Un retraso de cinco horas es suficiente para alterar el reloj biológico interno.
Los ritmos circadianos, el metabolismo y la nutrición están íntimamente ligados. Y uno de los mecanismos más importantes para que el cuerpo sincronice su reloj interno parecen ser las horas de las comidas. Al menos así lo estableció un grupo de investigadores médicos británicos.
Para demostrar los efectos de la hora de comer en el sistema circadiano humano, los investigadores reclutaron a diez hombres jóvenes sanos que aceptaron someterse a un protocolo de laboratorio de 13 días para evaluar el impacto de un retraso de 5 horas en las comidas.
En la primera parte del experimento, los voluntarios recibieron tres comidas (desayuno, almuerzo, cena) a intervalos de 5 horas. Una vez se aclimataron a este ritmo tradicional, se retrasaron el desayuno y la comida durante 6 horas.
Para evaluar el ritmo circadiano se analizaron los patrones de sueño y algunas sustancias en sangre como melatonina plasmática, glucosa y cortisol, entre otras, asociadas al “reloj interno” de los humanos.
“Después de las comidas tardías, sin embargo, los ritmos de glucosa plasmática se retrasaron en 5,69 ± 1,29 horas y la concentración media de glucosa”, indicaron los investigadores al publicar sus resultados en la revista Cell. Algo similar ocurrió con sustancias del tejido adiposo.
“Lo que indica que los relojes moleculares humanos pueden ser regulados por el tiempo de alimentación y podrían sostener los cambios en la glucosa plasmática. Por lo tanto, las comidas cronometradas desempeñan un papel en la sincronización de los ritmos circadianos periféricos en los seres humanos y pueden tener especial relevancia para los pacientes con trastornos del ritmo circadiano, trabajadores por turnos y viajeros transmeridianos”, añadieron.