Al margen de todas las consideraciones que debe hacer una pareja que quiere casarse, existe evidencia médica que podría inclinar la balanza hacia la idea de ir al altar. Casarse puede repercutir positivamente en la salud.
Investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad Aston en el Reino Unido, luego de analizar datos de 900.000 pacientes con enfermedades como diabetes tipo 2, hipertensión y colesterol alto, reportaron que aquellos que estaban casados tenían más probabilidades de sobrevivir que los solteros.
Por ejemplo, detectaron que las personas con colesterol alto tenían 16 % más probabilidades de estar vivas en el período estudiado (13 años) si estaban casadas, en comparación con las que estaban solteras. Y en cuanto a los diabéticos, la probabilidad de sobrevivir era un 14 % mayor entre casados que solteros.
“Nuestra investigación sugiere que el matrimonio ofrece un efecto protector, probablemente por tener apoyo en el control de los principales factores de riesgo”, dijo a medios de comunicación locales Paul Carter, autor principal del estudio.
El año pasado, el mismo grupo de investigadores había reportado que el riesgo que corrían las personas casadas de sufrir ataques cardíacos disminuía en un 14 %.
En la literatura médica existen pruebas similares reportadas por otros grupos. En febrero de este año, psicólogos de la Universidad de Pittsburgh encontraron que los niveles de cortisol, una hormona del estrés, eran 10 y 15 % menores entre casados.
Pero el debate tiene sus bemoles. Saltar a la conclusión de que el matrimonio es la mejor medicina puede ser un error. Psicólogos estadounidenses que hicieron parte de un gran estudio que analizó la vida de hombres y mujeres por más de 40 años (Terman Life Cycle Study) confirmaron en 1996 que las personas casadas consistentemente vivían más tiempo que aquellas que han experimentado la ruptura matrimonial, pero sugirieron que esto no era necesariamente debido a los efectos protectores del matrimonio.
“Parte de la relación entre la historia conyugal y el riesgo de mortalidad puede explicarse por las variables psicosociales infantiles, que se asociaron tanto con la historia marital futura como con el riesgo de mortalidad”, advirtieron.
Matthijs Kalmijn, de la Universidad de Ámsterdam, planteó en marzo de este año que el vínculo positivo entre el matrimonio y la salud ha sido frecuentemente interpretado en términos de protección de la salud a pesar de las críticas de sociólogos. Kalmijn recalcó que el impacto de la “pérdida” (divorcio) es cerca de tres veces más fuerte que el impacto de la “ganancia” (entrada del matrimonio), y los efectos de la ganancia son a menudo muy pequeños. Además, después de la entrada en el matrimonio y después de la salida del matrimonio hay un ajuste, más que una acumulación. “Especialmente después del divorcio encontramos una recuperación sustancial a lo largo de los años. Los efectos son más fuertes para la satisfacción con la vida, débiles para la salud mental y casi ausentes para dos medidas concretas de salud”, concluyó.