Por la Dra. Nelly Baeza, directora del Centro de Salud Pública de la Universidad Central.
El brote de sarampión en Europa ha levantado las alarmas. Y es que en los primeros seis meses de este año se han registrado más de 41 mil casos de infección por este virus, casi el doble que en todo 2017, y que además han resultado en 37 muertes.
¿Qué ha fallado para tener estas cifras? Mientras algunos apuntan al auge de los movimientos antivacunas, con corrientes alternativas instalando que enfermedades como el sarampión son leves, otros señalan que la ineficacia de los programas de vacunación en algunos países, junto al movimiento de la población, ha llevado a la expansión en el número de contagiados.
Chile no está exento de riesgo, considerando que hoy vivimos en un contexto altamente globalizado. Así, por ejemplo, la no vacunación contra el sarampión, enfermedad que no tiene tratamiento y que produce una mortalidad de hasta un 30%, podría generar una epidemia en menores de 1 año. De ahí que es necesario evitar el fracaso de los programas de vacunación, y el correspondiente aumento de un porcentaje importante de personas susceptibles infectadas.
Debemos recordar, además, que las personas vacunadas contra el sarampión entre 1971 y 1981 recibieron una dosis insuficiente para decir con certeza que tengan inmunidad para la enfermedad. Si su inoculación corresponde a dicho periodo y tiene programado un viaje fuera del país, la recomendación es hacer un refuerzo y acercarse a un servicio público para recibir una nueva dosis. Junto con lo anterior, la población migrante, de no haber recibido la respectiva vacunación, podría, eventualmente, encontrarse expuesta a la enfermedad.
En este sentido, el refuerzo de la inoculación en 1ero básico en el caso de los niños es una forma de fortalecer las medidas de prevención. Y en esta misma línea, se debería incorporar a los migrantes en la atención primaria para identificar la necesidad de refuerzo o de vacunación anti sarampión propiamente tal.