Durante décadas, los ganaderos han sido el motor de la tala indiscriminada de la selva, lo que ha llevado a que haya un área casi del tamaño de España sin árboles.
Durante años, Valdomiro Facchi se ha ganado la vida con la ganadería en tierra robada a la selva amazónica. Es un pequeño contribuyente de uno de los desastres ambientales más grandes del mundo.
Pero ahora que su ganado ha pisoteado los pastizales y las nuevas leyes le impiden limpiar nuevos terrenos, tiene que encontrar una nueva fuente de ingresos.
“Quiero diversificarme”, dijo el ganadero de 68 años, esbozando planes para plantar árboles de cacao en sus 300 hectáreas en el estado brasileño de Pará. “Quiero contar con los ingresos del cacao cuando el beneficio de la ganadería falle”.
Facchi ilustra una tendencia que está devolviendo el verdor a partes dañadas de la cuenca amazónica y creando una alianza inusual entre la industria agrícola y los conservacionistas. Ganaderos en Brasil están plantando cacao con el apoyo financiero de grupos ecologistas internacionales.
Eso supone un gran cambio. Durante décadas, los ganaderos han sido el motor de la tala indiscriminada de la selva amazónica, lo que ha llevado a que haya un área casi del tamaño de España sin árboles.
Ecologistas argumentan que esta práctica destruye la vida silvestre del hábitat y socava la capacidad del planeta para absorber el dióxido de carbono que causa calentamiento global.
“Además de ser un medio para evitar la deforestación, las plantaciones de cacao favorecen la economía local, regional y nacional”, dijo el grupo ambientalista internacional The Nature Conservancy en su página web.
Los árboles jóvenes también traerán cambios al mercado mundial del cacao. La Asociación Nacional de la Industria de Procesamiento de Cacao de Brasil (AIPC por su sigla en inglés) espera que el aumento de la plantación ayude a duplicar la producción de la materia prima del chocolate para el 2028, a 400.000 toneladas por año. Ese incremento haría crecer la producción mundial en aproximadamente un 5 por ciento.
Tendencia que ayuda
La nueva plantación podría volver a convertir a Brasil en uno de los tres productores principales de cacao del mundo después de que el sector fuera diezmado en la década de 1990 por un hongo que afecta el cultivo llamado escoba de bruja.
Conservacionistas y representantes de la industria del cacao esperan que la tendencia ayude a mitigar los efectos de la tala que ha destruido unos 430.000 kilómetros cuadrados de la selva amazónica desde la década de 1980.
El 50 por ciento del crecimiento de la producción de cacao vendrá de la Amazonia, estimó Eduardo Bastos, director ejecutivo de la AIPC, al llamar a las granjas “bosques de chocolate”.
Grupos ecologistas como The Nature Conservancy y Amazon Fund han ayudado a financiar nuevas plantaciones. Amazon Fund, creado por el Gobierno de Brasil y con donaciones internacionales para combatir la deforestación, ha invertido 17 millones de reales (5,09 millones de dólares) en concesiones para el cultivo.
Cerca de 1.700 kilómetros cuadrados de pastos degradados en Brasil ya se han transformado en plantaciones de cacao, según Bastos.
La siembra de cacao es impulsada principalmente por nuevos límites a la industria ganadera que han cambiado los incentivos financieros. En la Amazonia, los pastizales pueden degradarse en tan solo tres años si no se manejan adecuadamente, lo que hace difícil criar una manada próspera sin nuevas hectáreas.
Brasil en el 2014 aprobó una ley que permite a los terratenientes limpiar sólo el 20 por ciento de sus propiedades en la Amazonia y requiere que algunos replanten áreas agotadas.
Esa ley busca frenar la deforestación, que alcanzó su punto máximo en 2004 a un ritmo de 27.000 kilómetros cuadrados por año. En 2017, la Amazonia brasileña perdió 6.624 kilómetros cuadrados de selva.
