antivacunas, pues la ciencia se preocupa por demostrar y presentar la evidencia sobre la eficacia o no de estos tratamientos y tecnologías; sin embargo, sí está en sus manos acercarse a la sociedad, que finalmente será la que pueda frenar estas malas prácticas antivacunas.