Pasar al contenido principal

ES / EN

Cazadores de estrellas fugaces en el desierto de la Tatacoa
Jueves, Agosto 25, 2016 - 07:47

Amantes de la astronomía se congregaron el pasado fin de semana en Villavieja, Huila, para observar la lluvia de estrellas de las perseidas. El desierto, a diez minutos del pueblo, fue escenario de un espectáculo inigualable.

“La astronomía es la ciencia de la paciencia”, nos decían los integrantes de la Asociación de Astrónomos Autodidactas de Colombia (Asasac) la noche del pasado viernes, cuando llegamos al desierto de la Tatacoa, en el Huila, en busca de la famosa lluvia de estrellas perseidas. Aunque esperamos desde las once de la noche hasta las tres de la mañana, el primer día no tuvimos suerte.
 
Este fenómeno natural, explica el director del Observatorio Astronómico de la Tatacoa (Oata), Guillermo García, se da únicamente en agosto, cuando la Tierra pasa por la cola de escombros dejada por el cometa Swift-Tuttle a su paso hace miles de años. “Entonces, cuando nuestro planeta orbita por este sector del sistema solar, los escombros chocan contra la atmósfera, produciendo una lluvia de estrellas fugaces muy bonita”, agrega el experto.
 
El nombre de perseidas lo toman de la constelación de Perseo, que aunque está a años luz de la Tierra y de la cola de escombros, es el lugar desde el que la lluvia pareciera salir. Sin embargo, no es la única forma como se la conoce. De hecho, de este fenómeno se tiene registro desde el año 36 d.C. y durante siglos fue conocido como las lágrimas de San Lorenzo, pues el diez de febrero, fecha en la que los cometas entran en su pico de actividad, se recuerda a este santo quemado en la hoguera. Los haces de luz fueron asociados con el llanto del mártir durante su muerte.
 
Con semejante historia detrás, y ante la oportunidad de contemplar algo que jamás habíamos visto, no fuimos pocos los que nos animamos a ir al primer Festival Astronómico de la Tatacoa, organizado por la Alcaldía de Villavieja, el municipio más cercano al desierto, con el único objetivo de poder disfrutar de las perseidas. En el trayecto desde Bogotá hasta el pueblo, más o menos unas seis horas, los astrónomos comentaban cómo el espectáculo del día anterior había superado las expectativas y cómo, al ser ese fin de semana el pico de actividad, las estrellas de esa noche iban a ser mejores.
 
Pero contra la naturaleza no se puede pelear, y las nubes fueron nuestras peores aliadas para cazar estrellas. No obstante, gracias a ellas fuimos testigos de la contaminación lumínica que el hombre deja en el cielo. A pesar de los casi 300 kilómetros de distancia, desde la Tatacoa es posible ver las luces nocturnas de Bogotá por el norte, las de Cali hacia el occidente y las de Neiva al sur. Por esto, comentaba la directora de Asasac, Diana Rojas, es casi imposible hacer astronomía desde cualquiera de estas capitales. Para nuestra fortuna, el sábado fue mejor.
 
 
Desde muy temprano en la tarde se podía ver la emoción de todos los astrónomos que llegaron al desierto, Diana y Guillermo incluidos. Nos contaron que cuando el día está nublado, por lo menos en el desierto, la noche se despeja por completo, así que la ilusión de ver una estrella fugaz estaba más viva que nunca. Luego de la cena decidimos descansar para estar frescos más entrada la noche, y a las once ya estábamos sentados al lado del observatorio esperando que la primera se dibujara en el cielo.
 
Aunque las perseidas alcanzan velocidades superiores a los 60 km/h, parecen congelarse en el instante en que cruzan frente a los ojos del observador. Cualquiera diría que van en cámara lenta. En el desierto, donde el silencio es de ultratumba en una noche cualquiera, se levantan las voces emocionadas de todos los que quieren pedir un deseo. No son pocos.
 
Pasa la segunda, la tercera y la cuarta, y para cuando nos damos cuenta ya hemos superado las diez, pero las risas y los gritos se mantienen como la primera vez que una estrella surcó la noche. Observarlas es también una cuestión del azar, pues el cielo es tan amplio que, por estar viendo hacia determinado punto, es fácil perderse del paso de una estrella que los otros sí vieron. Y por estar viendo hacia ese mismo pedacito de cielo, también se puede pescar un meteorito por el que nadie más reaccionó, un recuerdo único y excepcional. Debido a ello no resulta extraño que mi quinto haz de luz haya sido el primero de un desconocido sentado en la otra esquina de la Tatacoa.
 
Las perseidas se van con agosto, pero, aunque volverán el próximo año, hay muchas razones para visitar Villavieja y su observatorio en el desierto, pues la luna, Venus, Marte, Saturno y un sinfín de constelaciones todavía estarán allí para ser contemplados a ojo o con telescopio. Si quiere ubicarlos puede descargar Skymap, una aplicación gratuita que, gracias al GPS del celular, muestra en vivo lo que se esconde en la bóveda celeste desde cualquier parte del mundo.
 
El de las perseidas en la Tatacoa es un plan para repetir cada que haya oportunidad, sobre todo si se tiene en cuenta que la experiencia será mejor cada año, pues de dos meses para acá el observatorio astronómico viene en un ambicioso proceso de reestructuración. No sólo enseñan los secretos de la observación, quieren traer nuevos y más potentes equipos, así como ampliar hasta cuatro veces la zona de camping para convertirse en el epicentro científico y turístico del sur del país.
 
*Invitación Alcaldía de Villavieja y Asasac

Autores

Esteban Dávila Náder*/ El Espectador