El esperado festival se desarrolla en Santiago este fin de semana y concluyó ayer un exitoso primer día.
Al entrar al Parque O’Hoggins el día viernes se notaba un inmediato cambio en el ambiente. Miles de personas estaban disfrutando de la nueva versión de Lollapalooza Chile entre stands, conciertos y las llamadas “experiencias”.
Mientras algunos grupos corrían al darse cuenta que la banda que esperaban ya había comenzado en un escenario, otros estaban tirados en el pasto, ojos cerrados, escuchando el concierto más cercano, como recobrando energías.
Pero definitivamente hay algo extraño en un festival, sobre todo cuando es tu primera vez en uno.
Cuando llegué, Snow Patrol se escuchaba desde fuera del recinto y sus melodías suaves parecían ser lo que apuraban a muchos en la entrada. Pero al llegar al escenario VTR, donde tocaban, el ambiente era diferente. Las áreas destinadas a contener al público estaban llenas, sí, pero no mucho más que eso.
El show fue bueno, una calidad musical indiscutible y muchas letras pensadas para ser coreadas, pero justo cuando uno esperaba escuchar miles de voces unidas, eran pocos los que se animaban o que conocían la canción. Una gran cantidad estaba ahí conociendo a una banda nueva o quizás llenando un hueco en su horario entre otros artistas que gustaban más.
Quizás el mayor ejemplo de esto fue el show del argentino Vicentico que a un lado, en otro escenario, tenía su tibio debut en el festival. Un público que no coreó y se limitó a aplaudir al final de cada canción. La esperanza de revivir a esa gran masa con un éxito de Los Fabulosos Cadillacs también quedó atrás después de que cantara “Siguiendo la luna” sin respuesta.
Este gran público está dividido en muchos públicos no tan masivos, algo que parece obvio desde un comienzo, pero sorprende al verlo de primera mano, cuando todo lo que conoces antes son conciertos individuales en que los asistentes están en la misma sintonía.
Pero el público sabe a lo que va, no solo a cantar junto a sus favoritos, también a conocer bandas nuevas y enamorarse de una experiencia como pocas. El día estuvo lleno de buenos momentos. Destacó el esperado show de Lenny Kravitz, que pese a tener que bajar del escenario por varios minutos por problemas de sonido, mantuvo a un público expectante.
También sorprendió el show de Grata Van Fleet, que pese a las constantes críticas sobre su música sonando mucho a Led Zeppelin, tuvo un enorme público disfrutando un show de rock, saltando, gritando y coreando.
Mientras el cierre del día con Kendrick Lamar fue todo lo grande que se podía esperar. Repletó el escenario principal y supo guiar a su público a través de su repertorio de éxitos.