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Biarritz: surf, palacios y gastronomía
Miércoles, Julio 9, 2014 - 12:24

La ciudad francesa de Biarritz, que encandiló a Victor Hugo, combina las olas soñadas por los surferos, con villas y palacios señoriales, además de una gastronomía vascofrancesa muy variada.

Biarritz, ciudad señorial del suroeste de Francia, en el departamento de Pirineos Atlánticos, en la región de Aquitania, es una urbe elegante plagada de palacios, villas, pérgolas, iglesias y viviendas vascas de colores rojo, blanco, beige y azul, así como iglesias de piedra, miradores y centenares de restaurantes que ofrecen una gastronomía muy destacable. 

Aunque uno de sus principales atractivos es, sin duda, la práctica del surf en la Grande Plage (Gran Playa) y la Côte des Basques (Costa de los Vascos). 

Tal es la belleza de esta urbe vasca que el escritor francés Víctor Hugo (1802-1885) llegó a decir que no conoció "de ningún lugar más encantador y hermoso que Biarritz", al destacar "la libertad que inspira el cielo hermoso y el clima templado que tolera".

Pero el visionario intelectual galo también alertaba, a mediados del siglo XIX, de que "este pueblo tan rural, tan rústico y honesto" iba a pagar el precio de su popularidad. Y así fue, ya que poco después de este vaticinio, Napoleón III construyó un palacio en forma de E para su esposa, la española Eugenia de Montijo, frente a la Grande Plage, que en estos días es el exclusivo Hôtel du Palais.

A los caprichos de la emperatriz Eugenia le siguieron los pasos de los miembros de la realeza europea, que comenzaron a construir en este pueblo ballenero sus lujosas edificaciones que hicieron que Biarritz se conociera, a finales del XIX, como "la reina de las playas y la playa de los reyes".

Capital europea del surf

Al sur de la punta rocosa de Saint Martin, donde se alza el emblemático faro de 248 escalones de Biarritz, está la popular Grande Plage que es, desde hace décadas, una de las paradas obligadas de los surfistas franceses y europeos.

"Sus olas de rocas se vuelven hermosas cuando crecen y, lo más atractivo, es que rompen tanto a la derecha como a la izquierda, lo que es ideal para todo tipo de surfistas", dijo Robert Rabagny, creador de la competición Biarritz Quicksilver Maider Arostéguy, que reclama para su ciudad el título de la capital europea del surf.

Es que Biarritz, que acogió la etapa francesa de la Roxy Pro, es la sede de la legendaria competición Maider Arostéguy Quicksilver, que cumplió en 2014 su trigésimo aniversario con una gran fiesta deportiva que congregó a más de doscientos deportistas de todas las edades provenientes, fundamentalmente, de Francia, España y Portugal.

A la Maider acuden decenas de surfistas para demostrar sus habilidades en esta competición que se realiza durante las vacaciones de Pascua, gracias a que Biarritz está a unos 20 kilómetros de la frontera con España. Por ello, la bandera de este país ondea durante la Maider junto a la de la Unión Europea y la de Francia, mientras los jueces anuncian sus resultados en la lengua de Cervantes o la francesa. 

Esta competición de surf, que es la más antigua de Europa y una de las más viejas del mundo, se creó en honor a Maider Arostéguy, una destacada empresaria de Biarritz que murió el 8 de abril de 1984 cuando nadaba en una de las playas de la ciudad, la de Port Vieux (Puerto Viejo).

Desde entonces han buscado ocupar el podio surfistas que ahora llevan a sus hijos a esta ciudad en busca de la codiciada presea, en una fiesta deportiva con toques familiares.

Otro paraíso del surf de esta costa francesa es la Côte des Basques, una playa donde comenzó a practicarse este deporte a partir de mediados de la década de 1950, de la mano del cineasta y surfista estadounidense Peter Viertel, esposo de la fallecida actriz Deborah Kerr, recordada por su papel en filmes como "El rey y yo".

A esta playa de olas consistentes casi todo el año y donde se celebraba una de las etapas de la competición mundial del surf femenino, se llega desde Biarritz por el curvilíneo sendero costero, que pasa por el Port Vieux, la roca de la Virgen, y que desemboca en sus escalinatas.

También se puede ir de la Grande Plage atravesando la turística  ciudad - en donde dominan por las tardes el olor de las tartas vascas, los panini con chocolate y otros postres- hasta la gran escalinata que desciende por el acantilado hasta los negocios de alquiler y clases de surf para los turistas y aficionados, que se aglomeran en la orilla y
se disputan las mejores olas.

Una vida placentera y buen comer

Fuera del mar, pero sin darle la espalda al bravío rugido atlántico, Biarritz ofrece una gran gama de actividades culturales que pasan por las visitas a museos, como el del Mar Aquarium de Biarritz, que con su colección de pulpos, erizos, esqueletos de ballenas, rayas y tortugas, entre otras especies, se ha convertido en uno de los acuarios más grandes de Europa.

El paseo por la ciudad tiene el paso obligado por la plaza Santa Eugenia, que está plagada de restaurantes que ofrecen, principalmente, platos marinos y la iglesia de estilo neogótico del mismo nombre, en honor a la esposa de Napoleón III, que se impone sobre el Port Vieux.

Otro atractivo es la capilla imperial, de estilo romano bizantino e hispano marroquí, construida a petición de la emperatriz Eugenia en honor a la virgen mexicana de Nuestra Señora de Guadalupe, así como la Iglesia ortodoxa de estilo bizantino, construida en 1892, con ornamentos llevados a Biarritz desde San Petesburgo.

Para los "gourmandises" o amantes del buen comer, está el museo del Chocolate, ubicado a las afueras de la ciudad, que ofrece una degustación de bienvenida de doblones de este manjar. En él nos ofrecen la historia del cacao, desde los mayas hasta la actualidad, así como el patrimonio y su proceso de producción.

Pero si de la buena gastronomía se trata, Biarritz, por su cercanía con España, ofrece una gran variedad de bares de tapas o "pintxos", que son las tapas vascas, en locales decorados con los deliciosos jamones y vinos.

Los bares, restaurantes y cafés dominan las principales calles de Biarritz junto a los comercios de recuerdos, de alpargatas o espadrines y de productos de surf y de lujo, así como curiosamente de ópticas. 

Entre panaderías y pastelerías que encandilan por sus tortas vascas rellenas de cereza, los restaurantes, de todo precio, ofrecen pescados a la vasca, pimientos de piquillo rellenos, calamares a la plancha o "piperades", una especie de "ratatouille" con pimientos. 

Imprescindibles son la axoa, o estofado de ternera con pimientos; los xangurros, o centollos rellenos de cebolla, puerro y zanahoria; el foigrás o hígado de pato; el garbure, el zikir, que es un cordero asado; pasando por los turrones, los muxus o las delicias en pasta de almendra, aunque la lista es interminable.

Y si el presupuesto aprieta y el turista va de mochilero, nada como un pan "baguette" y buena charcutería del mercado local y, como alternativa a los alojamientos en los caros hoteles, están los camping, el arrendamiento privado de pisos y los hostales para jóvenes, para que esta ciudad, señorial y relativamente cara, esté al alcance de todos los
bolsillos. 

* Reportaje EFE

Autores

Rocío Otoya