Si bien entienden la fascinación con Ladi Di, cuyos problemas para adaptarse a la casa real quedaron plasmados en los medios, los jóvenes no terminan de empatizar con su figura.
Los nervios traicionaron a Abdul Daoud y derramó parte del capuchino en el plato la primera vez que le sirvió a la princesa Diana.
Casi 20 años después de la muerte en un accidente automovilístico en París de "la princesa del pueblo", Abdul aún trabaja rodeado de fotografías de ella en su café, que lleva el nombre de Diana, en un intento muy personal de mantener el recuerdo vivo.
"Mi promesa a ella es tener este lugar como un tributo para ella", dijo de su café, abierto en 1989, cerca de los Jardines de Kensington en Londres, donde se ubica el palacio en que vivía Diana.
Para él, celebrar su vida es "lo normal" en el café donde visitantes pueden comer ensaladas Diana o hamburguesas Diana y donde Daoud dice que la princesa solía pasar con regularidad. "Ella es la princesa del pueblo, siempre", comentó, añadiendo que cree que nunca será olvidada.
Pero muchos jóvenes británicos dijeron que si bien entienden la fascinación con la princesa, cuyos problemas para adaptarse a la casa real quedaron plasmados en titulares e imágenes de los medios, ellos no lo sienten igual.
La estudiante Shermine Grigorius tenía tres años cuando Diana murió pero después de que su madre le contara historias sobre la princesa de Gales, la joven la ve como un "símbolo de generosidad".
Aunque los miembros de la familia real han sido siempre diligentemente caritativos, Diana era famosa por ir más allá que sus pares, e incluso que las celebridades en aquel momento, en sus obras benéficas.
Ya fuera en su trabajo caritativo o en la vida entre la realeza, la princesa se ganó la reputación de ser una rebelde que desafiaba los convencionalismos: desde hacer campaña por una prohibición mundial de las minas terrestres pese a la oposición del gobierno británico a saltarse el protocolo real para hablar sobre sus experiencias con la bulimia y la infidelidad.
En el restaurante Da Mario, Marco Molino recuerda otro lado de Diana, describiendo una mujer "amistosa" a quien le gustaba comer platos italianos con sus hijos, los príncipes Guillermo y Enrique, o con amigos.
"Su personalidad era muy normal, muy centrada, muy amistosa", dijo Molino cerca de un cuadro de Diana colgado en la pared. "Creo que eso era lo que ella realmente quería, un poco de normalidad (...) Aquí era uno de los lugares donde podía encontrar eso", añadió.
Ronald van Bronkhorst, quien vive sobre el restaurante desde la década de 1970, también dijo que ella nunca llegó de manera llamativa. "Su legado nunca se irá (...) Uno piensa en ella todo el tiempo, especialmente en esta área en que vivimos", agregó.