En el país tres de cada 10 niños nacen a través de estos procedimientos, el doble de lo recomendado por la OMS.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el número de cesáreas en un país debería oscilar entre el 10% y el 15% del total de partos, correspondientes a alumbramientos riesgosos o con problemas. A pesar de ello, según estimaciones de la Encuesta de Demografía y Salud 2016 (Edsa), en Bolivia tres de cada 10 niños nacen a través de intervenciones quirúrgicas.
Es decir, el doble de lo recomendado por la agencia de salud de las Naciones Unidas. Además, según se aprecia en el mencionado estudio, el porcentaje de cesáreas se habría incrementado en un 14,8% en los últimos años. Al respecto los especialistas explican que, dependiendo del lugar que se elija para dar a luz, la probabilidad de hacerlo por cesárea aumenta peligrosamente, ya que la incidencia en el sector privado es bastante mayor.
Las razones detrás de estas razones parecen bastante evidentes: algunos especialistas se decantan por las cesáreas por “comodidad”, ya que al tratarse de operaciones que se pueden planificar éstas no alteran los planes (profesionales o privados) del equipo médico. Por otro lado, la factura es mucho más abultada (los costos de una cesárea en clínicas privadas oscilan entre US$ 500 y 2.000); y no solo por la intervención, sino también porque la mujer debe permanecer internada entre dos y seis días. En la seguridad social, más allá de una mayor comodidad para los empleados sanitarios y de la tendencia de aplicar una medicina defensiva, la mayor incidencia de cesáreas viene dada por la falta de protocolos y de la capacidad para hacerlos cumplir.
Los expertos también coinciden en que otro de los factores detrás de este aumento es que cada vez son más las mujeres que deciden programar una cesárea porque la consideran más segura, así como para evitar el dolor del alumbramiento y/o las alteraciones estéticas que se pueden producir con el parto vaginal; cuando en realidad ocurre todo lo contrario.
Y es que las cesáreas no están exentas de riesgos, pues se trata de cirugías que se realizan bajo anestesia, en las que se llega al útero de la mujer a través de una incisión transversal, cortando varias capas de tejido; y cualquier corte conlleva siempre riesgo de infecciones. Además, implican una mayor probabilidad de retención de la placenta, así como de lesiones en las vías urinarias de la madre.
Por otra parte, una mujer solo puede someterse a tres cesáreas, y después de la segunda, los elevados riesgos hacen que un parto natural sea imposible. De allí que, por principio médico, este tipo de intervenciones solo debe hacerse para brindar una vía de nacimiento abdominal a un bebé (o a varios) que no puede nacer normalmente, o cuando haya otro tipo de complicaciones para la madre. Por éstos y otros motivos, urge que las autoridades sanitarias actúen para revertir esta tendencia al alza que registran las cesáreas en el país.