La hormona suprime la producción de un tipo de célula inmunológica que desencadena la reacción alérgica. La comprensión de este mecanismo podría conducir a nuevos tratamientos para la enfermedad.
Un equipo de investigación internacional ha revelado por primera vez que la testosterona protege a los varones de desarrollar asma, ayudando a explicar por qué las mujeres tienen dos veces más probabilidades de desarrollarla que los hombres, después de la pubertad.
El estudio mostró que la testosterona suprime la producción de un tipo de célula inmunológica que desencadena el asma alérgica. El hallazgo puede conducir a nuevos tratamientos de asma más específicos.
Uno de cada nueve australianos (2,5 millones de personas) y alrededor de uno de cada 12 estadounidenses (25 millones) tienen asma, una condición inflamatoria de las vías respiratorias. Durante un ataque de asma, las vías respiratorias se hinchan y se estrechan, haciendo difícil respirar. En los adultos, el asma es dos veces más prevalente y más grave en las mujeres que en los hombres, a pesar de ser más común en los niños que en las niñas antes de la pubertad.
En 2016, la ciudad de Melbourne, Australia, experimentó un evento de “asma de tormenta” sin precedentes a nivel internacional, tanto en su escala como en la severidad de las consecuencias casi 10.000 personas fueron a los hospitales en un período de dos días. “Asma de tormenta” se refiere al asma alérgica que se cree que es iniciada por una alergia al polen de hierba. Muchas personas sin historia de asma experimentaron, en este caso, ataques de asma severos.
El doctor Cyril Seillet y la profesora Gabrielle Belz del de Melbourne, con el Dr. Jean-Charles Guéry y su equipo en el Centro de Fisiopatología de Toulouse-Purpan, Francia, dirigieron el estudio, publicado hoy en el Journal of Experimental Medicine, que entrega esta nueva evidencia.
El Dr. Seillet dijo que se especulaba que las hormonas jugaban un papel significativo en la incidencia y la severidad del asma en mujeres: "Hay una observación clínica muy interesante de que las mujeres están más afectadas y desarrollan asma más severa que los hombres, por lo que tratamos de entender por qué sucedía".
"Nuestra investigación muestra que los altos niveles de testosterona en los machos los protegen contra el desarrollo de asma alérgica", indicó el investigador, "la testosterona es un potente inhibidor de las células linfoides innatas, una nueva célula inmune que se ha asociado con la iniciación del asma".
El equipo de investigación encontró que las células linfoides innatas -o ILC2s- 'detectaron' la testosterona y respondieron deteniendo la producción de las células.
"La testosterona actúa directamente sobre ILC2s al inhibir su proliferación", dijo el Dr. Seillet. "Así que en los hombres usted tiene menos ILC2s en los pulmones y esto se correlaciona directamente con la severidad reducida del asma".
Las células linfoides innatas se encuentran en los pulmones, la piel y otros órganos. Estas células producen proteínas inflamatorias que pueden causar inflamación pulmonar y daño en respuesta a desencadenantes comunes para el asma alérgica, como el polen, los ácaros del polvo, el humo del cigarrillo y el pelo del animal doméstico.
La profesora Belz, por su parte, dijo que entender el mecanismo que impulsa las diferencias sexuales en el asma alérgica podría conducir a nuevos tratamientos para la enfermedad.
"Los tratamientos actuales para el asma severa, como los esteroides, tienen una base muy amplia y pueden tener efectos secundarios significativos", agregó.
"Este descubrimiento nos proporcionan una nueva forma potencial de tratar el asma, dirigida a las células que están contribuyendo directamente al desarrollo de asma alérgica. Mientras que más investigación tiene que ser hecha, se abre la posibilidad de imitar esta regulación hormonal de ILC2 en las poblaciones como una forma de tratar o prevenir el asma. Tácticas similares para la orientación de las vías hormonales se han utilizado con éxito para el tratamiento de otras enfermedades, como el cáncer de mama", concluyó.
Imagen: Dr. Cyril Seillet (izquierda) y la profesora Gabrielle Belz, parte del equipo investigador.