Con un modelo matemático que es capaz de captar la carga cognitiva de los individuos y dar una respuesta instantánea a sus necesidades por medio de una aplicación móvil.
Giselle Sauré, La Nación. Los portátiles o wearables son cada vez más utilizados y miden diferentes factores del usuario. Imaginar que un simple y nada de molesto dispositivo adosado al cuerpo pudiera detectar día a día su estado de ánimo, fatiga, colapso e incluso si necesita atención médica de urgencia, parece cercano. De hecho, eso pronto será posible gracias a una moderna tecnología impulsada por un equipo de ingenieros de la Universidad de Chile dedicados a la investigación para ponerla al servicio del usuario.
En conversación con La Nación, el académico de la casa de estudios, Ángel Jiménez, detalló cómo se gestó esta idea, que es una extensión de la tesis del doctorado que hizo en la Universidad de Kaist, Corea del Sur, teniendo claro que su norte era generar un sistema integrado que pudiera captar las denominadas bioseñales que emiten los seres humanos y que denotan cómo está su estado anímico o físico, las procesara y fuera capaz de predecir el requerimiento de cada persona para ofrecerle una alternativa, solución o asistencia, en caso de necesitarla, en forma casi instantánea.
“El interés es diseñar tecnología que no sea invasiva para el usuario. Como invasiva me refiero a que, por ejemplo, no llegue en momentos, lugares y situaciones inadecuadas y eso tiene mucho que ver con la actividad que éste realice”, remarca.
Subraya que la percepción, atención, memoria de corto o largo plazo, respuestas motoras, etc., son limitadas, y por ello no se le puede exigir a una persona que cuando va corriendo hacia un paradero o está subiendo una escalera, aplique al máximo estas capacidades porque hay un límite a partir del que esos recursos comienzan a ser demandados al mismo tiempo por distintos estímulos y las tecnologías digitales como los dispositivos móviles.
No obstante, indica que “en el futuro tecnología que va a estar ubicada en infraestructura tanto privada como pública va a generar mucha más demanda al usuario. Es decir, estímulos que van a demandar recursos cognitivos que son los que nosotros estamos analizando”.
- ¿Algo así como la internet de las cosas?
- Hoy día la internet de las cosas tiene una gran cantidad de actuadores que finalmente van a generar una interacción con un usuario de manera visual, auditiva, táctil, que va a demandar recursos cognitivos. Por lo tanto, nosotros ahí queremos colocar un filtro que hace que la tecnología se adapte al sujeto y que finalmente tengamos una tecnología humanamente procesable. La idea es que ese cúmulo de estímulos no te perjudique en la realización de esos quehaceres.
Captando Bioseñales
Este modelo fue financiado por el Instituto Sistemas Complejos de Ingeniería de la Universidad de Chile, que agrupa a varias casas de estudios superiores con más de 50 investigadores como la Católica, Santiago, Talca, Concepción y de Los Andes dedicados a proyectos interdisciplinarios.
Jiménez cuenta que al comienzo partieron con una cajita (como la de la imagen) llamada biosensor que la persona testeada -en este caso alumnos del plantel- portaba en un pequeño bolso, la que ahora están miniaturizando en una banda que se use bajo la ropa.
“Está el prototipo, pero ahora tenemos que traer a un diseñador industrial para que le de forma sin molestia para el usuario”, adelantó.
- ¿Cómo miden la carga cognitiva?
- Los que hacen estos biosensores es identificar señales vitales que se transforman en energía que empieza a viajar en un cable o inalámbricamente hacia la base de datos del computador y quedan almacenadas en la nube. Entonces, monitoreando a la persona lo que tratamos de hacer es buscar correlaciones entre la carga cognitiva y el valor de esas bioseñales, y con esa información podemos concluir que el usuario está demandado cognitivamente de alguna manera. Entonces, le podemos decir al dispositivo que el usuario en este momento está demandado con cierta intensidad respecto de tal o cual actividad.
Bajo ese esquema –recalca- “no puedes entregarle al sujeto información que demande su código de procesamiento verbal en la memoria de corto plazo porque puede colapsar”, como por ejemplo, si una persona camina por el paseo Ahumada buscando una dirección para ello tiene concentrados sus sentidos en las búsqueda y el hecho que su dispositivo móvil le despliegue un mapa lo puede distraer en su búsqueda. “Lo que debería hacer inmediatamente el teléfono es enviarle un mensaje de audio y de esa manera va a tener una guía sin distracción adicional”.
Trabajo de campo
De lleno en el estudio del comportamiento, el investigador indicó que ya con el biosensor, los participantes fueron sometidos a diversas acciones. Primero, conectarse al computador, abrir el correo, seguir la instrucción de éste que incluía buscar un pasaje de avión y hacer un booking de los hoteles que pensaba visitar.
A ello se fueron agregando ostros estímulos como una conversación, escuchar música en español, caminar y subir una escalera y todas las anteriores a la vez.
“Al observar los datos encontramos una alta correlación entre el pulso, nivel de oxígeno en la sangre, conductividad eléctrica en la piel, dilatación de la pupila como bioseñales que explican muy bien el nivel de carga cognitiva en el usuario. Por lo tanto, nosotros sabíamos cuándo éste estaba siendo más demandado y encontramos modelos que pueden predecir en un 82% de exactitud el nivel de demanda o carga cognitiva de un usuario e hicimos modelos matemáticos con eso, cosa que los médicos no saben (ríe)”.