Abel Vera es ingeniero industrial (Universidad San Agustín, Arequipa), y MBA (Universidad de Chile, Santiago). Actualmente reside en Alemania.
Se supone que la guinda de la torta profesional o la tierra prometida es hacer un MBA, el cuál te llevaría directo a una gerencia general, CEO o a emprender algún negocio súper exitoso.
Es el bombardeo de márketing que los profesionales nos vemos asediados por las universidades con promesas de éxito. Incluso las escuelas más prestigiosas del mundo se atreven a publicar cuál será el sueldo promedio al terminar el MBA que un ejecutivo podría lograr.
Pero ¿Cuál es la realidad que el grueso de profesionales con MBA de América Latina y del mundo enfrentamos?
No tengo respuestas del tipo “las 10 cosas que un jefe no debe hacer”, “los 5 pasos de márketing viral”, “liderazgo en 7 pasos”, etc. En cambio, tengo anécdotas del día a día, experiencias en toma de decisiones, historias mías y de mis amigos también MBA, con las que pretendo aterrizar el asunto, bajarlo de las nubes donde está o donde algunos piensan que está, para dejar de verlo como la corona del rey, y mostrarlo como nuestro equipamiento militar para la guerra en el management.
Según datos de Harvard University hay actualmente en el mundo 500.000 MBA graduados y dudo realmente que los 500.000 sean CEO de Microsoft, Apple, Amazon, Merck, BMW, IBM, Deutsche Bank o algún alto ejecutivo en esas y otras más, que componen el Club Forbes 500.
Evidentemente alguno tendrá la historia perfecta de éxito y dirá que él o su amigo ahora es CEF de Lufthansa y que el MBA fue el camino al éxito, lo cual celebro y admiro, pero debe haber 400 mil profesionales en empresas medianas o pequeñas o empezando negocios propios. Es lo normal para economías cuyo fuerte en la generación de empleo son precisamente esas actividades.
Esa es la realidad a la que la mayoría de los profesionales nos enfrentamos. A veces en empresas con excelentes ambientes laborales, pero económicamente precarias o con presupuestos restringidos o con menores capacidades en relación a un gigante mundial.
Empecemos con una historia práctica para no seguir predicando. Imaginemos dos MBA: Juan es uno es jefe de logística de Amazon y Luis tiene el mismo cargo, pero en un almacén mediano cerca del aeropuerto de cualquier ciudad latina.
Primera conclusión obvia ¡qué buen trabajo el del tipo de Amazon! Tiene toda la tecnología a su disposición, empleados de reemplazo, suministros, en fin, todo lo que un profesional pueda necesitar para hacer eficiente su trabajo y sacar lustre a su desempeño. Nada más que decir.
En el caso de Luis, el jefe del almacén de la empresa mediana, no sólo acordó un sueldo del mercado para cualquier profesional (ninguna empresa mediana te pagará 2 veces más sólo por ser MBA), sino que vive con cientos de problemas que no dan para un caso de estudio, pero que pueden llevarte a la locura.
Así, el primer malestar de Luis es pensar “¿bueno y para qué estudie entonces un MBA? Primer error, el MBA no es para subir el sueldo como quien prende una luz.
Generalmente para que tus estudios sean más valorados, la movida es cambiarse de trabajo, porque en la empresa actual el dueño no percibirá mejoras en productividad, o en ventas por el hecho que cuelgue en tu oficina un título más. Parece obvio, pero la mayoría de quienes hicimos un MBA fuimos a la oficina de Recursos Humanos a pedir un 50% más de sueldo, petición que no sólo es rechazada, sino que también muchas veces implica que termines yéndote del trabajo.
Volviendo al caso hipotético de Luis, imaginemos que sobrevivió al aumento frustrado de sueldo y entendió que sus estudios de postgrado son un desafío personal que en base a lo que aprendió deberá aplicar a la empresa y sólo cuando demuestre que sirven para aumentar la productividad o disminuir las pérdidas, recién será considerado para alguna mejoría salarial.
Ahora, esas mejoras no son tan fáciles de implementar, por mucho que se haya estudiado cómo hacerlo.
Vamos a un ejemplo. Luis, quien trabaja todos los días con un presupuesto limitado, el día viernes se aprontaba a recibir una carga, pero ésta iba atrasada debido a una tormenta en el Pacifico, que amenazó echar a perder toda la cadena de abastecimiento. Luis recibió la noticia faltando una hora para la salida y les comunicó a sus trabajadores que deberían quedarse. Los trabajadores protestaron, pero el 80% aceptó las horas extras (50 personas). Dados algunos acuerdos con el sindicato, en estos casos la empresa debe dar a cada empleado un sándwich y una bebida, por lo que Luis solicitó a Recursos Humanos la comida. Sin embargo, Recursos Humanos le respondió que las solicitudes se hacen 12 horas antes y por escrito, y que emergencias sólo las autoriza el gerente general, pero el tipo está de viaje….
En el MBA a Luis le enseñaron a ser líder y manejar gente, así que logró convencer a 50 personas, pero ahora tiene una duda que los libros no le han dicho. Si no consigue la comida, la gente se le irá o el sindicato le meterá un reclamo. ¿Qué hace Luis? ¿Compra la comida con su dinero y el lunes espera la respuesta de la empresa? ¿Es responsabilidad de Luis comprar la comida? ¿No hace nada y que la empresa se las arregle con la carga, porque yo cumplió con su contrato, pues tiene todas las pruebas de que no es culpa suya la tormenta en el Pacífico? ¿Sabrá el resto de la empresa esfuerzos y se recompensarán?
A lo mejor Luis recordó del MBA la ética en el trabajo, la responsabilidad asociada al cargo y las decisiones, y liderazgo, e hizo lo correcto, pero lo que no aprendió en las aulas, era que hacerlo iba a ser tan ingrato.