Aprovechando, en el primer caso, que la demanda sobrepasa muchas veces a la oferta y debido al casi nulo control, egresan cientos de profesionales que no saben leer exámenes o colocar sondas nasogástricas, lo que pone en peligro la vida de los pacientes.
En un nuevo golpe a lo que podría llamarse modelo chileno de “Universidades-Cajas Registradoras”, Ciper, el prestigioso sitio de investigaciones periodísticas de ese país, reveló un panorama desalentador y peligroso en la enseñanza de enfermería: cientos de egresados de varias universidades e institutos carecen de las habilidades más básicas de la profesión, como es leer correctamente una lista de exámenes de salud.
Y no sólo eso, el reportaje registra, entre varios casos testimoniales, por ejemplo, como los estudiantes de la carrera de Técnico en Enfermería de Nivel Superior del Instituto Profesional de Chile (IP/Chile), reconocen que “nunca les enseñaron a poner sondas nasogástricas y digestivas (sonda sengstaken)”. Tampoco saben la manera de “colocar cables de monitoreo cardíaco y electrocardiograma, porque no estaban los equipos en el instituto”. Para peor, sólo se enteraron de que no conocían estas habilidades básicas cuando les tocó enfrentar situaciones en el mundo real.
La periodista autora de la investigación (“Carreras de la Salud: los nocivos efectos de un negocio sin control”), Catalina Albert, indicó que, además de la inescruposidad de los propietarios y administradores de los centros de estudio, la situación se origina en que, en Chile, “ni el Ministerio de Educación (Mineduc) ni el Ministerio de Salud (Minsal) tienen facultades para determinar los contenidos mínimos que deben impartir universidades e institutos ni cómo deben enseñarse. Amparadas en la “libertad de enseñanza”, concepto que desde el régimen militar se convirtió en la piedra angular del sistema educacional, cada institución define su propia malla y contenidos”.
Es cierto que existe un sistema de acreditación que dictamina cuando el nivel de calidad es suficiente, pero “por años ese sistema fue socavado por la corrupción que imperó en la Comisión Nacional de Acreditación (CNA), que permitió la compra y venta de acreditaciones”.
Todo lo anterior ocurre en medio de un boom de solicitudes de acceso a los estudios de la salud. En este 2016, las carreras de Enfermería y TENS (Técnico en Enfermería de Nivel Superior), escribe “fueron las más demandadas por los postulantes a la educación superior. Alcanzaron la cúspide de las aspiraciones juveniles impulsadas por el ingreso económico mensual promedio de los recientemente titulados (más de un millón de pesos para los enfermeros, US$ 1.430, y $450 mil, US$ 640, para los TENS) y por su alto porcentaje de ocupación laboral (98% en Enfermería y 67% para los TENS)”.
El trabajo no se basa en meras declaraciones de un grupo de enfermeros de un par de instituciones, sino que recorre la realidad de 15 centros de estudio, para comprobar que muchos de ellos carecen hasta del instrumental pedagógico más esencial.
Muertes y efectos en pacientes impulsaron “al Departamento de Formación y Capacitación del Ministerio de Salud a poner en marcha una ambiciosa reforma que busca manejar centralizadamente la asignación de los campos clínicos (hospitales y consultorios) que reciben practicantes, para evitar convenios económicos que enturbien la relación entre la institución educacional y el centro de salud”.
Pero esto no es todo, el problema también se extiende a los egresados de medicina. El trabajo cita a Ana María Quiroga, presidenta del Capítulo Médico del Hospital San Borja, para la cual “el gran problema es que cada universidad mata al toro como quiere. Y después, ¿cómo pruebas lo que saben los estudiantes? Sólo con un examen generalizado para nivelar a los que ingresan al servicio público. Hay egresados de universidades que sacan resultados mínimos, pero pasan la prueba y quedan listos para la salud pública. Es una brutalidad”.
Al parecer, un grupo de universidades que se autocalifican de elite, literalmente no enseñan temas de salud primaria, entonces hay médicos que poseen un buen o alto nivel de conocimiento ligado a una pre especialización, pero, “cuando los interrogas sobre cómo evaluar a un paciente, tienen una falta de semiología (reconocimiento de síntomas) absoluta. Y eso, al menos en mi experiencia, pasa más con los de universidades privadas, especialmente en cosas como preparar a un paciente para hacer suturas o cómo se deben tomar los instrumentales. Todo eso hay que ir enseñándoselos. Pero cuando te lo enseñaron en tercer o cuarto año y ya lo tienes en la cabeza, es muy distinto que aprenderlo sobre la marcha en el internado”, explica un médico del Hospital Sótero del Río.
Según el trabajo, con una “reforma al manejo de los campos clínicos” que está en marcha, se busca “que no lleguen a los hospitales y consultorios más alumnos de Medicina con conocimientos insuficientes. Las universidades ya no podrán definir entre cuatro paredes sus currículos, bajo la bandera de la “libertad de enseñanza”, pues estarán obligadas a cumplir estándares formativos que serán exigidos en los campos clínicos del sistema público”. Mientras tanto, bienvenidos de regreso al siglo XVIII.