Beneficio medioambiental
El cacao puede generar ingresos a partir de una parcela relativamente pequeña sin necesidad de una expansión constante. Las ganancias pueden ser hasta cinco veces mejores, dijo Eduardo Trevisan Gonçalves, gerente de proyectos de Imaflora de Brasil, grupo ambientalista que realizó un estudio que comparó los ingresos del ganado con los del cacao en la región.
Los beneficios se extienden al medio ambiente. Las plantaciones de cacao pueden imitar a los bosques naturales, ayudando a restaurar las plantas nativas y las especies silvestres, aumentando los recursos hídricos y absorbiendo dióxido de carbono, destacó.
“Es una cosecha perenne”, dijo. “Permanecerá allí por décadas”.
El financiamiento de los grupos ambientalistas viene con pautas destinadas a aumentar los beneficios ecológicos de las plantaciones, según José García, un agricultor en el estado de Pará que está recibiendo una subvención del Amazon Fund. Bajo sus exigencias, contó que tendrá que plantar cacao junto con otras especies nativas más altas, como la caoba y el ipê.
“Este recomienda plantar cacao con otros árboles, más altos, para beneficiarse de la sombra”, dijo en su granja en Medicilândia, en el estado de Pará.
La evidencia del cambio está en todas partes en la región de Medicilândia, donde los pastos áridos han dado paso a plantaciones sombrías de árboles con vainas de color amarillo y rubí, las cubiertas protectoras fibrosas de los granos de cacao.
En Medicilândia, una ciudad con caminos de tierra en el estado de Pará, los agricultores transportan bolsas llenas de granos de cacao secos a los almacenes con carteles que dicen “compramos cacao”. Las tiendas cercanas ofrecen jugo de cacao helado, una bebida espesa y dulce preparada con la pulpa.
Brasil es un peso pesado agrícola al estar entre los principales productores mundiales de soja, maíz, azúcar, café y naranjas. Pero dejó de ser el número dos en cacao a principios de la década de 1990 después del impacto de la escoba de brujas.
Espacio para crecer
En Pará, sin embargo, la escoba de bruja rara vez sobrevive lo suficiente como para dañar los árboles. El hongo requiere condiciones de humedad y en gran parte muere durante la estación seca del año. Como resultado, los rendimientos del árbol de cacao allí son casi el doble del promedio mundial, dijo Bastos.
Hay algunas pruebas de que Brasil podría absorber parte de esta producción adicional: Euromonitor International ubica el consumo per cápita de chocolate en 1,2 kilos al año, comparado con 8,8 kilos en Suiza, lo que sugiere que el mercado doméstico de chocolate en el país sudamericano tiene espacio para crecer.
Empresas procesadoras de Brasil -que transforman los granos en mantequilla, polvo y chocolate- celebran la perspectiva de un mayor suministro interno para alimentar sus fábricas y reducir sus importaciones, aunque inyectan una nota de escepticismo.
Por ejemplo, el vicepresidente de cacao en Brasil de Olam International, Kidambi Srinivasan, calificó la meta de 400.000 toneladas por año como “una posibilidad improbable” sin mayores precios de mercado y más ayuda a los cultivadores en áreas que incluyen financiamiento, capacitación y suministros.
Los precios del cacao de referencia en Nueva York rondan los 2.500 dólares la tonelada, después de haber rebotado de un mínimo de 10 años de 1.756 dólares alcanzado en 2017 por las preocupaciones sobre el exceso de oferta global.
Otros grandes procesadores en Brasil incluyen Cargill, que tiene plantadas 85.000 toneladas en Ilhéus; y Barry Callebaut, el mayor fabricante mundial de chocolate industrial, que inauguró su primera fábrica en la nación en 2010.
Para algunos, la posibilidad de resarcir parte del daño causado por la ganadería a la Amazonia es tan importante como el dinero que pueden ganar del cacao.
“Hubo un momento en que pensé: No deberíamos haber venido aquí”, dijo Elido Trevisan, quien llegó a Pará en 1972 y limpió casi el 100 por ciento de su tierra. “Pero ahora”, añadió, “podemos hacer algo para compensar”.